/ viernes 14 de mayo de 2021

Mujer | Ser y saberse mujer

Quizá la cuestión más básica y elemental de cualquier sistema lingüístico, es la capacidad de nombrar. Hacer la conexión entre la abstracción con nuestro razonamiento, si no tenemos un nombre para algo, llámese: objeto, persona, sentimiento, etc., simplemente no existe.

Así también de las primeras acciones que llevamos a cabo a temprana edad, es el autonombrarnos, identificarnos con un nombre y con una concepción muy temprana de género y sexo. El sabernos o no hombres o mujeres, es una de las concepciones más trascendentes que hacemos consciente o inconscientemente. Adoptamos y vivirnos en la construcción cultural, social y política de cada género, según se nos asigne o nos hayamos auto asignado, es fundamental para nuestro vivir en sociedad

De ahí me pregunto, ¿qué es ser mujer? ¿Qué representa serlo? Interrogantes con una dimensión muy profunda desde la visión de diferentes ramas del conocimiento como los son la: filosofía, psicología o antropología. En este espacio haré lo propio desde mi experiencia personal.

Soy una mujer transgénero. Desde antes de nacer mi familia ya tenía expectativas e incluso un prototipo de vida para mí, esto con solo ver mis genitales. De esta manera fue la primera vez que me nombraron y por tal existí (para ellos) como un hombre. Sin embargo el mentar, encasillar a un individuo solo por los genitales, es un tanto restrictivo. Se recortan todas las piezas que conforman a un ser, en solo una.

Es por esto que una de las acciones más radicales, llenas de plenitud fue el rechazar este destino predestinado y nombrarme mujer. Porque no era mi vida; nunca me supe, ni me viví como hombre. La radicalización de mi identidad y mi cuerpo, me llevó a transitar por caminos nuevos, me he enfrentado a la invisibilización y violencia, ya que para algunos mi existencia no es válida o simplemente rechazan el nombrarme como mujer, porque para ellos no existo.

La mayoría de las veces que se habla de la experiencia trans, es desde el sufrimiento o la tristeza, las cuales son expresiones válidas y no trato de hacer de menos, sin embargo creo que se ha sobreexplotado tal discurso. Aquí estoy hablando desde la euforia del nombrarme, existir y radicalizarse desde mi feminidad. He disfrutado el construirme y reconstruirme como la mujer que siempre he sido. Porque serlo no es solo llevar maquillaje, vestidos o tacones. Tampoco podemos reducirlo a un factor biológico como tener un útero, ya que sería afirmar que el único papel funcional para una, es el reproductor.

Por tal, el auto saberse y nombrarse, no debería ser un acto que se deba oprimir o rechazar. Hacerlo, es un acto de conciencia, profundidad y congruencia que deben estrecharse desde la empatía, el amor y el respeto.

Victoria Laphond Domínguez


Quizá la cuestión más básica y elemental de cualquier sistema lingüístico, es la capacidad de nombrar. Hacer la conexión entre la abstracción con nuestro razonamiento, si no tenemos un nombre para algo, llámese: objeto, persona, sentimiento, etc., simplemente no existe.

Así también de las primeras acciones que llevamos a cabo a temprana edad, es el autonombrarnos, identificarnos con un nombre y con una concepción muy temprana de género y sexo. El sabernos o no hombres o mujeres, es una de las concepciones más trascendentes que hacemos consciente o inconscientemente. Adoptamos y vivirnos en la construcción cultural, social y política de cada género, según se nos asigne o nos hayamos auto asignado, es fundamental para nuestro vivir en sociedad

De ahí me pregunto, ¿qué es ser mujer? ¿Qué representa serlo? Interrogantes con una dimensión muy profunda desde la visión de diferentes ramas del conocimiento como los son la: filosofía, psicología o antropología. En este espacio haré lo propio desde mi experiencia personal.

Soy una mujer transgénero. Desde antes de nacer mi familia ya tenía expectativas e incluso un prototipo de vida para mí, esto con solo ver mis genitales. De esta manera fue la primera vez que me nombraron y por tal existí (para ellos) como un hombre. Sin embargo el mentar, encasillar a un individuo solo por los genitales, es un tanto restrictivo. Se recortan todas las piezas que conforman a un ser, en solo una.

Es por esto que una de las acciones más radicales, llenas de plenitud fue el rechazar este destino predestinado y nombrarme mujer. Porque no era mi vida; nunca me supe, ni me viví como hombre. La radicalización de mi identidad y mi cuerpo, me llevó a transitar por caminos nuevos, me he enfrentado a la invisibilización y violencia, ya que para algunos mi existencia no es válida o simplemente rechazan el nombrarme como mujer, porque para ellos no existo.

La mayoría de las veces que se habla de la experiencia trans, es desde el sufrimiento o la tristeza, las cuales son expresiones válidas y no trato de hacer de menos, sin embargo creo que se ha sobreexplotado tal discurso. Aquí estoy hablando desde la euforia del nombrarme, existir y radicalizarse desde mi feminidad. He disfrutado el construirme y reconstruirme como la mujer que siempre he sido. Porque serlo no es solo llevar maquillaje, vestidos o tacones. Tampoco podemos reducirlo a un factor biológico como tener un útero, ya que sería afirmar que el único papel funcional para una, es el reproductor.

Por tal, el auto saberse y nombrarse, no debería ser un acto que se deba oprimir o rechazar. Hacerlo, es un acto de conciencia, profundidad y congruencia que deben estrecharse desde la empatía, el amor y el respeto.

Victoria Laphond Domínguez