/ jueves 5 de noviembre de 2020

Punto gélido | La seriedad de la muerte

Versa el dicho popular “en este mundo matraca, nadie de morir se escapa”, y resulta ser la única certeza que todos tenemos, pero que a menudo intentamos no tomar en cuenta, siempre queremos pensar que ese día en el cual estaremos de frente con la muerte, tardara aún mucho tiempo en llegar, por desgracia en los últimos días esa creencia ha cambiado, todos hemos sentido ese pequeño escalofrío que recorre todo el cuerpo, algunas velas se han apagado dando paso al descanso eterno de las almas.

En la cultura mexicana se afirma que la celebración del día de muertos, es la tradición más viva que tenemos, paradójicamente el ritual que realizamos ese día permite acercarnos sin miedo al destino final y reencontrarnos con los seres queridos, afirmamos que a la muerte se le tienen miedo, quizás respeto, nos acercamos a ella y nos reímos para ocultar el temor, ese día es de reencuentro y de oración, pero también de acuerdo con nuestras tradiciones y sincretismos es un día de fiesta, de admiración y hasta de burla.

El 1 y 2 de noviembre asumimos que nuestros fieles difuntos vienen a visitar a sus familias y a sus amigos, en su honor se organiza una bienvenida con varios simbolismos, entre ellos no puede faltar la comida, bebidas, velas, la flor de cempasúchil, los tradicionales altares, papel picado, copal, calaveritas y más según las diversas culturas, las familias se reúnen para esperar la llegada de sus seres queridos que vienen del más allá, ellos se nutren de la esencia de los alimentos que se les ofrecen y luego regresan, así la muerte no representa una ausencia sino una presencia viva.

El culto a la muerte es uno de los elementos básicos de la cultura en México, es una celebración a la memoria y un ritual que privilegia el recuerdo sobre el olvido. El origen de la costumbre de adornar las tumbas con flores y velas y de visitar los panteones, se remonta al año de 1859 y debido a la peculiaridad que tenemos de relacionarnos con la muerte en forma de admiración y burla, la UNESCO declaró esta festividad del día de muertos como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

Como muestras de esta forma única de relacionarnos con la muerte podemos enumerar: las tradicionales calaveritas literarias, los perros Xololtzcuintle, alebrijes y desde luego ese personaje creado llamado La Catrina, que es una clavera que vestida de varias formas, representa esa visión satírica de burla, que se tiene de la muerte en México. Además el cúmulo de leyendas, música, bailes y creencias es muy rico y abundante en cada región del país, incluso el mismo negocio en torno a la muerte.

Hoy debido a la seriedad de la muerte, esta celebración ha sido interrumpida en muchas regiones del país, los sentimientos encontrados no se dejan esperar, incluso hay un dolor profundo porque los rituales funerarios han sido modificados, debido a la pandemia que nos aqueja, hay ciclos que no se han cerrado, despedidas que no se hicieron y que deberán seguir pendientes, en esta ocasión los panteones estuvieron cerrados a la visita de los vivos, paradójicamente solo estuvieron abiertos para recibir a los muertos.

Hoy nos asusta la seriedad de la muerte, tal parece que no es el día de muertos, sino el año de los muertos.


Versa el dicho popular “en este mundo matraca, nadie de morir se escapa”, y resulta ser la única certeza que todos tenemos, pero que a menudo intentamos no tomar en cuenta, siempre queremos pensar que ese día en el cual estaremos de frente con la muerte, tardara aún mucho tiempo en llegar, por desgracia en los últimos días esa creencia ha cambiado, todos hemos sentido ese pequeño escalofrío que recorre todo el cuerpo, algunas velas se han apagado dando paso al descanso eterno de las almas.

En la cultura mexicana se afirma que la celebración del día de muertos, es la tradición más viva que tenemos, paradójicamente el ritual que realizamos ese día permite acercarnos sin miedo al destino final y reencontrarnos con los seres queridos, afirmamos que a la muerte se le tienen miedo, quizás respeto, nos acercamos a ella y nos reímos para ocultar el temor, ese día es de reencuentro y de oración, pero también de acuerdo con nuestras tradiciones y sincretismos es un día de fiesta, de admiración y hasta de burla.

El 1 y 2 de noviembre asumimos que nuestros fieles difuntos vienen a visitar a sus familias y a sus amigos, en su honor se organiza una bienvenida con varios simbolismos, entre ellos no puede faltar la comida, bebidas, velas, la flor de cempasúchil, los tradicionales altares, papel picado, copal, calaveritas y más según las diversas culturas, las familias se reúnen para esperar la llegada de sus seres queridos que vienen del más allá, ellos se nutren de la esencia de los alimentos que se les ofrecen y luego regresan, así la muerte no representa una ausencia sino una presencia viva.

El culto a la muerte es uno de los elementos básicos de la cultura en México, es una celebración a la memoria y un ritual que privilegia el recuerdo sobre el olvido. El origen de la costumbre de adornar las tumbas con flores y velas y de visitar los panteones, se remonta al año de 1859 y debido a la peculiaridad que tenemos de relacionarnos con la muerte en forma de admiración y burla, la UNESCO declaró esta festividad del día de muertos como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

Como muestras de esta forma única de relacionarnos con la muerte podemos enumerar: las tradicionales calaveritas literarias, los perros Xololtzcuintle, alebrijes y desde luego ese personaje creado llamado La Catrina, que es una clavera que vestida de varias formas, representa esa visión satírica de burla, que se tiene de la muerte en México. Además el cúmulo de leyendas, música, bailes y creencias es muy rico y abundante en cada región del país, incluso el mismo negocio en torno a la muerte.

Hoy debido a la seriedad de la muerte, esta celebración ha sido interrumpida en muchas regiones del país, los sentimientos encontrados no se dejan esperar, incluso hay un dolor profundo porque los rituales funerarios han sido modificados, debido a la pandemia que nos aqueja, hay ciclos que no se han cerrado, despedidas que no se hicieron y que deberán seguir pendientes, en esta ocasión los panteones estuvieron cerrados a la visita de los vivos, paradójicamente solo estuvieron abiertos para recibir a los muertos.

Hoy nos asusta la seriedad de la muerte, tal parece que no es el día de muertos, sino el año de los muertos.