/ sábado 12 de diciembre de 2020

Nochebuena

Sentados alrededor de aquella vieja mesa, los cansados padres tristes miraban la humilde silla vacía; También estaban ahí sus hijos, sencillos buenos… Y todos no dejaban de mirar hacia la puerta… En los dulces ojos de la madre había un pequeño brillo de esperanza en medio de su callado, profundo sufrimiento por su hijo ausente desde hacía ya tanto tiempo. El padre doblado ya por los años y por el mismo dolor que la madre, apenas de vez en vez sonreía, mas no podía esconder su gran melancolía por los felices e inolvidables tiempos ya idos, en los que sentados ante aquella misma mesa, que con todos sus hijos aun chiquillos compartían con inmensa alegría la sencilla pero para ellos grandiosa cena de Nochebuena en la cual siempre había un pequeño niño invitado, humilde al igual que ellos pero que en esa noche les colmaba de una gran alegría y amor, así también de una profunda paz y esperanza que “mágicamente” prevalecía durante todo el año en su modesto y sencillo vivir.

Pero los años pasaron y sus hijos, aquellos bulliciosos chiquillos crecieron, se fueron, “volaron” … No hubo más ya aquellas felices cenas de Navidad, tampoco modestos y humildes regalos, ni la presencia de aquel pequeño invitado, que siempre los acompañaba en las Nochebuenas; Mas esta noche sería diferente otra vez volverían a reunirse como en antaño, es solo que tal vez no estarían ya todos…faltaría uno. Los otros gustosos habían decidido volver a reunirse en la vieja casa de sus padres seria tal vez la ultima cena de Nochebuena junto a ellos.

La madre volteo a mirar el antiguo reloj en la pared, faltaba ya poco para que dieran las doce campanadas; Al fin con una triste sonrisa en su rostro, decidió comenzar a servir la sencilla cena, la cual estuvo preparando esa tarde con el mismo empeño y amor para sus queridos hijos, como antes; Mas su hijo ausente ya tantos años, tristemente no estaría…No llegaría esa noche buena. - ¿dónde estará, Dios?- se preguntó con dolor…-¡Cuídalo Señor!- dijo en voz baja y con resignación con una lagrima en sus cansados pero aun hermosos ojos; Encontrando consuelo en la cristalina infantil mirada del más pequeño de sus nietos y en la melodiosa voz de otro de ellos un “diablillo” que no paraba de correr y gritar por toda la casa, mismo que de pronto, al finalizar la última campanada del reloj exclamo –Abue, alguien toca la puerta- luego, el desteñido viejo portón de la casa se abrió, entonces los ojos tristes de los padres llenos de lágrimas revivieron iluminados con una inmensa dicha…¡Era El!, su hijo perdido ya hacia tanto tiempo, por el que muchas noches llorando, había orado…¿Era un milagro de Dios, de su misericordia?. Ahora su amado hijo estaba ahí pues, parado en el umbral de la puerta con una gran sonrisa de felicidad para sus padres y lágrimas en sus ojos; Y con El, la imagen de aquel pequeño humilde invitado que en los lejanos nostálgicos tiempos de su alegre niñez siempre los había acompañado, en las sencillas pero dichosas cenas de navidad en casa de sus padres…Era el niño-Jesús.

PD: Anticipadamente me permito desearles a TODOS una bonita y sencilla cena de Nochebuena, que les traiga con ella una Navidad y un Año Nuevo lleno de Paz, Conciliación…y Salud.


Sentados alrededor de aquella vieja mesa, los cansados padres tristes miraban la humilde silla vacía; También estaban ahí sus hijos, sencillos buenos… Y todos no dejaban de mirar hacia la puerta… En los dulces ojos de la madre había un pequeño brillo de esperanza en medio de su callado, profundo sufrimiento por su hijo ausente desde hacía ya tanto tiempo. El padre doblado ya por los años y por el mismo dolor que la madre, apenas de vez en vez sonreía, mas no podía esconder su gran melancolía por los felices e inolvidables tiempos ya idos, en los que sentados ante aquella misma mesa, que con todos sus hijos aun chiquillos compartían con inmensa alegría la sencilla pero para ellos grandiosa cena de Nochebuena en la cual siempre había un pequeño niño invitado, humilde al igual que ellos pero que en esa noche les colmaba de una gran alegría y amor, así también de una profunda paz y esperanza que “mágicamente” prevalecía durante todo el año en su modesto y sencillo vivir.

Pero los años pasaron y sus hijos, aquellos bulliciosos chiquillos crecieron, se fueron, “volaron” … No hubo más ya aquellas felices cenas de Navidad, tampoco modestos y humildes regalos, ni la presencia de aquel pequeño invitado, que siempre los acompañaba en las Nochebuenas; Mas esta noche sería diferente otra vez volverían a reunirse como en antaño, es solo que tal vez no estarían ya todos…faltaría uno. Los otros gustosos habían decidido volver a reunirse en la vieja casa de sus padres seria tal vez la ultima cena de Nochebuena junto a ellos.

La madre volteo a mirar el antiguo reloj en la pared, faltaba ya poco para que dieran las doce campanadas; Al fin con una triste sonrisa en su rostro, decidió comenzar a servir la sencilla cena, la cual estuvo preparando esa tarde con el mismo empeño y amor para sus queridos hijos, como antes; Mas su hijo ausente ya tantos años, tristemente no estaría…No llegaría esa noche buena. - ¿dónde estará, Dios?- se preguntó con dolor…-¡Cuídalo Señor!- dijo en voz baja y con resignación con una lagrima en sus cansados pero aun hermosos ojos; Encontrando consuelo en la cristalina infantil mirada del más pequeño de sus nietos y en la melodiosa voz de otro de ellos un “diablillo” que no paraba de correr y gritar por toda la casa, mismo que de pronto, al finalizar la última campanada del reloj exclamo –Abue, alguien toca la puerta- luego, el desteñido viejo portón de la casa se abrió, entonces los ojos tristes de los padres llenos de lágrimas revivieron iluminados con una inmensa dicha…¡Era El!, su hijo perdido ya hacia tanto tiempo, por el que muchas noches llorando, había orado…¿Era un milagro de Dios, de su misericordia?. Ahora su amado hijo estaba ahí pues, parado en el umbral de la puerta con una gran sonrisa de felicidad para sus padres y lágrimas en sus ojos; Y con El, la imagen de aquel pequeño humilde invitado que en los lejanos nostálgicos tiempos de su alegre niñez siempre los había acompañado, en las sencillas pero dichosas cenas de navidad en casa de sus padres…Era el niño-Jesús.

PD: Anticipadamente me permito desearles a TODOS una bonita y sencilla cena de Nochebuena, que les traiga con ella una Navidad y un Año Nuevo lleno de Paz, Conciliación…y Salud.