/ jueves 1 de julio de 2021

Punto gélido | La lluvia es un poema

Sobre el escenario que se encuentra a punto de arder en llamas y por cuya cubierta agrietada se fuga el último vestigio de humedad, al tiempo que el suave y cálido viento, provoca que se deslice sobre su gruesa capa de piel, una delgada atmosfera de polvo y los últimos vestigios de una vegetación que ha fenecido deshidratada, víctima del verdugo de cara redonda que desprende rayos de fuego.

El estado de ánimo se aferra a la esperanza, en el horizonte la mano divina toma su pincel y comienza a dibujar pequeñas cortinas, sin aparente forma ni orden alguno, poco a poco cubren el horizonte, mientras se acercan lentamente van cambiando su color, hasta llegar a un obscuro que ilusiona al más escéptico. En la atmósfera se puede percibir un olor metálico, es esa rica sensación que nos permite afirmar con júbilo, ¡va a llover!

Y entonces, una multitud de hormigas cristalinas parecen danzar sobre el árido escenario, una a una se avientan a la aventura, libres, vigorosas y sin paracaídas, saben que se van a impactar contra cualquier objeto, para después simplemente convertirse en fuente de vida y detenerse lo mismo en un desierto, en un valle, en un bosque o correr libremente por la ladera de una montaña o por la serpenteante travesía de un arroyuelo o de un gran río, o convertirse en permanentes danzarinas de un lago o del inmenso mar. Es la lluvia, el agua, ese elemento que purifica, que limpia, que oxigena.

Y así, de pronto la noche se hace presente, el fresco entra por la ventana, sobre los tejados se hace sentir un compás armónico, que invita a relajarse y a conciliar de una forma especial el sueño, el cuerpo entra en armonía con el alma y el alma con la naturaleza. Por la mañana el ambiente es especial, los pájaros se caen de sus nidos más temprano, se acuerdan que saben cantar y entonces en medio de su concierto, danzan extendiendo sus alas y girando su cuerpo, la lluvia los ha revitalizado.

En el horizonte los cerros amanecen con un maquillaje especial, sus cumbres se pierden en medio de una densa neblina, que va desapareciendo lentamente mientras el astro rey reclama su brillo. Los arroyos sacian su sed y dejan correr alegremente por sus causes el agua, permitiendo escuchar el canto inigualable que produce la corriente, cuando imparable, acaricia las rocas y les hace cosquillas a los montones de arena.

El ánimo resurge en la naturaleza, la tierra preñada de semillas, se vuelve fecunda con la humedad que lentamente se introduce en ella, el reino animal hace un festín, sabe que la abundancia es cuestión de tiempo. El ser humano se llena de esperanza, de alegría, de vida, está consciente que la flor de la lluvia tiene espinas y que en ocasiones antes de disfrutar de su belleza y de su fragancia, es preciso recibir algunos pinchazos. Sin embargo, sabe que no hay nada mejor, que ver caer la tarde, sentado en el portal de su casa, con una tasa de café en mano y rodeado de su familia, mientras la lluvia cubre con su aroma, con su sonido y con su bendición, cada rincón del horizonte.

La lluvia es un poema, usted decide como quiere leerlo.

Sobre el escenario que se encuentra a punto de arder en llamas y por cuya cubierta agrietada se fuga el último vestigio de humedad, al tiempo que el suave y cálido viento, provoca que se deslice sobre su gruesa capa de piel, una delgada atmosfera de polvo y los últimos vestigios de una vegetación que ha fenecido deshidratada, víctima del verdugo de cara redonda que desprende rayos de fuego.

El estado de ánimo se aferra a la esperanza, en el horizonte la mano divina toma su pincel y comienza a dibujar pequeñas cortinas, sin aparente forma ni orden alguno, poco a poco cubren el horizonte, mientras se acercan lentamente van cambiando su color, hasta llegar a un obscuro que ilusiona al más escéptico. En la atmósfera se puede percibir un olor metálico, es esa rica sensación que nos permite afirmar con júbilo, ¡va a llover!

Y entonces, una multitud de hormigas cristalinas parecen danzar sobre el árido escenario, una a una se avientan a la aventura, libres, vigorosas y sin paracaídas, saben que se van a impactar contra cualquier objeto, para después simplemente convertirse en fuente de vida y detenerse lo mismo en un desierto, en un valle, en un bosque o correr libremente por la ladera de una montaña o por la serpenteante travesía de un arroyuelo o de un gran río, o convertirse en permanentes danzarinas de un lago o del inmenso mar. Es la lluvia, el agua, ese elemento que purifica, que limpia, que oxigena.

Y así, de pronto la noche se hace presente, el fresco entra por la ventana, sobre los tejados se hace sentir un compás armónico, que invita a relajarse y a conciliar de una forma especial el sueño, el cuerpo entra en armonía con el alma y el alma con la naturaleza. Por la mañana el ambiente es especial, los pájaros se caen de sus nidos más temprano, se acuerdan que saben cantar y entonces en medio de su concierto, danzan extendiendo sus alas y girando su cuerpo, la lluvia los ha revitalizado.

En el horizonte los cerros amanecen con un maquillaje especial, sus cumbres se pierden en medio de una densa neblina, que va desapareciendo lentamente mientras el astro rey reclama su brillo. Los arroyos sacian su sed y dejan correr alegremente por sus causes el agua, permitiendo escuchar el canto inigualable que produce la corriente, cuando imparable, acaricia las rocas y les hace cosquillas a los montones de arena.

El ánimo resurge en la naturaleza, la tierra preñada de semillas, se vuelve fecunda con la humedad que lentamente se introduce en ella, el reino animal hace un festín, sabe que la abundancia es cuestión de tiempo. El ser humano se llena de esperanza, de alegría, de vida, está consciente que la flor de la lluvia tiene espinas y que en ocasiones antes de disfrutar de su belleza y de su fragancia, es preciso recibir algunos pinchazos. Sin embargo, sabe que no hay nada mejor, que ver caer la tarde, sentado en el portal de su casa, con una tasa de café en mano y rodeado de su familia, mientras la lluvia cubre con su aroma, con su sonido y con su bendición, cada rincón del horizonte.

La lluvia es un poema, usted decide como quiere leerlo.