/ jueves 18 de noviembre de 2021

Punto Gélido | El Perfume de los Sueños

Hay quienes hacemos de la vida un sueño interminable, nos gusta forjar y permanecer en una zona de confort, aún y cuando eso pueda hacernos caer en una mediocridad permanente como ser humano, y por consecuencia, en todos y cada uno de los diversos aspectos que conforman el tejido de acciones, que le dan sentido e identidad a nuestra persona, a nuestra familia y al entorno en el que solemos desenvolvernos. Nuestra visión suele ser corta, el esfuerzo muy raquítico, pero, muy amplia la maldita costumbre de quejarse y repartir las culpas.

Nuestros sentidos en ocasiones se encuentran atrofiados, quizás incluso por gusto, o tal vez como consecuencia del mismo entorno personal, familiar, social, laboral, ideológico y hasta político que nos rodea, ello nos hace sordos ante las voces que nos gritan, ¡he tú!, ¡si tú!, levántate, sonríe, trabaja, supérate, vive, sé feliz.

Ciegos, ante la belleza de un paraíso que a diario está ante nosotros, que nos ofrece un ramillete de oportunidades para ser útil, progresar y trascender. Mudos, para no cantar, para no reír, para no expresar los sentimientos en una palabra, en una oración, quizás en un verso, mudos para no gritar las injusticias, para no exigir los derechos, mudos para no decir simplemente, ¡te quiero! Torpes, para no distinguir la tersura del pétalo de una rosa, pero también para no sentir el pinchazo de una espina, que advierte, que para disfrutar de la belleza de la vida, a veces es necesario pasar por el crisol de eso que llamamos sufrimiento, o tal vez se pueda llamar esfuerzo. Sordos, para no escuchar la voz del ser divino, en el canto del viento, en el trueno de la tormenta, o para no escuchar el sabio consejo. Sin olfato, para no disfrutar de la esencia única que distingue a cada ser, para no disfrutar el aroma del bosque, de la lluvia, de un café, de la vida.

Pero cada nuevo amanecer es un baúl lleno de oportunidades, la vida está compuesta de pequeños instantes, que se van entretejiendo con la más fina aguja y con un hilo muy delgado, que incluso en cualquier momento se puede romper. Los sueños son ese futuro que se dibuja en el lienzo del presente, donde los podemos visualizar, sentir, escuchar, tocar y sobre todo, percibir su exquisito aroma.

Saber identificar el perfume de esos sueños, es el primer gran paso para convertirlos en una realidad, en un estilo de vida. Saber distinguir su esencia, es generar un vínculo salpicado de eso que llamamos pasión, que se convierte en la fuente de acción, que no regatea esfuerzos, ni perseverancia, ni tiempo. Es ese perfume de los sueños, el que nos impulsa a dejar, sin remordimiento alguno, esa pequeña isla de confort, que nos limita casi siempre a vivir de la caridad del ambiente que nos rodea, sin saber, que podemos romper el cascarón en cualquier momento y liberarnos, para cumplir una misión, para reinventarnos, para tomar riesgos calculados, y sobre todo, para estar preparados para asumir con dignidad las consecuencias, buenas o malas, pero que al final nos permita tener una vida activa, cargada de energía, una vida plena.

¿Alguna vez nos hemos dado un pequeño espacio, para identificar el perfume que tiene cada uno de nuestros sueños? Tal vez sea el momento de hacerlo, quizás nos llevemos una muy grata sorpresa, y descubramos que nuestros sueños son más grandes y más bellos, de lo que realmente pensamos o creemos, y entonces será la oportunidad para dejar que la realidad se construya con el perfume de los sueños.

Leoncio Durán Garibay | Ingeniero Industrial



Hay quienes hacemos de la vida un sueño interminable, nos gusta forjar y permanecer en una zona de confort, aún y cuando eso pueda hacernos caer en una mediocridad permanente como ser humano, y por consecuencia, en todos y cada uno de los diversos aspectos que conforman el tejido de acciones, que le dan sentido e identidad a nuestra persona, a nuestra familia y al entorno en el que solemos desenvolvernos. Nuestra visión suele ser corta, el esfuerzo muy raquítico, pero, muy amplia la maldita costumbre de quejarse y repartir las culpas.

Nuestros sentidos en ocasiones se encuentran atrofiados, quizás incluso por gusto, o tal vez como consecuencia del mismo entorno personal, familiar, social, laboral, ideológico y hasta político que nos rodea, ello nos hace sordos ante las voces que nos gritan, ¡he tú!, ¡si tú!, levántate, sonríe, trabaja, supérate, vive, sé feliz.

Ciegos, ante la belleza de un paraíso que a diario está ante nosotros, que nos ofrece un ramillete de oportunidades para ser útil, progresar y trascender. Mudos, para no cantar, para no reír, para no expresar los sentimientos en una palabra, en una oración, quizás en un verso, mudos para no gritar las injusticias, para no exigir los derechos, mudos para no decir simplemente, ¡te quiero! Torpes, para no distinguir la tersura del pétalo de una rosa, pero también para no sentir el pinchazo de una espina, que advierte, que para disfrutar de la belleza de la vida, a veces es necesario pasar por el crisol de eso que llamamos sufrimiento, o tal vez se pueda llamar esfuerzo. Sordos, para no escuchar la voz del ser divino, en el canto del viento, en el trueno de la tormenta, o para no escuchar el sabio consejo. Sin olfato, para no disfrutar de la esencia única que distingue a cada ser, para no disfrutar el aroma del bosque, de la lluvia, de un café, de la vida.

Pero cada nuevo amanecer es un baúl lleno de oportunidades, la vida está compuesta de pequeños instantes, que se van entretejiendo con la más fina aguja y con un hilo muy delgado, que incluso en cualquier momento se puede romper. Los sueños son ese futuro que se dibuja en el lienzo del presente, donde los podemos visualizar, sentir, escuchar, tocar y sobre todo, percibir su exquisito aroma.

Saber identificar el perfume de esos sueños, es el primer gran paso para convertirlos en una realidad, en un estilo de vida. Saber distinguir su esencia, es generar un vínculo salpicado de eso que llamamos pasión, que se convierte en la fuente de acción, que no regatea esfuerzos, ni perseverancia, ni tiempo. Es ese perfume de los sueños, el que nos impulsa a dejar, sin remordimiento alguno, esa pequeña isla de confort, que nos limita casi siempre a vivir de la caridad del ambiente que nos rodea, sin saber, que podemos romper el cascarón en cualquier momento y liberarnos, para cumplir una misión, para reinventarnos, para tomar riesgos calculados, y sobre todo, para estar preparados para asumir con dignidad las consecuencias, buenas o malas, pero que al final nos permita tener una vida activa, cargada de energía, una vida plena.

¿Alguna vez nos hemos dado un pequeño espacio, para identificar el perfume que tiene cada uno de nuestros sueños? Tal vez sea el momento de hacerlo, quizás nos llevemos una muy grata sorpresa, y descubramos que nuestros sueños son más grandes y más bellos, de lo que realmente pensamos o creemos, y entonces será la oportunidad para dejar que la realidad se construya con el perfume de los sueños.

Leoncio Durán Garibay | Ingeniero Industrial