/ jueves 20 de mayo de 2021

Punto gélido | El reino de las abejas

Soy pequeña pero muy importante, mi reino se extiende a todo el mundo, mi territorio es todo aquel donde el paraíso se viste con los matices multicolores, el perfume y la incomparable belleza de las flores. Con una constancia y un esfuerzo titánico, al compás del revoloteo de mis frágiles alas y dejando una estela de ruido incomparable, viajo al mismo corazón de las flores. Ellas me ofrecen su polen y la esencia de su néctar, a cambio yo me convierto en la mensajera que las fecunda, para que así se cumpla el importante ciclo de dar fruto en abundancia.

Con el regalo preciado que sale del corazón de las flores y que llevó esparcido en todo mi pequeño cuerpo, viajo presurosa a mi reino, ahí me espera mi Reina y toda la colonia, compuesta hasta por 50 mil o más afanosas obreras, cada una tiene asignada una actividad, con el fin de ayudar en el buen funcionamiento y el éxito de la colonia, la sociedad es compleja, pero siempre bien organizada; el polen y el néctar se convierte en nuestro alimento, pero también somos generosas y compartimos con otros seres el fruto de nuestro incansable trabajo, ellos, con el mínimo esfuerzo y con un tufo de caciques, el ser humano principalmente, se benefician de nuestra existencia, reciben miel, jalea real, polen, cera y más, todos de gran beneficio para su salud. Nuestro trabajo por insignificante que parece, es de la mayor importancia para toda la tierra, nosotras les avisamos de los riesgos ambientales y les indicamos la salud de los ecosistemas locales.

Sin embargo, a pesar de nuestra generosidad, hoy con tristeza y con mucha preocupación, tengo que advertir que mi reino se encuentra enfrentando una grave amenaza de subsistencia, y no es que nosotras hemos dejado de hacer nuestra tarea o que nos volvimos flojas o desorganizadas o bien irreverentes hasta desconocer nuestra Reina. Más bien, el mundo dominado por el ser humano “pensante”, se ha ocupado de ir contra la propia naturaleza y con gran prisa ha colonizado el paraíso donde las flores habitaban, para convertirlo en una selva negra de asfalto y hormigón, o bien en zonas de cultivos masivos donde las flores estorban, además, se ha encargado de rosear los campos con una extraña sustancia, que apesta, marchitando el corazón de las flores, pero con ello también asesinando masivamente a mis hermanas obreras y por si fuera poco, el cambio acelerado que hoy presenta el clima, nos ha provocado una desorientación y con ello también muerte.

El tamaño y el peso de nuestro cuerpo es pequeño, somos un diminuto insecto, poco podemos hacer contra un gigante o contra millones de gigantes, en ocasiones nos envalentonamos, cansadas de tanta ignorancia y agresión intentamos defender nuestro reino; alistamos nuestro aguijón y furiosas lo clavamos, dejando apenas una pequeña roncha en la piel, a cambio para cada una de nosotras eso representa la muerte, pues nuestro aguijón es parte de nuestro aparato digestivo. En algunas ocasiones actuando en equipo, hemos provocado la muerte de algún ser, eso nos ha valido la estigmatización y por ello, la mayoría de los seres humanos apenas nos ven, solas o en colonia, al instante intentan alejarnos o asesinarnos, dejando al descubierto su ignorancia.

Yo, una abeja obrera tengo en promedio 40 días de vida, tú, el ser humano vives en promedio 79 años. Por favor te pido hagas conciencia, yo necesito vivir para cumplir mi encomienda (Polinizar), pero tú, el ser humano necesitas de mí reino de abejas, para seguir viviendo.

Soy pequeña pero muy importante, mi reino se extiende a todo el mundo, mi territorio es todo aquel donde el paraíso se viste con los matices multicolores, el perfume y la incomparable belleza de las flores. Con una constancia y un esfuerzo titánico, al compás del revoloteo de mis frágiles alas y dejando una estela de ruido incomparable, viajo al mismo corazón de las flores. Ellas me ofrecen su polen y la esencia de su néctar, a cambio yo me convierto en la mensajera que las fecunda, para que así se cumpla el importante ciclo de dar fruto en abundancia.

Con el regalo preciado que sale del corazón de las flores y que llevó esparcido en todo mi pequeño cuerpo, viajo presurosa a mi reino, ahí me espera mi Reina y toda la colonia, compuesta hasta por 50 mil o más afanosas obreras, cada una tiene asignada una actividad, con el fin de ayudar en el buen funcionamiento y el éxito de la colonia, la sociedad es compleja, pero siempre bien organizada; el polen y el néctar se convierte en nuestro alimento, pero también somos generosas y compartimos con otros seres el fruto de nuestro incansable trabajo, ellos, con el mínimo esfuerzo y con un tufo de caciques, el ser humano principalmente, se benefician de nuestra existencia, reciben miel, jalea real, polen, cera y más, todos de gran beneficio para su salud. Nuestro trabajo por insignificante que parece, es de la mayor importancia para toda la tierra, nosotras les avisamos de los riesgos ambientales y les indicamos la salud de los ecosistemas locales.

Sin embargo, a pesar de nuestra generosidad, hoy con tristeza y con mucha preocupación, tengo que advertir que mi reino se encuentra enfrentando una grave amenaza de subsistencia, y no es que nosotras hemos dejado de hacer nuestra tarea o que nos volvimos flojas o desorganizadas o bien irreverentes hasta desconocer nuestra Reina. Más bien, el mundo dominado por el ser humano “pensante”, se ha ocupado de ir contra la propia naturaleza y con gran prisa ha colonizado el paraíso donde las flores habitaban, para convertirlo en una selva negra de asfalto y hormigón, o bien en zonas de cultivos masivos donde las flores estorban, además, se ha encargado de rosear los campos con una extraña sustancia, que apesta, marchitando el corazón de las flores, pero con ello también asesinando masivamente a mis hermanas obreras y por si fuera poco, el cambio acelerado que hoy presenta el clima, nos ha provocado una desorientación y con ello también muerte.

El tamaño y el peso de nuestro cuerpo es pequeño, somos un diminuto insecto, poco podemos hacer contra un gigante o contra millones de gigantes, en ocasiones nos envalentonamos, cansadas de tanta ignorancia y agresión intentamos defender nuestro reino; alistamos nuestro aguijón y furiosas lo clavamos, dejando apenas una pequeña roncha en la piel, a cambio para cada una de nosotras eso representa la muerte, pues nuestro aguijón es parte de nuestro aparato digestivo. En algunas ocasiones actuando en equipo, hemos provocado la muerte de algún ser, eso nos ha valido la estigmatización y por ello, la mayoría de los seres humanos apenas nos ven, solas o en colonia, al instante intentan alejarnos o asesinarnos, dejando al descubierto su ignorancia.

Yo, una abeja obrera tengo en promedio 40 días de vida, tú, el ser humano vives en promedio 79 años. Por favor te pido hagas conciencia, yo necesito vivir para cumplir mi encomienda (Polinizar), pero tú, el ser humano necesitas de mí reino de abejas, para seguir viviendo.