/ jueves 13 de mayo de 2021

Punto gélido | El valor de un maestro

Los seres humanos estamos en un constante e indefinido movimiento, siempre que el deseo sea por lo menos una pequeña pestaña más fuerte que los obstáculos, es posible encontrar la forma de ilustrarse y apoderarse del conocimiento, como una oportunidad para ser menos vulnerables y al mismo tiempo, para convertirse en agentes de cambios positivos, que fortalecen a la persona, pero también a la comunidad.

El maestro por muchos años fue un claro ejemplo de ello, su instrucción académica en el mejor de los casos, pero sobre todo su vocación de servicio, más allá de una capacitación empírica obtenida del correr de los días y que terminó por convertirse en experiencia de vida, le dio al maestro un lugar privilegiado en su comunidad, en su familia y en su persona. Él como poseedor del conocimiento se ganó a pulso un respeto y una posición preponderante, ser maestro era una forma de ser importante, pero sobre todo una responsabilidad. En su persona y su capacidad, se fincaba el porvenir esperanzador de las nuevas generaciones, con perspectiva de un progreso general.

Pero como ya sabemos, la vida es un entramado de diferentes engranajes, cuya característica es que siempre están en constante movimiento, así en ese devenir y crecimiento de los centros poblacionales, el maestro comenzó a perderse entre la cotidianidad y las prisas propias del medio urbano, claro está, sin dejar nunca de ser un personaje importante. Las oportunidades de superación, de recibir una capacitación más profesional y más organizada le dio al maestro una mejor plataforma para ser más profesional, paradójicamente su trabajo comenzó a hacerse común, en medio de una diversidad con una muy amplia gama de ocupaciones.

Gracias al trabajo bien realizado del maestro, la ciencia y la tecnología encontraron un crecimiento importante, los medios para ello fueron más amplios y llegaron cada vez más a diferentes sectores de la población; gracias a la tecnología, el conocimiento fue más accesible, ahora los alumnos se vieron en la necesidad de desarrollar otras habilidades, como la de investigar, digerir y sintetizar ese mundo de información que gira en su entorno, además de tener que desarrollar las capacidades para utilizarlo en la cotidianidad de la vida. En ese contexto, en lo general el maestro pasó de ser el principal poseedor y trasmisor del conocimiento, a un acompañante que motiva y guía a sus alumnos en el proceso del aprendizaje, su rol adquirió una dimensión diferente, sin dejar de ser importante, pero con un reconocimiento distinto.

Hoy en el contexto de una nueva realidad o normalidad, el maestro una vez más se ha visto obligado, a jugar un papel distinto en el proceso de enseñanza aprendizaje, la tecnología en muchos casos tomó un papel preponderante, convirtiéndose en el puente que une dos realidades, cuya característica principal es la distancia. Sin embargo, quizás hoy el maestro a pesar de las circunstancias, ha recuperado un poco de su verdadero valor, el padre de familia y otros actores, han tenido que hacer esa función y eso les ha permitido ponerse en los zapatos de los maestros.

Lo cierto es que el maestro siempre ha sido y continuará siendo una pieza esencial, en la construcción de una sociedad mejor, pero principalmente en la formación de personas más cultas, propositivas, pero sobre todo felices y con valores.

Nuestra admiración y profundo respeto por la sagrada vocación, el verdadero valor de un maestro es incuantificable, por tanto, gracias siempre.

¡Felicidades maestras y maestros!\u0009

Los seres humanos estamos en un constante e indefinido movimiento, siempre que el deseo sea por lo menos una pequeña pestaña más fuerte que los obstáculos, es posible encontrar la forma de ilustrarse y apoderarse del conocimiento, como una oportunidad para ser menos vulnerables y al mismo tiempo, para convertirse en agentes de cambios positivos, que fortalecen a la persona, pero también a la comunidad.

El maestro por muchos años fue un claro ejemplo de ello, su instrucción académica en el mejor de los casos, pero sobre todo su vocación de servicio, más allá de una capacitación empírica obtenida del correr de los días y que terminó por convertirse en experiencia de vida, le dio al maestro un lugar privilegiado en su comunidad, en su familia y en su persona. Él como poseedor del conocimiento se ganó a pulso un respeto y una posición preponderante, ser maestro era una forma de ser importante, pero sobre todo una responsabilidad. En su persona y su capacidad, se fincaba el porvenir esperanzador de las nuevas generaciones, con perspectiva de un progreso general.

Pero como ya sabemos, la vida es un entramado de diferentes engranajes, cuya característica es que siempre están en constante movimiento, así en ese devenir y crecimiento de los centros poblacionales, el maestro comenzó a perderse entre la cotidianidad y las prisas propias del medio urbano, claro está, sin dejar nunca de ser un personaje importante. Las oportunidades de superación, de recibir una capacitación más profesional y más organizada le dio al maestro una mejor plataforma para ser más profesional, paradójicamente su trabajo comenzó a hacerse común, en medio de una diversidad con una muy amplia gama de ocupaciones.

Gracias al trabajo bien realizado del maestro, la ciencia y la tecnología encontraron un crecimiento importante, los medios para ello fueron más amplios y llegaron cada vez más a diferentes sectores de la población; gracias a la tecnología, el conocimiento fue más accesible, ahora los alumnos se vieron en la necesidad de desarrollar otras habilidades, como la de investigar, digerir y sintetizar ese mundo de información que gira en su entorno, además de tener que desarrollar las capacidades para utilizarlo en la cotidianidad de la vida. En ese contexto, en lo general el maestro pasó de ser el principal poseedor y trasmisor del conocimiento, a un acompañante que motiva y guía a sus alumnos en el proceso del aprendizaje, su rol adquirió una dimensión diferente, sin dejar de ser importante, pero con un reconocimiento distinto.

Hoy en el contexto de una nueva realidad o normalidad, el maestro una vez más se ha visto obligado, a jugar un papel distinto en el proceso de enseñanza aprendizaje, la tecnología en muchos casos tomó un papel preponderante, convirtiéndose en el puente que une dos realidades, cuya característica principal es la distancia. Sin embargo, quizás hoy el maestro a pesar de las circunstancias, ha recuperado un poco de su verdadero valor, el padre de familia y otros actores, han tenido que hacer esa función y eso les ha permitido ponerse en los zapatos de los maestros.

Lo cierto es que el maestro siempre ha sido y continuará siendo una pieza esencial, en la construcción de una sociedad mejor, pero principalmente en la formación de personas más cultas, propositivas, pero sobre todo felices y con valores.

Nuestra admiración y profundo respeto por la sagrada vocación, el verdadero valor de un maestro es incuantificable, por tanto, gracias siempre.

¡Felicidades maestras y maestros!\u0009