/ jueves 9 de diciembre de 2021

Punto Gélido | La fe del Trailero

Son ellos los eternos viajeros, los que a bordo de su pesada unidad recorren miles de kilómetros en un año, sentados en lo que aparentemente es un cómodo sillón, con el volante en sus manos para darle dirección a su destino, sus pies en los pedales para imprimir aceleración o para frenar en una peligrosa curva, en un bordo o en el destino final, así, van ellos en medio de su soledad, lo mismo en el insoportable calor del medio día, en la nostalgia de la tarde gris, en el frio y la oscuridad de la noche o en la aurora de cada amanecer, recorriendo caminos, carreteras, autopistas, que llevan lo mismo a pueblos, que a pequeñas o inmensas ciudades, para llevar los más diversos productos, objetos y mercancías.

El trailero en el cumplimiento de su trabajo, lleva siempre una gran responsabilidad, los peligros están presentes en todos lados; una falla mecánica, una curva mal abordada, un objeto o semoviente que se atraviesa, quizás otro vehículo, un asalto, el cansancio acumulado, cualquier circunstancia puede provocar un accidente, que afecte no solo un patrimonio, sino la vida de otras personas y la propia. Transportar en su unidad una carga, conlleva siempre un gran compromiso, debe cuidar que no se dañe, que este en tiempo y en forma en el destino acordado, más allá de los imponderables que puedan acontecer en el traslado.

Ser trailero, como cualquier otro oficio o profesión, también demanda de una profunda vocación, que más allá de las habilidades inherentes para ser un buen operador, precisa de esa pasión, de esa entrega, de esa chispa que hace que el esfuerzo, los desvelos, las malpasadas, la soledad constante en medio de las interminables carreteras, se conviertan en pequeñas aristas, que él acepta y sobre todo aprende a disfrutar. En medio de ese trabajo rudo, suele encontrar no solo una remuneración económica, sino una forma de trascender y ser feliz, un orgullo de ser.

El trailero está permanentemente lejos de su hogar, de su familia, su pesada unidad suele convertirse en su pequeño hogar, con comodidades o sin ellas, la mayor parte de las horas del día y de la noche está ahí, ello le obliga a perderse pequeños y grandes momentos de convivencia familiar, por ello, en medio de su fe, encomienda su hogar y su familia a algún santo, a la virgen o al todo poderoso, que los cuide y los proteja mientras regresa, del mismo modo antes de emprender el viaje se encomienda al ser supremo y al llegar al destino le agradece, le pide también que bendiga su unidad.

Existe un día en el año, que es especial para muchos traileros y sus familias, es el día en que hacen la peregrinación a la Virgen de Guadalupe. Para ello, se preparan con tiempo, en principio, se disponen para no realizar ningún viaje ese día, en cambio, se ocupan con singular emoción de preparar su tráiler, de lavarlo mejor que ningún otro día, pulirlo y colocarle adornos alusivos y hasta la misma imagen de la virgen. El día es sagrado, es la ocasión para renovar la fe, es el día para peregrinar. En el recorrido, hacen sonar con estruendo el motor de sus unidades, así como las bulliciosas cornetas, en verdad la piel de propios y extraños se eriza. Es la oportunidad para agradecer todas y cada una de las bendiciones recibidas a lo largo del año, y para implorar bendiciones para el próximo. Es el momento sublime en que él, se encuentra por medio de su devoción consigo mismo, con su familia y con su fe, con su fe de trailero.

Ing. Leoncio Durán Garibay | Ing. Industrial

Son ellos los eternos viajeros, los que a bordo de su pesada unidad recorren miles de kilómetros en un año, sentados en lo que aparentemente es un cómodo sillón, con el volante en sus manos para darle dirección a su destino, sus pies en los pedales para imprimir aceleración o para frenar en una peligrosa curva, en un bordo o en el destino final, así, van ellos en medio de su soledad, lo mismo en el insoportable calor del medio día, en la nostalgia de la tarde gris, en el frio y la oscuridad de la noche o en la aurora de cada amanecer, recorriendo caminos, carreteras, autopistas, que llevan lo mismo a pueblos, que a pequeñas o inmensas ciudades, para llevar los más diversos productos, objetos y mercancías.

El trailero en el cumplimiento de su trabajo, lleva siempre una gran responsabilidad, los peligros están presentes en todos lados; una falla mecánica, una curva mal abordada, un objeto o semoviente que se atraviesa, quizás otro vehículo, un asalto, el cansancio acumulado, cualquier circunstancia puede provocar un accidente, que afecte no solo un patrimonio, sino la vida de otras personas y la propia. Transportar en su unidad una carga, conlleva siempre un gran compromiso, debe cuidar que no se dañe, que este en tiempo y en forma en el destino acordado, más allá de los imponderables que puedan acontecer en el traslado.

Ser trailero, como cualquier otro oficio o profesión, también demanda de una profunda vocación, que más allá de las habilidades inherentes para ser un buen operador, precisa de esa pasión, de esa entrega, de esa chispa que hace que el esfuerzo, los desvelos, las malpasadas, la soledad constante en medio de las interminables carreteras, se conviertan en pequeñas aristas, que él acepta y sobre todo aprende a disfrutar. En medio de ese trabajo rudo, suele encontrar no solo una remuneración económica, sino una forma de trascender y ser feliz, un orgullo de ser.

El trailero está permanentemente lejos de su hogar, de su familia, su pesada unidad suele convertirse en su pequeño hogar, con comodidades o sin ellas, la mayor parte de las horas del día y de la noche está ahí, ello le obliga a perderse pequeños y grandes momentos de convivencia familiar, por ello, en medio de su fe, encomienda su hogar y su familia a algún santo, a la virgen o al todo poderoso, que los cuide y los proteja mientras regresa, del mismo modo antes de emprender el viaje se encomienda al ser supremo y al llegar al destino le agradece, le pide también que bendiga su unidad.

Existe un día en el año, que es especial para muchos traileros y sus familias, es el día en que hacen la peregrinación a la Virgen de Guadalupe. Para ello, se preparan con tiempo, en principio, se disponen para no realizar ningún viaje ese día, en cambio, se ocupan con singular emoción de preparar su tráiler, de lavarlo mejor que ningún otro día, pulirlo y colocarle adornos alusivos y hasta la misma imagen de la virgen. El día es sagrado, es la ocasión para renovar la fe, es el día para peregrinar. En el recorrido, hacen sonar con estruendo el motor de sus unidades, así como las bulliciosas cornetas, en verdad la piel de propios y extraños se eriza. Es la oportunidad para agradecer todas y cada una de las bendiciones recibidas a lo largo del año, y para implorar bendiciones para el próximo. Es el momento sublime en que él, se encuentra por medio de su devoción consigo mismo, con su familia y con su fe, con su fe de trailero.

Ing. Leoncio Durán Garibay | Ing. Industrial