/ miércoles 8 de julio de 2020

Palabras Mágicas

Las palabras nos crean además de conceptos también sensaciones. En ocasiones no las entendemos pero podemos sentirlas. Recuerdo cuando era niño y me gustaban las poesías, no podía entenderlas pero algo en ellas me atraía al leerlas en voz alta. También me ha tocado aplaudir discursos sin entender cabalmente el concepto y la intención de las palabras, solo porque el orador incitó algo en mi espíritu que me impulsa a emocionarme y aplaudir aun sin entender del todo. Existe un hecho mágico en las palabras. Un hecho poderoso a través de ellas. En mi caso me han acompañado siempre, pues no soy hijo de licenciado sino de un locutor que se ha ganado la vida honradamente con palabras. A continuación voy a citar un ejemplo de cómo las sensaciones traspasan conceptos y también palabras.

Voy a citar el capítulo 68 de la novela Rayuela de Julio Cortazar, un escritor consumado de talla mundial. Si pueden leerlo en voz alta, con sus debidos acentos, puntos, comas y entonación, el efecto sensacional es mayor.

“Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.”

De ninguna manera soy un erudito que entiende todas las palabras, les subrayo todas aquellas que leí por primera vez. Desconozco tal vez más de la mitad. Son bastantes, sí, creo que debo ampliar mi vocabulario. Sin embargo el escritor consiguió su objetivo al escribir directo a emociones humanas descifrables e indescifrables. Entiendo cuando son verbos, sustantivos o adjetivos sin entender el significado, puedo recrear una imagen y algunas sensaciones. Una especie de clave Morse, de un nuevo lenguaje como cuando hablamos en F para crear nuestro propio dialecto. Como cuando conspiramos con alguien que nos entiende y no necesitamos tantas palabras para comunicarnos. No cabe duda que la moral es importante e indispensable en el desarrollo de una sociedad saludable, sin embargo las palabras en el caso de la literatura traspasan aun la moral. Bien se dice que la literatura es amoral. No inmoral, si no amoral. Porque el arte puede cruzar el umbral de todos los conceptos que crean las palabras.

El efecto de las palabras puede ir más profundo que una comprensión racional. Tienen más poder del que podemos imaginar, en una ocasión anterior comenté sobre el poder de la oración, por ejemplo, o los mantras. Podemos experimentar magia, milagros, o sensaciones desconocidas en nuestra simple tercera dimensión en que nos movemos.

Las palabras nos crean además de conceptos también sensaciones. En ocasiones no las entendemos pero podemos sentirlas. Recuerdo cuando era niño y me gustaban las poesías, no podía entenderlas pero algo en ellas me atraía al leerlas en voz alta. También me ha tocado aplaudir discursos sin entender cabalmente el concepto y la intención de las palabras, solo porque el orador incitó algo en mi espíritu que me impulsa a emocionarme y aplaudir aun sin entender del todo. Existe un hecho mágico en las palabras. Un hecho poderoso a través de ellas. En mi caso me han acompañado siempre, pues no soy hijo de licenciado sino de un locutor que se ha ganado la vida honradamente con palabras. A continuación voy a citar un ejemplo de cómo las sensaciones traspasan conceptos y también palabras.

Voy a citar el capítulo 68 de la novela Rayuela de Julio Cortazar, un escritor consumado de talla mundial. Si pueden leerlo en voz alta, con sus debidos acentos, puntos, comas y entonación, el efecto sensacional es mayor.

“Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.”

De ninguna manera soy un erudito que entiende todas las palabras, les subrayo todas aquellas que leí por primera vez. Desconozco tal vez más de la mitad. Son bastantes, sí, creo que debo ampliar mi vocabulario. Sin embargo el escritor consiguió su objetivo al escribir directo a emociones humanas descifrables e indescifrables. Entiendo cuando son verbos, sustantivos o adjetivos sin entender el significado, puedo recrear una imagen y algunas sensaciones. Una especie de clave Morse, de un nuevo lenguaje como cuando hablamos en F para crear nuestro propio dialecto. Como cuando conspiramos con alguien que nos entiende y no necesitamos tantas palabras para comunicarnos. No cabe duda que la moral es importante e indispensable en el desarrollo de una sociedad saludable, sin embargo las palabras en el caso de la literatura traspasan aun la moral. Bien se dice que la literatura es amoral. No inmoral, si no amoral. Porque el arte puede cruzar el umbral de todos los conceptos que crean las palabras.

El efecto de las palabras puede ir más profundo que una comprensión racional. Tienen más poder del que podemos imaginar, en una ocasión anterior comenté sobre el poder de la oración, por ejemplo, o los mantras. Podemos experimentar magia, milagros, o sensaciones desconocidas en nuestra simple tercera dimensión en que nos movemos.

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