/ jueves 11 de agosto de 2022

Punto Gélido | Encuentro Nocturno

Y aquí estamos una vez más frente a frente, el día se ha ocultado en medio de esta densa obscuridad, y tú y yo parece que infaliblemente tenemos una nueva cita, ahí estas impávida, elegantemente vestida con esa sobrecama, que combina esos colores sobrios con la elegancia de esas almohadas coquetas, que, sin ningún movimiento, pero si con la tersura de esa tela, que invita a que nos encontremos en lo profundo de los sueños.

Y yo que vengo cansado, cargado de tantas cosas, quizás enojado, fastidiado o tal vez efusivo o hasta hinchado de placer, resulta imposible resistirse ante tan apetitosa invitación, por un instante lo intento, pero es inútil, soy débil, así, de un solo golpe caigo rendido ante ti. Sin opción alguna dejo que mis ojos se cierren, desconecto el motor del consciente, permito que mi cuerpo se amolde a tus acogedoras fibras. Ya relajado y en tus brazos, abres lentamente la ventana de los sueños, para que así tersamente me vallas envolviendo en ese mundo, donde el subconsciente descansa, pero no duerme.

No sé cuántas veces he estado en esta incómoda o placentera situación, lo cierto es, que sin excepción siempre termino por llegar a este encuentro nocturno, donde por más que intento resistirme, siempre caigo en los brazos de esa coqueta y provocadora cama, desconozco también, con cuantos problemas he venido a su encuentro, quizás, me he retorcido noches enteras en busca de soluciones, algunas incluso donde las almohadas se han visto salpicadas, con esos sentimientos que ruedan por las mejillas. Pero también están esas noches donde el cuerpo a permanecido inmutable, en silencio y en vigilia, lleno de alegría, de felicidad, viendo cómo las mariposas del amor revolotean a su alrededor, donde los suspiros son bellos pensamientos, que viajan en el columpio de la luna hasta el corazón amado. Y ahí has estado fiel a nuestro encuentro, esperándome, aun cuando la enfermedad se ha ensañado conmigo, me has dado confort y descanso, soportándome hasta que las fuerzas han encontrado el sendero de regreso.

Al despuntar el día abro mis ojos, reconfortado, animado por este encuentro nocturno, recibo una nueva oportunidad de la vida, tú me sabes inyectar esa energía necesaria para disfrutar de un nuevo día, me llenas de soluciones, de ideas, de propósitos y así como si nada, parece que me avientas de la cama, me das una patada en la caja de la cuerda, dibujas una sonrisa en mi rostro, me llenas de esperanza, para que vaya en busca de esas maravillas que hay en el paisaje de la vida.

Debo confesar que en varias ocasiones me he resistido a llegar a tu encuentro, tratando de engañar a mi cuerpo me he ido de fiesta, de parranda, bueno, hasta intenté con un trabajo de velador, pero hasta hoy, siempre he fracasado, solo retardo el encuentro, pero de un momento a otro, simplemente vuelvo a ese lugar y ahí estás una vez más, solo esperándome, en silencio, sin reproches, sin condiciones, y de nuevo me vuelves a llenar de tus encantos, no sé si darte las gracias, si hacerte un reconocimiento, lo cierto es que el ser humano pasa una tercera parte de su vida, como mínimo, recostado sobre una cama, lo que equivale en promedio a ocho horas diarias, doscientas cuarenta horas en un mes, o bien de 20 a 25 años, si tomamos una edad promedio de 75 años de vida de una persona, además se estima que ocupamos en promedio el equivalente a 4 años soñando.

El día llega a su encuentro con la noche, la cuerda matutina también se termina, es el momento de una nueva cita, de un nuevo encuentro nocturno con mi infaltable compañera, una vez más has ganado, hay te voy mi querida cama, vamos a soñar de nuevo.


Leoncio Durán Garibay | Ingeniero Industrial

Y aquí estamos una vez más frente a frente, el día se ha ocultado en medio de esta densa obscuridad, y tú y yo parece que infaliblemente tenemos una nueva cita, ahí estas impávida, elegantemente vestida con esa sobrecama, que combina esos colores sobrios con la elegancia de esas almohadas coquetas, que, sin ningún movimiento, pero si con la tersura de esa tela, que invita a que nos encontremos en lo profundo de los sueños.

Y yo que vengo cansado, cargado de tantas cosas, quizás enojado, fastidiado o tal vez efusivo o hasta hinchado de placer, resulta imposible resistirse ante tan apetitosa invitación, por un instante lo intento, pero es inútil, soy débil, así, de un solo golpe caigo rendido ante ti. Sin opción alguna dejo que mis ojos se cierren, desconecto el motor del consciente, permito que mi cuerpo se amolde a tus acogedoras fibras. Ya relajado y en tus brazos, abres lentamente la ventana de los sueños, para que así tersamente me vallas envolviendo en ese mundo, donde el subconsciente descansa, pero no duerme.

No sé cuántas veces he estado en esta incómoda o placentera situación, lo cierto es, que sin excepción siempre termino por llegar a este encuentro nocturno, donde por más que intento resistirme, siempre caigo en los brazos de esa coqueta y provocadora cama, desconozco también, con cuantos problemas he venido a su encuentro, quizás, me he retorcido noches enteras en busca de soluciones, algunas incluso donde las almohadas se han visto salpicadas, con esos sentimientos que ruedan por las mejillas. Pero también están esas noches donde el cuerpo a permanecido inmutable, en silencio y en vigilia, lleno de alegría, de felicidad, viendo cómo las mariposas del amor revolotean a su alrededor, donde los suspiros son bellos pensamientos, que viajan en el columpio de la luna hasta el corazón amado. Y ahí has estado fiel a nuestro encuentro, esperándome, aun cuando la enfermedad se ha ensañado conmigo, me has dado confort y descanso, soportándome hasta que las fuerzas han encontrado el sendero de regreso.

Al despuntar el día abro mis ojos, reconfortado, animado por este encuentro nocturno, recibo una nueva oportunidad de la vida, tú me sabes inyectar esa energía necesaria para disfrutar de un nuevo día, me llenas de soluciones, de ideas, de propósitos y así como si nada, parece que me avientas de la cama, me das una patada en la caja de la cuerda, dibujas una sonrisa en mi rostro, me llenas de esperanza, para que vaya en busca de esas maravillas que hay en el paisaje de la vida.

Debo confesar que en varias ocasiones me he resistido a llegar a tu encuentro, tratando de engañar a mi cuerpo me he ido de fiesta, de parranda, bueno, hasta intenté con un trabajo de velador, pero hasta hoy, siempre he fracasado, solo retardo el encuentro, pero de un momento a otro, simplemente vuelvo a ese lugar y ahí estás una vez más, solo esperándome, en silencio, sin reproches, sin condiciones, y de nuevo me vuelves a llenar de tus encantos, no sé si darte las gracias, si hacerte un reconocimiento, lo cierto es que el ser humano pasa una tercera parte de su vida, como mínimo, recostado sobre una cama, lo que equivale en promedio a ocho horas diarias, doscientas cuarenta horas en un mes, o bien de 20 a 25 años, si tomamos una edad promedio de 75 años de vida de una persona, además se estima que ocupamos en promedio el equivalente a 4 años soñando.

El día llega a su encuentro con la noche, la cuerda matutina también se termina, es el momento de una nueva cita, de un nuevo encuentro nocturno con mi infaltable compañera, una vez más has ganado, hay te voy mi querida cama, vamos a soñar de nuevo.


Leoncio Durán Garibay | Ingeniero Industrial