/ viernes 16 de noviembre de 2018

Política sin horizontes

Uno de los estados más deleznables de nuestro tiempo se ha gestado en la política. Cuando se realiza un análisis histórico y filosófico de la humanidad desde el pasado; de inmediato se rescata una visión clara hacia el progreso desde múltiples manifestaciones.

Cada momento de la historia la humanidad ha definido su horizonte y se ha acompañado de estrategias sociales y acuerdos políticos para su consecución. Los grandes imperios, por ejemplo, avizoraban la posibilidad de una gran cultura compartida, las civilizaciones clásicas pensaban en la construcción de un estadio de humanidad superior, durante el medioevo se respiraba la disciplina de una religión universal y la concreción de la ciudad de Dios en la tierra, los renacentistas, los ilustrados, los modernos, todos, todos tenían su horizonte definido y buscaron los medios necesarios en las acciones políticas para conseguir su búsqueda.

Lamentablemente hoy día los proyectos políticos son carentes de ideas y búsquedas colectivas, los proyectos actuales se supeditan a figurines que están procurando por todos los medios su propia escalinata política, el terreno social se ha vaciado de ideas y ha migrado al terreno de los intereses pecuniarios y de poder. Este escenario de egoísmo y vacuidad ha llevado al desencanto generalizado. Hoy la gente, jóvenes, maduros y ancianos desprecian la participación política, cosa que no podría ser más errada.

Las dimensiones perdidas de la política deben ser construidas en un ejercicio social conjunto y en la emergente construcción de nuevos liderazgos, liderazgos que realicen una nueva proyección de futuro y tengan la capacidad de abordar los temas centrales de los grupos humanos en la actualidad. El progreso, la equidad, la aplicación oportuna de la ley, el cuidado del medio ambiente, deben ser algunos de los temas que den fondo a las nuevas posturas políticas.

Debe dejarse de lado esa profunda necedad de pensar que la política es conseguir el crecimiento de un personaje o un grupo político, solo con el fin de administrar los bienes públicos y sobre todo de enriquecerse con ellos. Esa visión sencillamente está caduca para todos y sus mecanismos son un sinsentido de manera clara. Por esa razón las múltiples campañas donde el centro es solo el crecimiento económico por el crecimiento económico ya ni siquiera nos hacen sentido, porque de fondo estamos tan empachados de nuestras necesidades soslayadas y la altísimas exigencias materiales que ya ni siquiera nos enciende un poco la dinámica política por todos conocida.

Una política sin horizontes es lo mismo que aquel que trata de acarrear agua en el recipiente sin fondo; un trabajo absurdo y cansado, que genera mucho trabajo sin ningún resultado.

El quehacer de los filósofos y comentaristas políticos de la actualidad consiste en encontrar un nuevo horizonte para la política, donde el rescate al medio ambiente, el abordaje de ciudades más dignas y menos represoras, la constante búsqueda de la equidad, sea el centro y corazón de toda reflexión.

Debemos recuperar nuestra capacidad de soñar, pero con una habilidad certera para conseguir en la realidad dichos sueños.

Uno de los estados más deleznables de nuestro tiempo se ha gestado en la política. Cuando se realiza un análisis histórico y filosófico de la humanidad desde el pasado; de inmediato se rescata una visión clara hacia el progreso desde múltiples manifestaciones.

Cada momento de la historia la humanidad ha definido su horizonte y se ha acompañado de estrategias sociales y acuerdos políticos para su consecución. Los grandes imperios, por ejemplo, avizoraban la posibilidad de una gran cultura compartida, las civilizaciones clásicas pensaban en la construcción de un estadio de humanidad superior, durante el medioevo se respiraba la disciplina de una religión universal y la concreción de la ciudad de Dios en la tierra, los renacentistas, los ilustrados, los modernos, todos, todos tenían su horizonte definido y buscaron los medios necesarios en las acciones políticas para conseguir su búsqueda.

Lamentablemente hoy día los proyectos políticos son carentes de ideas y búsquedas colectivas, los proyectos actuales se supeditan a figurines que están procurando por todos los medios su propia escalinata política, el terreno social se ha vaciado de ideas y ha migrado al terreno de los intereses pecuniarios y de poder. Este escenario de egoísmo y vacuidad ha llevado al desencanto generalizado. Hoy la gente, jóvenes, maduros y ancianos desprecian la participación política, cosa que no podría ser más errada.

Las dimensiones perdidas de la política deben ser construidas en un ejercicio social conjunto y en la emergente construcción de nuevos liderazgos, liderazgos que realicen una nueva proyección de futuro y tengan la capacidad de abordar los temas centrales de los grupos humanos en la actualidad. El progreso, la equidad, la aplicación oportuna de la ley, el cuidado del medio ambiente, deben ser algunos de los temas que den fondo a las nuevas posturas políticas.

Debe dejarse de lado esa profunda necedad de pensar que la política es conseguir el crecimiento de un personaje o un grupo político, solo con el fin de administrar los bienes públicos y sobre todo de enriquecerse con ellos. Esa visión sencillamente está caduca para todos y sus mecanismos son un sinsentido de manera clara. Por esa razón las múltiples campañas donde el centro es solo el crecimiento económico por el crecimiento económico ya ni siquiera nos hacen sentido, porque de fondo estamos tan empachados de nuestras necesidades soslayadas y la altísimas exigencias materiales que ya ni siquiera nos enciende un poco la dinámica política por todos conocida.

Una política sin horizontes es lo mismo que aquel que trata de acarrear agua en el recipiente sin fondo; un trabajo absurdo y cansado, que genera mucho trabajo sin ningún resultado.

El quehacer de los filósofos y comentaristas políticos de la actualidad consiste en encontrar un nuevo horizonte para la política, donde el rescate al medio ambiente, el abordaje de ciudades más dignas y menos represoras, la constante búsqueda de la equidad, sea el centro y corazón de toda reflexión.

Debemos recuperar nuestra capacidad de soñar, pero con una habilidad certera para conseguir en la realidad dichos sueños.