/ jueves 19 de agosto de 2021

Punto gélido | Combatientes del fuego

Lengüetas de fuego que se desbordan en el espacio cerrado o que corren sin control a donde el viento las impulsa, calor que sofoca, que descompone, que ruboriza la piel, que reseca hasta el mismo aliento, no hay barreras suficientes que contengan el bravío paso del fuego, que como un tirano consume hasta el último fragmento de material. En medio de esa densa y gigantesca cortina de humo con matices salpicados del rojo intenso, de un gris nostalgia y un oscuro fúnebre, se produce esa metamorfosis donde lo visible se hace invisible, dejando solo una huella negra, con un olor a melancolía , a destrucción, a un puñado de dolor, a un puñado de ceniza como fiel testimonio de lo que fue y en un breve instante se perdió.

La llamada es de emergencia, no hay tiempo para las dudas; el hermano, el ciudadano, el ser vivo esta en peligro, más allá de un patrimonio forjado a base del esfuerzo y el sacrificio. Y allá van los héroes si capa, guiados por su espíritu de servicio y sostenidos por su férrea vocación de cumplir con su misión, son ellos, los bomberos. A bordo de su emblemático vehículo, dejan escuchar el canto estremecedor de las sirenas a todo volumen, intentan desesperados abrirse paso en medio del pesado tráfico cotidiano de la gran urbe, el color rojo de sus torretas pretende avisar a los transeúntes que hay un incendio que sofocar y por si no fuera suficiente, la tradicional campana con su característico sonido, que les da un toque distintivo, de tradición y que quizás haga referencia al misticismo de una fe que los protege.

Después de derrotar al monstro que representa el carrusel de hormigas que deambulan por la ciudad, maniobrando estoicamente sus pesadas unidades, llega el momento de la verdad, el dragón de mil cabezas está frente a sí, escupiendo fuego sin control, como si fuera un ente poseído, su voracidad no reconoce ni respeta nada ni a nadie. Es la ocasión para que los combatientes del fuego entren en acción, por delante va su bendición y su deseo genuino de servir, después, es el momento de echar mano de su experiencia, de su capacidad, de su preparación, de su fortaleza y también, como en la mayoría de los casos, de su insuficiente equipo.

No hay lugar para las equivocaciones o para acciones titubeantes, la vida propia y la de las demás personas están sobre la mesa del peligro, el espíritu de cuerpo los hace fuertes, la lucha coordinada los hará triunfar frente al dragón de fuego, no sin antes enfrentar momentos complicados, arduos, sofocantes, donde el más mínimo error puede representar la pequeña o la gran diferencia de regresar o no al cuartel.

En medio del cansancio y de un escenario que huele a carbón, que aún desprende calor y sabe a humo, aparecen victoriosos los combatientes del fuego, en su piel, en su cuerpo y en su equipo se muestran las huellas de la batalla, paradójicamente se han deshidratado, mientras ellos esparcían miles de litros de agua, para vencer al enemigo de ocasión.

Con la satisfacción de haber cumplido una vez más su misión, regresan a donde su cuartel, sabiendo que al menos por esta ocasión, también regresarán a casa con bien, donde su familia los espera con los brazos abiertos, en medio de la angustia y la zozobra que se vuelve una acompañante permanente. Con tristeza ese reconocimiento suele ser huérfano en medio de una sociedad exigente y convulsa.

Los combatientes del fuego, son esos seres extraordinarios que permanentemente arriesgan su propia vida, para cumplir su heroica misión de servir.

Para todos y cada uno de ellos, los Bomberos, simplemente GRACIAS…

LEONCIO DURÁN GARIBAY | ING. INDUSTRIAL

Lengüetas de fuego que se desbordan en el espacio cerrado o que corren sin control a donde el viento las impulsa, calor que sofoca, que descompone, que ruboriza la piel, que reseca hasta el mismo aliento, no hay barreras suficientes que contengan el bravío paso del fuego, que como un tirano consume hasta el último fragmento de material. En medio de esa densa y gigantesca cortina de humo con matices salpicados del rojo intenso, de un gris nostalgia y un oscuro fúnebre, se produce esa metamorfosis donde lo visible se hace invisible, dejando solo una huella negra, con un olor a melancolía , a destrucción, a un puñado de dolor, a un puñado de ceniza como fiel testimonio de lo que fue y en un breve instante se perdió.

La llamada es de emergencia, no hay tiempo para las dudas; el hermano, el ciudadano, el ser vivo esta en peligro, más allá de un patrimonio forjado a base del esfuerzo y el sacrificio. Y allá van los héroes si capa, guiados por su espíritu de servicio y sostenidos por su férrea vocación de cumplir con su misión, son ellos, los bomberos. A bordo de su emblemático vehículo, dejan escuchar el canto estremecedor de las sirenas a todo volumen, intentan desesperados abrirse paso en medio del pesado tráfico cotidiano de la gran urbe, el color rojo de sus torretas pretende avisar a los transeúntes que hay un incendio que sofocar y por si no fuera suficiente, la tradicional campana con su característico sonido, que les da un toque distintivo, de tradición y que quizás haga referencia al misticismo de una fe que los protege.

Después de derrotar al monstro que representa el carrusel de hormigas que deambulan por la ciudad, maniobrando estoicamente sus pesadas unidades, llega el momento de la verdad, el dragón de mil cabezas está frente a sí, escupiendo fuego sin control, como si fuera un ente poseído, su voracidad no reconoce ni respeta nada ni a nadie. Es la ocasión para que los combatientes del fuego entren en acción, por delante va su bendición y su deseo genuino de servir, después, es el momento de echar mano de su experiencia, de su capacidad, de su preparación, de su fortaleza y también, como en la mayoría de los casos, de su insuficiente equipo.

No hay lugar para las equivocaciones o para acciones titubeantes, la vida propia y la de las demás personas están sobre la mesa del peligro, el espíritu de cuerpo los hace fuertes, la lucha coordinada los hará triunfar frente al dragón de fuego, no sin antes enfrentar momentos complicados, arduos, sofocantes, donde el más mínimo error puede representar la pequeña o la gran diferencia de regresar o no al cuartel.

En medio del cansancio y de un escenario que huele a carbón, que aún desprende calor y sabe a humo, aparecen victoriosos los combatientes del fuego, en su piel, en su cuerpo y en su equipo se muestran las huellas de la batalla, paradójicamente se han deshidratado, mientras ellos esparcían miles de litros de agua, para vencer al enemigo de ocasión.

Con la satisfacción de haber cumplido una vez más su misión, regresan a donde su cuartel, sabiendo que al menos por esta ocasión, también regresarán a casa con bien, donde su familia los espera con los brazos abiertos, en medio de la angustia y la zozobra que se vuelve una acompañante permanente. Con tristeza ese reconocimiento suele ser huérfano en medio de una sociedad exigente y convulsa.

Los combatientes del fuego, son esos seres extraordinarios que permanentemente arriesgan su propia vida, para cumplir su heroica misión de servir.

Para todos y cada uno de ellos, los Bomberos, simplemente GRACIAS…

LEONCIO DURÁN GARIBAY | ING. INDUSTRIAL