/ domingo 6 de septiembre de 2020

Nuevas Fuerzas

En nuestro paso por este mundo, nuestra actitud puede ser mucho más crítica durante los tiempos difíciles por los que todos atravesamos en algún momento. Es en esos tiempos que podemos llegar a tener la tentación de caer en la desesperación y el pánico, y tomar decisiones con una actitud equivocada, y desde luego no con los mejores resultados.

Cuando en esos tiempos nos venimos en picada y nos estrellamos, podemos tener una reacción equivocada. Sin darnos cuenta, solemos muy a menudo hacer una montaña de un solo grano de arena, es decir, que hacemos en ocasiones el problema más grande de lo que en realidad es, haciendo que la solución sea más peligrosa que el problema mismo.

Las dificultades pueden llegar a ser un verdadero problema y convertirse en nuestros peores enemigos si lo permitimos. O pueden convertirse en nuestros aliados acercándonos a Dios y ver su amor y poder infinitos “sacándonos del pozo de la desesperación y del lodo cenagoso” (salmo 40:2) A la luz de esta palabra, permítame decirle que los más importante es lo que sucede en nosotros, no a nosotros. Pero cuando logramos comprender que Dios es más grande que nuestro problema, será entonces que las pruebas de la vida lejos de debilitarnos, nos harán más fuertes, y “el débil dirá fuerte soy” (Joel 3:10) Y por medio del profeta Isaías, el Señor nos dice:” Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. (Isaías 40:31) Las pruebas no solo nos hacen más fuertes, sino que también pueden hacer más fuerte y firme nuestra relación con Dios.

Ante las adversidades, jamás diga “no puedo más renuncio” Pues el resultado entre esa declaración, y saber esperar paciente en Dios, determinará el destino final de la vida. A la luz de la Palabra de Dios, los problemas pueden llegar a ser buenos en su momento cuando confiamos en Dios, Santiago 1:2-4 dice: “Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia, y que la paciencia ha de tener su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada”

Creo que nos sería bueno recordar que los problemas no son eternos, como dice un proverbio humano: “No hay mal que dure cien años” Se de antemano que no es fácil recordar esto cuando nos encontramos en medio de la turbulencia, pues sentimos en esa hora que los problemas nos consumen, pero el amor y poder de Dios sí son eternos.

En cierta ocasión leí que los corredores reciben fuerzas al correr. Dicen que reciben un segundo impulso, una nueva fuerza, que sienten que podrían correr todo el día sin parar. ¿Cuál es el secreto? Correr hasta conseguir su segundo impulso. Sin duda que la primera parte es difícil y dolorosa, pero la segunda que les permite llegar a la meta es más fácil y gratificante.

Así en la vida sigamos corriendo hasta que el auxilio Divino nos dé un nuevo ánimo para seguir en la carrera de la vida y llegar con éxito a nuestro destino final.

Deseo terminar la reflexión de hoy dejando Hebreos 12:1-3 en su corazón: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar”.

Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.

En nuestro paso por este mundo, nuestra actitud puede ser mucho más crítica durante los tiempos difíciles por los que todos atravesamos en algún momento. Es en esos tiempos que podemos llegar a tener la tentación de caer en la desesperación y el pánico, y tomar decisiones con una actitud equivocada, y desde luego no con los mejores resultados.

Cuando en esos tiempos nos venimos en picada y nos estrellamos, podemos tener una reacción equivocada. Sin darnos cuenta, solemos muy a menudo hacer una montaña de un solo grano de arena, es decir, que hacemos en ocasiones el problema más grande de lo que en realidad es, haciendo que la solución sea más peligrosa que el problema mismo.

Las dificultades pueden llegar a ser un verdadero problema y convertirse en nuestros peores enemigos si lo permitimos. O pueden convertirse en nuestros aliados acercándonos a Dios y ver su amor y poder infinitos “sacándonos del pozo de la desesperación y del lodo cenagoso” (salmo 40:2) A la luz de esta palabra, permítame decirle que los más importante es lo que sucede en nosotros, no a nosotros. Pero cuando logramos comprender que Dios es más grande que nuestro problema, será entonces que las pruebas de la vida lejos de debilitarnos, nos harán más fuertes, y “el débil dirá fuerte soy” (Joel 3:10) Y por medio del profeta Isaías, el Señor nos dice:” Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. (Isaías 40:31) Las pruebas no solo nos hacen más fuertes, sino que también pueden hacer más fuerte y firme nuestra relación con Dios.

Ante las adversidades, jamás diga “no puedo más renuncio” Pues el resultado entre esa declaración, y saber esperar paciente en Dios, determinará el destino final de la vida. A la luz de la Palabra de Dios, los problemas pueden llegar a ser buenos en su momento cuando confiamos en Dios, Santiago 1:2-4 dice: “Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia, y que la paciencia ha de tener su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada”

Creo que nos sería bueno recordar que los problemas no son eternos, como dice un proverbio humano: “No hay mal que dure cien años” Se de antemano que no es fácil recordar esto cuando nos encontramos en medio de la turbulencia, pues sentimos en esa hora que los problemas nos consumen, pero el amor y poder de Dios sí son eternos.

En cierta ocasión leí que los corredores reciben fuerzas al correr. Dicen que reciben un segundo impulso, una nueva fuerza, que sienten que podrían correr todo el día sin parar. ¿Cuál es el secreto? Correr hasta conseguir su segundo impulso. Sin duda que la primera parte es difícil y dolorosa, pero la segunda que les permite llegar a la meta es más fácil y gratificante.

Así en la vida sigamos corriendo hasta que el auxilio Divino nos dé un nuevo ánimo para seguir en la carrera de la vida y llegar con éxito a nuestro destino final.

Deseo terminar la reflexión de hoy dejando Hebreos 12:1-3 en su corazón: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar”.

Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.