/ miércoles 26 de diciembre de 2018

Payaso de fieltro

La algarabía de la Navidad recorre presurosa cada rincón de nuestra ciudad, de nuestros hogares y hasta de nuestro ser, la alegría de recibir al Niño en el mejor de los casos, nos dispone a vivir esta época de una manera diferente, envueltos en la armonía, la paz, la reflexión.

Sin embargo, en este maremoto de compras, productos y congestionamientos, en ocasiones resulta difícil descubrir, percibir y ser conscientes de las necesidades del hermano, de las necesidades de esas personas con las que a diario convivimos como ciudadanos, nos duelen los ojos, nos tiembla la voluntad y nos abraza el egoísmo, por ello preferimos refugiarnos en nuestra zona de confort, satisfacer nuestras necesidades y con frecuencia embriagarnos con los placeres de los excesos.

La soberbia nos invade y preferimos pensar que la Navidad llega a todos los hogares por igual, que en cada mesa habrá un plato especial de comida caliente, con abundancia y variedad, que al pie de cada Árbol de Navidad habrá siempre muchos regalos, que la esperanza de cada niño de recibir un juguete, es cuestión sólo de hacer una carta o expresar un deseo.

Pero las apariencias con frecuencia nos engañan, como muestra un botón:

Doña Elena vive en el primer cuadro de nuestra ciudad, la fachada de su casa a simple vista no dice mucho, es difícil imaginar la realidad que se vive tras la puerta de aquella sencilla vivienda. Pero es Navidad y, por encargo de unos buenos amigos, acudimos a ese domicilio a llevar una cena navideña, son las 5 de la tarde, las tinieblas empiezan a deslizarse sobre la calle, tocamos la puerta y a lo lejos se escucha la voz de Doña Elena, ¡ahí voy!, ¡ahí voy!, tras un momento abre la puerta, nos presentamos y le explicamos el motivo de la visita, ella nos extiende su mano; una mano que se siente rasposa y con muchos callos.

Ella no sabe qué hacer, por un momento duda en darnos el pase, finalmente nos invita a pasar, nos guía por un largo y obscuro pasillo, con insistencia nos pide que no nos fijemos en las condiciones de su hogar, luego nos indica que hay que subir por una improvisada escalera a un segundo piso, ¡pasen, pasen!, mientras muestra su angustia frotándose sus trabajadas manos.

Aquí es mi cocina; al fondo un calentón de leña, la mesa es un viejo bote de esos de 200 litros, y un par de tablas atravesadas que sirven de repisa, dejamos la cena sobre su mesa y luego nos invita a pasar a su recámara, ahí están un par de camas, en una de ellas está su hija, quien tiene una enfermedad que la mantiene de forma permanente en cama, doña Elena le habla de forma muy amorosa a su hija, mientras nos explica que es la razón de su existir.

Regresamos a la cocina y, ya con más confianza; Doña Elena nos sigue platicando de su vida, nos explica que para subsistir trabaja en lo que la ocupen, que en ocasiones trabaja juntando piedra y arena, también sale de su casa para juntar leña, para usarlo como combustible. Pero siempre que sale lo hace con mucha preocupación pues tiene que dejar sola a su hija, incluso la tiene que amarrar a la cama para que no se vaya a caer.

También nos comparte que cuando está en casa se dedica a hacer manualidades, coronas, tapetes, adornos navideños, de pronto se da la vuelta y se dirige al otro cuarto, regresa con algunas manualidades entre sus manos, están son mis “cochinaditas” que hago para vender.

Entre sus adornos llevaba un payaso de fieltro, un payaso que cautivó de inmediato nuestra atención, por el contraste que representaba. Por un lado, las limitaciones materiales en su hogar y por otro la belleza, la alegría y la pureza de su corazón plasmados en su obra de arte.

Con un nudo en la garganta nos despedimos de Doña Elena, con una lección de vida, de amor, de lucha, de entrega, creo que con el espíritu de la navidad más presente que nunca.

El Payaso de Fieltro hoy está colocado en la puerta de la casa de mi familia, para que cada vez que entremos en ella, valoremos las bendiciones que hemos recibido y principalmente para que nos recuerde, que siempre debemos ver al hermano como hermano.

leon7dg@hotmail.com

La algarabía de la Navidad recorre presurosa cada rincón de nuestra ciudad, de nuestros hogares y hasta de nuestro ser, la alegría de recibir al Niño en el mejor de los casos, nos dispone a vivir esta época de una manera diferente, envueltos en la armonía, la paz, la reflexión.

Sin embargo, en este maremoto de compras, productos y congestionamientos, en ocasiones resulta difícil descubrir, percibir y ser conscientes de las necesidades del hermano, de las necesidades de esas personas con las que a diario convivimos como ciudadanos, nos duelen los ojos, nos tiembla la voluntad y nos abraza el egoísmo, por ello preferimos refugiarnos en nuestra zona de confort, satisfacer nuestras necesidades y con frecuencia embriagarnos con los placeres de los excesos.

La soberbia nos invade y preferimos pensar que la Navidad llega a todos los hogares por igual, que en cada mesa habrá un plato especial de comida caliente, con abundancia y variedad, que al pie de cada Árbol de Navidad habrá siempre muchos regalos, que la esperanza de cada niño de recibir un juguete, es cuestión sólo de hacer una carta o expresar un deseo.

Pero las apariencias con frecuencia nos engañan, como muestra un botón:

Doña Elena vive en el primer cuadro de nuestra ciudad, la fachada de su casa a simple vista no dice mucho, es difícil imaginar la realidad que se vive tras la puerta de aquella sencilla vivienda. Pero es Navidad y, por encargo de unos buenos amigos, acudimos a ese domicilio a llevar una cena navideña, son las 5 de la tarde, las tinieblas empiezan a deslizarse sobre la calle, tocamos la puerta y a lo lejos se escucha la voz de Doña Elena, ¡ahí voy!, ¡ahí voy!, tras un momento abre la puerta, nos presentamos y le explicamos el motivo de la visita, ella nos extiende su mano; una mano que se siente rasposa y con muchos callos.

Ella no sabe qué hacer, por un momento duda en darnos el pase, finalmente nos invita a pasar, nos guía por un largo y obscuro pasillo, con insistencia nos pide que no nos fijemos en las condiciones de su hogar, luego nos indica que hay que subir por una improvisada escalera a un segundo piso, ¡pasen, pasen!, mientras muestra su angustia frotándose sus trabajadas manos.

Aquí es mi cocina; al fondo un calentón de leña, la mesa es un viejo bote de esos de 200 litros, y un par de tablas atravesadas que sirven de repisa, dejamos la cena sobre su mesa y luego nos invita a pasar a su recámara, ahí están un par de camas, en una de ellas está su hija, quien tiene una enfermedad que la mantiene de forma permanente en cama, doña Elena le habla de forma muy amorosa a su hija, mientras nos explica que es la razón de su existir.

Regresamos a la cocina y, ya con más confianza; Doña Elena nos sigue platicando de su vida, nos explica que para subsistir trabaja en lo que la ocupen, que en ocasiones trabaja juntando piedra y arena, también sale de su casa para juntar leña, para usarlo como combustible. Pero siempre que sale lo hace con mucha preocupación pues tiene que dejar sola a su hija, incluso la tiene que amarrar a la cama para que no se vaya a caer.

También nos comparte que cuando está en casa se dedica a hacer manualidades, coronas, tapetes, adornos navideños, de pronto se da la vuelta y se dirige al otro cuarto, regresa con algunas manualidades entre sus manos, están son mis “cochinaditas” que hago para vender.

Entre sus adornos llevaba un payaso de fieltro, un payaso que cautivó de inmediato nuestra atención, por el contraste que representaba. Por un lado, las limitaciones materiales en su hogar y por otro la belleza, la alegría y la pureza de su corazón plasmados en su obra de arte.

Con un nudo en la garganta nos despedimos de Doña Elena, con una lección de vida, de amor, de lucha, de entrega, creo que con el espíritu de la navidad más presente que nunca.

El Payaso de Fieltro hoy está colocado en la puerta de la casa de mi familia, para que cada vez que entremos en ella, valoremos las bendiciones que hemos recibido y principalmente para que nos recuerde, que siempre debemos ver al hermano como hermano.

leon7dg@hotmail.com