/ martes 23 de febrero de 2021

¡Oh dulce febrero!

Llega febrero, con sus locuras y sus caprichos de poeta. El cielo ensaya fisionomías como una coquetuela incorregible. Se paramenta de todos los colores, y estrena diariamente nuevas blondas, nuevos crespones, nuevas muselinas de nubes. A veces se prende todos sus diamantes, a veces ostenta únicamente un solitario de aguas infinitas: sirio. En las tardes se viste de colores discretos crema, lila pálida, rosa muerto.

Me place febrero más que etapa alguna del año. Es un mes poeta, original y elegante. Es un mes de buen gusto; un mes que ha comprendido el viejo proverbio italiano: per troppo variare natura e bella,

Ecléctico habilísimo, toma para si todas las bellezas de los otros meses y las exhibe como en un delicioso cosmorama. No se parece jamás a sí mismo, se renueva constantemente, y si ayer desato, en pleno medio día, sus collares de perlas granizadas y, palacio opulento, se entretuvo en apedrear con ellas los techos, produciendo en las pizarras y en los cristales músicas no oídas, hoy se envuelve con velos de viuda, y llora inconsolable; y mañana afilará rayos de sol para herir las nubes y reirá como un loco por todos los claros donde asoma el cielo azul.

Ya encapotara las noches con nubes gruesas, ya, tornándose romántico como una niña soñadora, hará que surjan en la altura, entre los pabellones de los cirrus o entre el algodón escardado de los celajes, algunas estrellas meditabundas.

Solo tú, ¡oh febrero!, ¡eres distinguido, hábilmente excéntrico y encantador!

Yo te amo cuando nos traes una reminiscencia de los ancianos inviernos, y te amo cuando envías por el cielo tus ejércitos de nubes, yo te amo cuando estremeces con cierzos querellosos los tallos de los rosales y te amo cuando desfloras el rostro de aquella linda muchacha que pasa airosamente por el boulevard, con besos de aura tibia y acariciadora ( tú sabes de quien hablo, oh febrero, pero no lo digas): yo te amo cuando vistes el valle de neblinas blancas como a desposada que aguarda a un novio invisible, y te amo cuando te coronas de luna y de asperjas tu manto con salpiques de estrellas.

Sigue, mi señor, dando amplio vuelo a tus caprichos; veré en ellos siempre el sello patricio de tu elegancia suprema. Sigue, mi señor, empenachándote de nubes o revistiéndote de estrellas: yo te llamare mi rey cuando las nubes te empenaches, y mi rey te llamare cuando de estrellas te revistas.

Primavera hasta mañana.

Cortesía Del Dr. Jorge Peña Rivera


Llega febrero, con sus locuras y sus caprichos de poeta. El cielo ensaya fisionomías como una coquetuela incorregible. Se paramenta de todos los colores, y estrena diariamente nuevas blondas, nuevos crespones, nuevas muselinas de nubes. A veces se prende todos sus diamantes, a veces ostenta únicamente un solitario de aguas infinitas: sirio. En las tardes se viste de colores discretos crema, lila pálida, rosa muerto.

Me place febrero más que etapa alguna del año. Es un mes poeta, original y elegante. Es un mes de buen gusto; un mes que ha comprendido el viejo proverbio italiano: per troppo variare natura e bella,

Ecléctico habilísimo, toma para si todas las bellezas de los otros meses y las exhibe como en un delicioso cosmorama. No se parece jamás a sí mismo, se renueva constantemente, y si ayer desato, en pleno medio día, sus collares de perlas granizadas y, palacio opulento, se entretuvo en apedrear con ellas los techos, produciendo en las pizarras y en los cristales músicas no oídas, hoy se envuelve con velos de viuda, y llora inconsolable; y mañana afilará rayos de sol para herir las nubes y reirá como un loco por todos los claros donde asoma el cielo azul.

Ya encapotara las noches con nubes gruesas, ya, tornándose romántico como una niña soñadora, hará que surjan en la altura, entre los pabellones de los cirrus o entre el algodón escardado de los celajes, algunas estrellas meditabundas.

Solo tú, ¡oh febrero!, ¡eres distinguido, hábilmente excéntrico y encantador!

Yo te amo cuando nos traes una reminiscencia de los ancianos inviernos, y te amo cuando envías por el cielo tus ejércitos de nubes, yo te amo cuando estremeces con cierzos querellosos los tallos de los rosales y te amo cuando desfloras el rostro de aquella linda muchacha que pasa airosamente por el boulevard, con besos de aura tibia y acariciadora ( tú sabes de quien hablo, oh febrero, pero no lo digas): yo te amo cuando vistes el valle de neblinas blancas como a desposada que aguarda a un novio invisible, y te amo cuando te coronas de luna y de asperjas tu manto con salpiques de estrellas.

Sigue, mi señor, dando amplio vuelo a tus caprichos; veré en ellos siempre el sello patricio de tu elegancia suprema. Sigue, mi señor, empenachándote de nubes o revistiéndote de estrellas: yo te llamare mi rey cuando las nubes te empenaches, y mi rey te llamare cuando de estrellas te revistas.

Primavera hasta mañana.

Cortesía Del Dr. Jorge Peña Rivera