/ jueves 19 de diciembre de 2019

Oda a la familia

Origen de la virtud y los vicios, espacio de encuentro y auto conocimiento, el lugar donde todas las emociones se originan y se extinguen; la familia.

Padres, madres, hijos, abuelos, tías, tíos y amigos todos ellos entonaciones dulces frente al buen entendimiento, incluso donde hubo dolor, pues ahí se vivió.

Nuestra familia es la dialéctica milenaria entre la existencia humana en grupo. Es pues el resultado de miles de experiencias y generaciones que nos antecedieron. Somos entonces el reflejo de nuestro pasado pero también del grupo que nos dio origen.

Sólo en el seno de una familia se experimenta todo; pues no somos islas dijo el filósofo. La vida pública es incomoda cuando no se ha aprendido primero de los nuestros, a vivir unidos por el corazón y el fuerte deseo de revelarnos a nosotros mismos y descubrir en lo propio el origen del amor.

La sonrisa materna, la fuerza del padre, la ternura de los abuelos, el respaldo fraternal todo ello es un instante insustituible al alma humana. Donde el niño se hace hombre y la niña mujer, es donde nuestra auto exploración se concreta y nos define como individuos.

Falso humo ese de la “completa libertad”, pues la familia nos completa y nos hace verdaderamente libres, pues nos hace entender nuestros límites, quedamos sumisos a las leyes del tiempo y la naturaleza, el ser nunca se auto determina por completo, sino que siempre es una emanación de su historia, naturaleza y decisión.

Indisoluble material del ser humano, porque aunque las voluntades externas traten de aniquilar ese espacio divino en el bullicio y la confusión, siempre al final el camino se ilumina y la familia triunfa. Su disolución es sólo el deseo de quienes son infelices.

Construir familia es el garante más sólido y evidente de todo hombre y mujer, pues el talante generoso es el que puede vivir en convivencia y estrechando lazos fuertes.

Pobres de aquellos que no pudieron hacer o estar en familia, pues se ha vaciado con seguridad todo anhelo y deseo por crear. Infelices callados o aferrados a contagiar esa nubilosa experiencia a segadora del corazón. Pero siempre la proclividad latente lleva a cada persona a buscar la unión espiritual con otro.

Que nuestros deseos no mermen ni se extingan, pero que siempre se sobre pongan a ellos la súbita decisión de procurar un bien mayor desde la alteridad y el cuidado de los que amamos. Que el amor se traduzca siempre en vida en conjunto y que el tácito deseo de la humanidad se exprese en una oda, una composición hecha de amor; la familia.

Origen de la virtud y los vicios, espacio de encuentro y auto conocimiento, el lugar donde todas las emociones se originan y se extinguen; la familia.

Padres, madres, hijos, abuelos, tías, tíos y amigos todos ellos entonaciones dulces frente al buen entendimiento, incluso donde hubo dolor, pues ahí se vivió.

Nuestra familia es la dialéctica milenaria entre la existencia humana en grupo. Es pues el resultado de miles de experiencias y generaciones que nos antecedieron. Somos entonces el reflejo de nuestro pasado pero también del grupo que nos dio origen.

Sólo en el seno de una familia se experimenta todo; pues no somos islas dijo el filósofo. La vida pública es incomoda cuando no se ha aprendido primero de los nuestros, a vivir unidos por el corazón y el fuerte deseo de revelarnos a nosotros mismos y descubrir en lo propio el origen del amor.

La sonrisa materna, la fuerza del padre, la ternura de los abuelos, el respaldo fraternal todo ello es un instante insustituible al alma humana. Donde el niño se hace hombre y la niña mujer, es donde nuestra auto exploración se concreta y nos define como individuos.

Falso humo ese de la “completa libertad”, pues la familia nos completa y nos hace verdaderamente libres, pues nos hace entender nuestros límites, quedamos sumisos a las leyes del tiempo y la naturaleza, el ser nunca se auto determina por completo, sino que siempre es una emanación de su historia, naturaleza y decisión.

Indisoluble material del ser humano, porque aunque las voluntades externas traten de aniquilar ese espacio divino en el bullicio y la confusión, siempre al final el camino se ilumina y la familia triunfa. Su disolución es sólo el deseo de quienes son infelices.

Construir familia es el garante más sólido y evidente de todo hombre y mujer, pues el talante generoso es el que puede vivir en convivencia y estrechando lazos fuertes.

Pobres de aquellos que no pudieron hacer o estar en familia, pues se ha vaciado con seguridad todo anhelo y deseo por crear. Infelices callados o aferrados a contagiar esa nubilosa experiencia a segadora del corazón. Pero siempre la proclividad latente lleva a cada persona a buscar la unión espiritual con otro.

Que nuestros deseos no mermen ni se extingan, pero que siempre se sobre pongan a ellos la súbita decisión de procurar un bien mayor desde la alteridad y el cuidado de los que amamos. Que el amor se traduzca siempre en vida en conjunto y que el tácito deseo de la humanidad se exprese en una oda, una composición hecha de amor; la familia.