/ jueves 25 de julio de 2024

Punto Gélido / Despedirse de una mascota

Y son esos seres vivos extraordinarios los que un día llegan a tu vida, y así sin más se hacen parte de ti, de tu entorno y lo más significativo se apoderan de tus sentimientos, de tus emociones, ocupan un lugar en tu hogar, pero principalmente en tu corazón. Te acostumbras a esa mascota; a sus vagancias, a sus juegos, pero, sobre todo, te acostumbras a la compañía de un “amigo” fiel, a alguien que sabes que siempre te espera, sin importar la hora o las condiciones, ahí está siempre lista para olfatearte de pies a cabeza, para recibirte con un ladrido, con ese meneo de cola interminable, con esos brincos que quiero pensar son de alegría, ella se convierte en ese velador incansable.

Te acostumbras a ese “amigo” que jamás te cuestiona, al contrario, ese “amigo” que tiene la sensibilidad de comprender y entender tu estado de ánimo, y es solidario como el que más; está triste cuando percibe que hay tristeza en ti, respeta tu dolor, se echa a tu lado y permanece en silencio, sufre también y te ofrece su compañía incondicional, incluso se vuelve tu más fiel confidente. Entiende también cuando hay alegría y se hace cómplice de ello, juega, brinca, ladra, corre, disfruta del momento con una sensibilidad que en ocasiones nos cuesta entender. Ese “amigo” se vuelve el mejor protector, te hace parte de su manada, de su familia y cuando detecta algún peligro se vuelve el más valiente defensor, defiende su territorio, su espacio, defiende al miembro de su manada y ya, sin importar las consecuencias o quién sea el enemigo al que se tenga que enfrentar.

La mascota, como ese ser vivo que es, aprende a adaptarse a las circunstancias, aunque éstas no sean siempre las mejores, ocupa un lugar en el hogar, en la familia, en el entorno y sí, también demanda atención, cuidados, alimentos y más. Sufre cuando se queda sola; el apetito se le va, las orejas se vuelven lacias y esa cola deja de menearse como las aspas de una lavadora. También se enferma, requiere de atención médica, el amigo humano también sufre por ello, pero al final la vida sigue, los vínculos afectivos se fortalecen y la mascota ocupa un lugar importante en la familia.

La vida es eso, una cadena formada por un número determinado de eslabones, cada eslabón es un día, una aventura, una lección, un suspiro; disfrutas de tu vida, de tu entorno, compartes con quien te tocó coincidir en el tiempo y en el espacio, los animalitos son parte importante de ello, los disfrutas, te disfrutan, al final se complementan y forman parte de una experiencia, de una historia de convivencia; de tristezas y alegrías.

Pero la vida es una aventura que es finita, la naturaleza tiene sus reglas, sus tiempos y sus formas, la raya está pintada y de ahí nadie a logrado pasar. Un buen día la mascota cumple con su misión, se queda dormida para siempre, deja un vacío difícil de entender, de asimilar. Y aun y cuando hiciste todo lo posible por prolongar su existencia, simplemente ya no fue posible. Los ciclos se cierran, quedan los recuerdos como fiel testimonio, en ellos te refugias mientras las heridas de la separación comienzan a cicatrizar lentamente. Ahora solo queda agradecer a ese “amigo”, a esa mascota todo su afecto; los momentos de juegos, de travesuras, de compañía, de tristezas y alegrías compartidas. Despedirse de una mascota, no es fácil, causa dolor, llanto, emociones encontradas, deja un vacío, solo resta agradecer por las experiencias compartidas. La vida sigue y mientras tengamos la bendición de tenerla, debemos atrevernos a descubrir lo que hay para nosotros en el camino que tenemos enfrente. El despedirse de una mascota fue una aventura que un día estuvo enfrente de nuestro camino, solo que tal vez no queríamos verlo, hoy la realidad nos invita a despedirnos de nuestra querida mascota, le decimos ¡gracias por coincidir, por cada ladrido, por cada caricia, por cada meneo de cola, gracias por la compañía, gracias por las aventuras que juntos compartimos!

Leoncio Durán Garibay / Ingeniero Agrónomo

Y son esos seres vivos extraordinarios los que un día llegan a tu vida, y así sin más se hacen parte de ti, de tu entorno y lo más significativo se apoderan de tus sentimientos, de tus emociones, ocupan un lugar en tu hogar, pero principalmente en tu corazón. Te acostumbras a esa mascota; a sus vagancias, a sus juegos, pero, sobre todo, te acostumbras a la compañía de un “amigo” fiel, a alguien que sabes que siempre te espera, sin importar la hora o las condiciones, ahí está siempre lista para olfatearte de pies a cabeza, para recibirte con un ladrido, con ese meneo de cola interminable, con esos brincos que quiero pensar son de alegría, ella se convierte en ese velador incansable.

Te acostumbras a ese “amigo” que jamás te cuestiona, al contrario, ese “amigo” que tiene la sensibilidad de comprender y entender tu estado de ánimo, y es solidario como el que más; está triste cuando percibe que hay tristeza en ti, respeta tu dolor, se echa a tu lado y permanece en silencio, sufre también y te ofrece su compañía incondicional, incluso se vuelve tu más fiel confidente. Entiende también cuando hay alegría y se hace cómplice de ello, juega, brinca, ladra, corre, disfruta del momento con una sensibilidad que en ocasiones nos cuesta entender. Ese “amigo” se vuelve el mejor protector, te hace parte de su manada, de su familia y cuando detecta algún peligro se vuelve el más valiente defensor, defiende su territorio, su espacio, defiende al miembro de su manada y ya, sin importar las consecuencias o quién sea el enemigo al que se tenga que enfrentar.

La mascota, como ese ser vivo que es, aprende a adaptarse a las circunstancias, aunque éstas no sean siempre las mejores, ocupa un lugar en el hogar, en la familia, en el entorno y sí, también demanda atención, cuidados, alimentos y más. Sufre cuando se queda sola; el apetito se le va, las orejas se vuelven lacias y esa cola deja de menearse como las aspas de una lavadora. También se enferma, requiere de atención médica, el amigo humano también sufre por ello, pero al final la vida sigue, los vínculos afectivos se fortalecen y la mascota ocupa un lugar importante en la familia.

La vida es eso, una cadena formada por un número determinado de eslabones, cada eslabón es un día, una aventura, una lección, un suspiro; disfrutas de tu vida, de tu entorno, compartes con quien te tocó coincidir en el tiempo y en el espacio, los animalitos son parte importante de ello, los disfrutas, te disfrutan, al final se complementan y forman parte de una experiencia, de una historia de convivencia; de tristezas y alegrías.

Pero la vida es una aventura que es finita, la naturaleza tiene sus reglas, sus tiempos y sus formas, la raya está pintada y de ahí nadie a logrado pasar. Un buen día la mascota cumple con su misión, se queda dormida para siempre, deja un vacío difícil de entender, de asimilar. Y aun y cuando hiciste todo lo posible por prolongar su existencia, simplemente ya no fue posible. Los ciclos se cierran, quedan los recuerdos como fiel testimonio, en ellos te refugias mientras las heridas de la separación comienzan a cicatrizar lentamente. Ahora solo queda agradecer a ese “amigo”, a esa mascota todo su afecto; los momentos de juegos, de travesuras, de compañía, de tristezas y alegrías compartidas. Despedirse de una mascota, no es fácil, causa dolor, llanto, emociones encontradas, deja un vacío, solo resta agradecer por las experiencias compartidas. La vida sigue y mientras tengamos la bendición de tenerla, debemos atrevernos a descubrir lo que hay para nosotros en el camino que tenemos enfrente. El despedirse de una mascota fue una aventura que un día estuvo enfrente de nuestro camino, solo que tal vez no queríamos verlo, hoy la realidad nos invita a despedirnos de nuestra querida mascota, le decimos ¡gracias por coincidir, por cada ladrido, por cada caricia, por cada meneo de cola, gracias por la compañía, gracias por las aventuras que juntos compartimos!

Leoncio Durán Garibay / Ingeniero Agrónomo