/ jueves 24 de septiembre de 2020

Pradera seca

Con interés profundo mi vista busca en el infinito horizonte, el vaivén interminable de las hiervas provocado por el suave viento al caer la fresca tarde, el verde intenso y abundante salpicado de colores, amarillo, grises y ocre que adornan la pradera como un bello mantel tejido por las manos de la naturaleza, por las mañanas los rayos del sol que se reflejan en el rocío que cubre cada hoja, cada tallo, cada flor, para luego deslizarse suavemente acariciando a cada planta hasta llegar a la tierra para nutrirla de esa humedad que da fuerza a las raíces, antes de subir al infinito horizonte en forma de vapor que se convierte en las nubes, que visten el cielo de gris, y luego de nuevo refrescar el paisaje con esa brisa, con esa lluvia que cae armónicamente, para hacer cantar los arroyuelos que serpentean el paisaje.

La imaginación se llena de vida al recordar el revoloteo sin aparente sentido de un multitud de mariposas, que juegan alrededor de las flores y danzan agitando sus alas multicolores, los pájaros afinan su canto en las ramas del pequeño arbusto, mientras esperan que los insectos den su mejor brinco para caer directo a sus hambrientos picos, el hombre de campo se ve lleno de vida, vigoroso, alegre, camina al encuentro de su ganado que luce su mejor traje de gala, el campo y su entorno en los meses de agosto y septiembre de esta bella región está en su mejor momento.

Pero la realidad este año desafortunadamente es muy diferente, la bendita lluvia ha brillado por su ausencia, las pocas nubes que adornan el cielo se han vuelto algo tacañas, se resisten a dejar caer la fresca lluvia. La tierra se encuentra sedienta, llena de grietas profundas, los arroyuelos han dejado de cantar y el paisaje luce con uno de sus trajes más tristes de los últimos años, las mariposas se han ido con su espectacular danza a otras praderas, los pájaros han destendido sus alas en busca de mejores horizontes, el hombre de campo mantiene firme su esperanza y no deja de tener fe, a pesar de saber que el manantial de su bolsa cada día está más vacío.

Así el paisaje típico de estas fechas en la región, se encuentra muy lejos de ser ese pintoresco y vigorizante vaivén de hierbas que danzan salpicadas de bellos colores, al ritmo del suave viento y al compás de la refrescante lluvia. La pradera se encuentra seca, las ilusiones se han ido perdiendo con el paso de los días y la realidad supera el optimismo.

La pradera está seca, la naturaleza ha sido caprichosa o simplemente se está cumpliendo un ciclo difícil, sin embargo, para quienes viven de sus frutos, sus expectativas también se han secado. Hoy la lección para todos, una vez más es tan simple como profunda, el agua es sinónimo de abundancia, de alegría, de vida.

La pradera está seca, la esperanza es que en el nuevo ciclo, vuelva a llenarse de esa fructífera vida que la caracteriza.

Con interés profundo mi vista busca en el infinito horizonte, el vaivén interminable de las hiervas provocado por el suave viento al caer la fresca tarde, el verde intenso y abundante salpicado de colores, amarillo, grises y ocre que adornan la pradera como un bello mantel tejido por las manos de la naturaleza, por las mañanas los rayos del sol que se reflejan en el rocío que cubre cada hoja, cada tallo, cada flor, para luego deslizarse suavemente acariciando a cada planta hasta llegar a la tierra para nutrirla de esa humedad que da fuerza a las raíces, antes de subir al infinito horizonte en forma de vapor que se convierte en las nubes, que visten el cielo de gris, y luego de nuevo refrescar el paisaje con esa brisa, con esa lluvia que cae armónicamente, para hacer cantar los arroyuelos que serpentean el paisaje.

La imaginación se llena de vida al recordar el revoloteo sin aparente sentido de un multitud de mariposas, que juegan alrededor de las flores y danzan agitando sus alas multicolores, los pájaros afinan su canto en las ramas del pequeño arbusto, mientras esperan que los insectos den su mejor brinco para caer directo a sus hambrientos picos, el hombre de campo se ve lleno de vida, vigoroso, alegre, camina al encuentro de su ganado que luce su mejor traje de gala, el campo y su entorno en los meses de agosto y septiembre de esta bella región está en su mejor momento.

Pero la realidad este año desafortunadamente es muy diferente, la bendita lluvia ha brillado por su ausencia, las pocas nubes que adornan el cielo se han vuelto algo tacañas, se resisten a dejar caer la fresca lluvia. La tierra se encuentra sedienta, llena de grietas profundas, los arroyuelos han dejado de cantar y el paisaje luce con uno de sus trajes más tristes de los últimos años, las mariposas se han ido con su espectacular danza a otras praderas, los pájaros han destendido sus alas en busca de mejores horizontes, el hombre de campo mantiene firme su esperanza y no deja de tener fe, a pesar de saber que el manantial de su bolsa cada día está más vacío.

Así el paisaje típico de estas fechas en la región, se encuentra muy lejos de ser ese pintoresco y vigorizante vaivén de hierbas que danzan salpicadas de bellos colores, al ritmo del suave viento y al compás de la refrescante lluvia. La pradera se encuentra seca, las ilusiones se han ido perdiendo con el paso de los días y la realidad supera el optimismo.

La pradera está seca, la naturaleza ha sido caprichosa o simplemente se está cumpliendo un ciclo difícil, sin embargo, para quienes viven de sus frutos, sus expectativas también se han secado. Hoy la lección para todos, una vez más es tan simple como profunda, el agua es sinónimo de abundancia, de alegría, de vida.

La pradera está seca, la esperanza es que en el nuevo ciclo, vuelva a llenarse de esa fructífera vida que la caracteriza.