/ viernes 6 de marzo de 2020

Pensar la vida

De todos los seres que habitan este mundo, existe uno en esencia peculiar; el humano. El ser humano comparte −en demasía− rasgos con otros individuos, pero se distancia de ellos por su capacidad racional y reflexiva. Sólo el ser humano es un ser ético y político. Sólo el ser humano es capaz de cuestionar su existencia y sentido de vida e inserción social. Mientras que otros animales son inteligentes y se adaptan a las circunstancias, pero además ponen en práctica una serie de pautas milenarias, son incapaces de renegar de su naturaleza y estar por encima de ella o transformarla.

El ser humano a diferencia de otros inquilinos de este mundo puede re inventarse en los límites de las leyes que gobiernan la realidad. Entonces por antonomasia el ser humano es un individuo que piensa la vida y su camino.

Somos seres que nos auto definimos y en ese camino vivimos. Pensar la vida es la expresión máxima de humanidad. Cuando se pierde el interés por pensar la vida y definir el camino, se ha eclipsado la humanidad.

Nuestro tiempo es un tiempo mecánico, en el que se ha considerado que todo está escrito y dado. Las personas entran en valores entendidos y dinámicas pre establecidas. Si no se recupera la capacidad reflexiva, el análisis ético, no lograremos el estado de plenitud que directa o indirectamente estamos pensando.

Para pensar la vida debemos cuestionarnos sobre religión, política y ética. Pensar la vida es una impronta necesaria para cada individuo, pero en la que no nos estamos educando.

En el pensar está el decidir, y que la decisión no sea un proceso automático. Pensar la vida humaniza y genera destino.

Es un compromiso inexorable promover una nueva visión en las generaciones, una más crítica, volver al esquema de la sorpresa y la incertidumbre.

Es necesario arribar a una nueva era de la duda, regresar al análisis de los valores y el destino, sustituir el materialismo exagerado por una espiritualidad filosófica y científica. Debemos volver al origen de la humanidad en la conservación social y humana.

El garante del éxito de la humanidad estará en la revaloración del pensamiento de la vida y la preocupación por los demás.

Pensar la vida es pensar la vida en comunidad.

De todos los seres que habitan este mundo, existe uno en esencia peculiar; el humano. El ser humano comparte −en demasía− rasgos con otros individuos, pero se distancia de ellos por su capacidad racional y reflexiva. Sólo el ser humano es un ser ético y político. Sólo el ser humano es capaz de cuestionar su existencia y sentido de vida e inserción social. Mientras que otros animales son inteligentes y se adaptan a las circunstancias, pero además ponen en práctica una serie de pautas milenarias, son incapaces de renegar de su naturaleza y estar por encima de ella o transformarla.

El ser humano a diferencia de otros inquilinos de este mundo puede re inventarse en los límites de las leyes que gobiernan la realidad. Entonces por antonomasia el ser humano es un individuo que piensa la vida y su camino.

Somos seres que nos auto definimos y en ese camino vivimos. Pensar la vida es la expresión máxima de humanidad. Cuando se pierde el interés por pensar la vida y definir el camino, se ha eclipsado la humanidad.

Nuestro tiempo es un tiempo mecánico, en el que se ha considerado que todo está escrito y dado. Las personas entran en valores entendidos y dinámicas pre establecidas. Si no se recupera la capacidad reflexiva, el análisis ético, no lograremos el estado de plenitud que directa o indirectamente estamos pensando.

Para pensar la vida debemos cuestionarnos sobre religión, política y ética. Pensar la vida es una impronta necesaria para cada individuo, pero en la que no nos estamos educando.

En el pensar está el decidir, y que la decisión no sea un proceso automático. Pensar la vida humaniza y genera destino.

Es un compromiso inexorable promover una nueva visión en las generaciones, una más crítica, volver al esquema de la sorpresa y la incertidumbre.

Es necesario arribar a una nueva era de la duda, regresar al análisis de los valores y el destino, sustituir el materialismo exagerado por una espiritualidad filosófica y científica. Debemos volver al origen de la humanidad en la conservación social y humana.

El garante del éxito de la humanidad estará en la revaloración del pensamiento de la vida y la preocupación por los demás.

Pensar la vida es pensar la vida en comunidad.