/ jueves 1 de octubre de 2020

Punto Gelido | Cuando un amigo se va

Asimilar la pérdida de un amigo es un proceso difícil de discernir, que requiere tiempo y quizá ni con el mismo tiempo sea suficiente, porque un amigo es una fortuna que no se encuentra en cualquier lugar, ni en cualquier momento, un amigo, es un tesoro que se construye en una relación de mutuo respeto, de entrega solidaria y que se cultiva con las más selectas intenciones de encontrar un espacio común de convivencia, donde se debaten ideas, se comparten conocimientos, se ofrece ayuda incondicional y se extiende la mano franca y sincera de una fraterna amistad.

Por eso:

Cuando un amigo se va, se contiene el aliento y se desahoga un grito en silencio, un grito que sacude todo tu ser, porque quieres decir tantas cosas, pero los pensamientos deambulan trastocados por todo tu cuerpo, una lágrima enjuga esa mirada perdida que busca en el horizonte un ápice de consuelo, lloras en silencio, caminas lento y una y otra vez, intentas engañar a tu estado consciente, repitiendole que lo que está pasando no es cierto.

Cuando un amigo se va, se lleva con él una parte muy preciada de tu ser, muere físicamente la amistad, es difícil asimilar que ya no escucharas más su voz, pero más que su voz, el contenido y el valor de sus mensajes de aliento, de motivación, de confianza, de apoyo e incluso de amonestación, es difícil entender que ya no podrás estrechar su mano firme, que brinda seguridad y confort en el devenir de las emociones de la vida.

Cuando un amigo se va, también es el cómplice perfecto de tus sueños, de tus añoranzas, de tus vagancias ocasionales, se lleva irremediablemente con él su sonrisa, sus conocimientos, su experiencia y hasta sus puntos álgidos, dejando un hueco profundo imposible de llenar.

Cuando un amigo se va, quedar mutilado emocionalmente, a la mano le faltan dedos, al día le falta la luz y a la noche le falta oscuridad, el alma se marchita porque se llena de luto, de un luto que intenta encontrar consuelo en el recuerdo, y vienen a la mente las sonrisas, los problemas, los consejos, el ejemplo y hasta el silencio que se compartió con el entrañable amigo.

Cuando un amigo se va, es difícil aceptar su partida, sin embargo, muy en el fondo sabes que debes aceptar la separación, que debes comprender que su misión está cumplida y que deberás de empezar un nuevo ciclo, honrando en todo momento la memoria del excelso amigo.

Cuando un amigo se va, no hay distancia ni circunstancia que impida llegar hasta su cuerpo inerte, para despedirlo como el merece, e intentas expresar con un abrazo, con un gesto, con una palabra y hasta con una lágrima ese sentimiento de dolor que aprisiona el corazón, y quisieras hacerle muchos homenajes, pero en el fondo sabes que el mejor homenaje es llevarlo siempre y en tu mente y en tu corazón.

Cuando un amigo se va, se exprime el corazón, se perturban los pensamientos y se enluta el alma.

En paz descansa amigo mío, que en algún momento nos volvemos a encontrar y juntos volveremos a ir más allá.

Palabras con mucho respeto, admiración y eterno agradecimiento, para mí siempre amigo, a tres años de su partida.

Asimilar la pérdida de un amigo es un proceso difícil de discernir, que requiere tiempo y quizá ni con el mismo tiempo sea suficiente, porque un amigo es una fortuna que no se encuentra en cualquier lugar, ni en cualquier momento, un amigo, es un tesoro que se construye en una relación de mutuo respeto, de entrega solidaria y que se cultiva con las más selectas intenciones de encontrar un espacio común de convivencia, donde se debaten ideas, se comparten conocimientos, se ofrece ayuda incondicional y se extiende la mano franca y sincera de una fraterna amistad.

Por eso:

Cuando un amigo se va, se contiene el aliento y se desahoga un grito en silencio, un grito que sacude todo tu ser, porque quieres decir tantas cosas, pero los pensamientos deambulan trastocados por todo tu cuerpo, una lágrima enjuga esa mirada perdida que busca en el horizonte un ápice de consuelo, lloras en silencio, caminas lento y una y otra vez, intentas engañar a tu estado consciente, repitiendole que lo que está pasando no es cierto.

Cuando un amigo se va, se lleva con él una parte muy preciada de tu ser, muere físicamente la amistad, es difícil asimilar que ya no escucharas más su voz, pero más que su voz, el contenido y el valor de sus mensajes de aliento, de motivación, de confianza, de apoyo e incluso de amonestación, es difícil entender que ya no podrás estrechar su mano firme, que brinda seguridad y confort en el devenir de las emociones de la vida.

Cuando un amigo se va, también es el cómplice perfecto de tus sueños, de tus añoranzas, de tus vagancias ocasionales, se lleva irremediablemente con él su sonrisa, sus conocimientos, su experiencia y hasta sus puntos álgidos, dejando un hueco profundo imposible de llenar.

Cuando un amigo se va, quedar mutilado emocionalmente, a la mano le faltan dedos, al día le falta la luz y a la noche le falta oscuridad, el alma se marchita porque se llena de luto, de un luto que intenta encontrar consuelo en el recuerdo, y vienen a la mente las sonrisas, los problemas, los consejos, el ejemplo y hasta el silencio que se compartió con el entrañable amigo.

Cuando un amigo se va, es difícil aceptar su partida, sin embargo, muy en el fondo sabes que debes aceptar la separación, que debes comprender que su misión está cumplida y que deberás de empezar un nuevo ciclo, honrando en todo momento la memoria del excelso amigo.

Cuando un amigo se va, no hay distancia ni circunstancia que impida llegar hasta su cuerpo inerte, para despedirlo como el merece, e intentas expresar con un abrazo, con un gesto, con una palabra y hasta con una lágrima ese sentimiento de dolor que aprisiona el corazón, y quisieras hacerle muchos homenajes, pero en el fondo sabes que el mejor homenaje es llevarlo siempre y en tu mente y en tu corazón.

Cuando un amigo se va, se exprime el corazón, se perturban los pensamientos y se enluta el alma.

En paz descansa amigo mío, que en algún momento nos volvemos a encontrar y juntos volveremos a ir más allá.

Palabras con mucho respeto, admiración y eterno agradecimiento, para mí siempre amigo, a tres años de su partida.