/ miércoles 30 de enero de 2019

Ni una gota más…

Nuestro espectacular planeta está cubierto en un 71% por ese líquido llamado agua, el 29% restante es superficie maciza a la que llamamos tierra, sin embargo, esa cantidad de agua representa solo el 2% de la masa total del planeta y se estima que equivale a unos 525 millones de km3.

Resulta muy interesante mencionar que de ese universo, el 97% es agua salada y solo el restante 3% corresponde a agua dulce, que es elemento indispensable para la vida humana. Pero los datos son aún más crueles cuando descubrimos que de ese pequeño porcentaje del 3% de agua dulce, el 80% se encuentra congelada en los polos, el 19% es agua subterránea, el 0.7 forma parte de la atmósfera y únicamente el 0.3% es agua disponible en lagos y ríos.

Si hablamos de agua potable, aquella que por definición está lista para el consumo y uso humano, encontramos que sólo el 0.007% del agua que existe en la Tierra cumple con esa característica, además se puede advertir que ese ínfimo porcentaje cada año se puede ir reduciendo más, debido a la contaminación, las guerras, desastres naturales y causas atribuibles al ser humano.

Un ser humano necesita un promedio de 20 litros diarios de agua potable, para satisfacer sus necesidades metabólicas, higiénicas y domésticas; es por ello que, de acuerdo con la ONU, el acceso al agua potable es uno de los derechos humanos, afirma este organismo que “el agua debe tratarse como un bien social y cultural, y no principalmente como un bien económico”.

Sin embargo, se afirma que un 40% de la población mundial sufre escasez de agua potable, lo que trae como consecuencias graves problemas de salud, pero además representa un motivo muy importante de pobreza, desigualdad, injusticia social y una injusta distribución de las oportunidades que la vida presenta a cada persona. Como ejemplo está el dato preocupante de la ONU, donde refiere que cada día mueren en el mundo cerca de 1,000 niños, debido a problemas relacionados con la falta de agua.

Si nos ponemos a observar por la ventana que nos lleva al futuro, encontraremos que la población mundial actual es de aproximadamente 7,600 millones de habitantes y se pronostica que en un intervalo de 50 a 75 años más, la población aumentará a 10,600 millones, lo que representa más personas sedientas, una mayor sobreexplotación de los acuíferos, más contaminación de las fuentes naturales de agua y una mayor demanda de las mega ciudades para sus industrias y para satisfacer sus necesidades de sanidad, sin dejar a un lado el incremento en la producción agrícola.

El cambio climático es un factor que está afectando a la madre naturaleza, cada año las precipitaciones pluviales son más variables y, por lo general, menos; es decir, las fuentes de agua poco a poco se van agotando, ocasionando que principalmente las personas más pobres del mundo sobrevivan con menos agua, en el mejor de los casos con agua contaminada, sufriendo los riesgos de salud y desde luego el estancamiento socioeconómico.

Organismos internacionales sostienen que una persona no debe gastar más del 3% de sus ingresos por conceptos de agua y saneamiento. En base a ello, debemos entender que disponer de agua potable en nuestros hogares supone un costo para cada persona, el problema es encontrar la justicia en el cobro, lo que sí es una realidad, es que las personas más pobres del mundo pagan los precios más altos para tener agua limpia.

Tener agua potable representa cumplir con un derecho humano fundamental para cualquier persona, por ello garantizar el abasto de agua es uno de los mayores retos para las sociedades presentes y futuras, corresponde a los gobiernos, a las instituciones y esencialmente a cada persona tomar conciencia de ello, es necesario asumir el reto con madurez y con responsabilidad.

El agua es un elemento primordial para la vida, la salud, el desarrollo de las personas y los pueblos, tal vez no hemos comprendido que el agua dulce cualquier día se puede acabar si no dejamos de contaminarla y desperdiciarla. Entendamos que para disponer de agua limpia y segura debemos pagar un precio justo como personas y como sociedad. No esperemos el día que ya no tengamos ni una gota más…, para comprenderlo, quizá sea demasiado tarde.

leon7dg@hotmail.com

Nuestro espectacular planeta está cubierto en un 71% por ese líquido llamado agua, el 29% restante es superficie maciza a la que llamamos tierra, sin embargo, esa cantidad de agua representa solo el 2% de la masa total del planeta y se estima que equivale a unos 525 millones de km3.

Resulta muy interesante mencionar que de ese universo, el 97% es agua salada y solo el restante 3% corresponde a agua dulce, que es elemento indispensable para la vida humana. Pero los datos son aún más crueles cuando descubrimos que de ese pequeño porcentaje del 3% de agua dulce, el 80% se encuentra congelada en los polos, el 19% es agua subterránea, el 0.7 forma parte de la atmósfera y únicamente el 0.3% es agua disponible en lagos y ríos.

Si hablamos de agua potable, aquella que por definición está lista para el consumo y uso humano, encontramos que sólo el 0.007% del agua que existe en la Tierra cumple con esa característica, además se puede advertir que ese ínfimo porcentaje cada año se puede ir reduciendo más, debido a la contaminación, las guerras, desastres naturales y causas atribuibles al ser humano.

Un ser humano necesita un promedio de 20 litros diarios de agua potable, para satisfacer sus necesidades metabólicas, higiénicas y domésticas; es por ello que, de acuerdo con la ONU, el acceso al agua potable es uno de los derechos humanos, afirma este organismo que “el agua debe tratarse como un bien social y cultural, y no principalmente como un bien económico”.

Sin embargo, se afirma que un 40% de la población mundial sufre escasez de agua potable, lo que trae como consecuencias graves problemas de salud, pero además representa un motivo muy importante de pobreza, desigualdad, injusticia social y una injusta distribución de las oportunidades que la vida presenta a cada persona. Como ejemplo está el dato preocupante de la ONU, donde refiere que cada día mueren en el mundo cerca de 1,000 niños, debido a problemas relacionados con la falta de agua.

Si nos ponemos a observar por la ventana que nos lleva al futuro, encontraremos que la población mundial actual es de aproximadamente 7,600 millones de habitantes y se pronostica que en un intervalo de 50 a 75 años más, la población aumentará a 10,600 millones, lo que representa más personas sedientas, una mayor sobreexplotación de los acuíferos, más contaminación de las fuentes naturales de agua y una mayor demanda de las mega ciudades para sus industrias y para satisfacer sus necesidades de sanidad, sin dejar a un lado el incremento en la producción agrícola.

El cambio climático es un factor que está afectando a la madre naturaleza, cada año las precipitaciones pluviales son más variables y, por lo general, menos; es decir, las fuentes de agua poco a poco se van agotando, ocasionando que principalmente las personas más pobres del mundo sobrevivan con menos agua, en el mejor de los casos con agua contaminada, sufriendo los riesgos de salud y desde luego el estancamiento socioeconómico.

Organismos internacionales sostienen que una persona no debe gastar más del 3% de sus ingresos por conceptos de agua y saneamiento. En base a ello, debemos entender que disponer de agua potable en nuestros hogares supone un costo para cada persona, el problema es encontrar la justicia en el cobro, lo que sí es una realidad, es que las personas más pobres del mundo pagan los precios más altos para tener agua limpia.

Tener agua potable representa cumplir con un derecho humano fundamental para cualquier persona, por ello garantizar el abasto de agua es uno de los mayores retos para las sociedades presentes y futuras, corresponde a los gobiernos, a las instituciones y esencialmente a cada persona tomar conciencia de ello, es necesario asumir el reto con madurez y con responsabilidad.

El agua es un elemento primordial para la vida, la salud, el desarrollo de las personas y los pueblos, tal vez no hemos comprendido que el agua dulce cualquier día se puede acabar si no dejamos de contaminarla y desperdiciarla. Entendamos que para disponer de agua limpia y segura debemos pagar un precio justo como personas y como sociedad. No esperemos el día que ya no tengamos ni una gota más…, para comprenderlo, quizá sea demasiado tarde.

leon7dg@hotmail.com