/ viernes 4 de junio de 2021

Mujer | La realidad ante una enfermedad

Ante la realidad que estamos experimentando en la historia de nuestra época vida, nos permite reflexionar sobre la vulnerabilidad y fragilidad del ser humano, la enfermedad se ve tan lejana hasta que no llega a nuestras vidas, sin invitación y toca la puerta inesperadamente, se convierte en una situación extraña una vez que la vivimos.

El miedo al vernos amenazados a perder lo más valioso que tenemos en la vida y con ella el tiempo, enciende las alarmas de nuestros sentidos percatandonos del grave peligro que nos acecha de día y noche.

El sentido de protección nos hermana con el prójimo y hace que la empatía cobre viveza y sentido porque tenemos una historia en común.

Y descubrimos que hay personas que piensan en nosotros, que están a nuestro lado y de nuestro lado, en el difícil camino de la lucha diaria y continua contra la ignorancia y la indiferencia que es más letal y peligrosa que la misma enfermedad.

No hay otra manera de enfrentar la realidad más que luchar, esforzarnos y convencernos de que todo esto tuvo que pasar, para cambiar la manera de existencia a la que la vida con el paso del tiempo y de los años, nos obligó apresuradamente a cargar mal o bien en nuestro vivir diario, con el efecto sorpresa de no saber que te tocara.

Todo cambio sin pensarlo, los planes, proyectos, sueños, metas, anhelos y lo más preciado y merecido la libertad que gozamos efímeramente sin haberla posicionado en primer lugar en nuestra vida.

Todos los días tenemos una segunda oportunidad de recomenzar, sin preguntarnos si lo que estamos viviendo es justo, difícil, merecido. Sin embargo, si preguntamos; ¿Hacia dónde vamos?, ¿Qué va a pasar en un futuro? La cautela, el cuidado, la solidaridad deben de ser una fuente de motivación diaria, para no regresar a la misma rutina de siempre y seguir como si nada hubiera pasado. Indudablemente esta enfermedad marcara la historia de nuestra década, de nuestras vidas, que servirá como un relato a nuestros futuros descendientes, recordando todo aquello que tuvimos que hacer para sobrevivir, sin la presencia física de las personas que nos rodean, ahogando las penas en soledad, en la oscuridad de la incertidumbre, con el deseo de que esto pase pronto, que se aleje, que la vida no se detenga, caminar sin miedo, respirar y sentir los abrazos, los besos, las miradas, las palabras, entrenados en fe y esperanza, superación.

Y una vez que este año haya terminado agradecer una y otra vez a Dios por su bendición de salvarnos de esta enfermedad inesperada.

Autora: Cecilia Hayde Díaz Núñez.

Ante la realidad que estamos experimentando en la historia de nuestra época vida, nos permite reflexionar sobre la vulnerabilidad y fragilidad del ser humano, la enfermedad se ve tan lejana hasta que no llega a nuestras vidas, sin invitación y toca la puerta inesperadamente, se convierte en una situación extraña una vez que la vivimos.

El miedo al vernos amenazados a perder lo más valioso que tenemos en la vida y con ella el tiempo, enciende las alarmas de nuestros sentidos percatandonos del grave peligro que nos acecha de día y noche.

El sentido de protección nos hermana con el prójimo y hace que la empatía cobre viveza y sentido porque tenemos una historia en común.

Y descubrimos que hay personas que piensan en nosotros, que están a nuestro lado y de nuestro lado, en el difícil camino de la lucha diaria y continua contra la ignorancia y la indiferencia que es más letal y peligrosa que la misma enfermedad.

No hay otra manera de enfrentar la realidad más que luchar, esforzarnos y convencernos de que todo esto tuvo que pasar, para cambiar la manera de existencia a la que la vida con el paso del tiempo y de los años, nos obligó apresuradamente a cargar mal o bien en nuestro vivir diario, con el efecto sorpresa de no saber que te tocara.

Todo cambio sin pensarlo, los planes, proyectos, sueños, metas, anhelos y lo más preciado y merecido la libertad que gozamos efímeramente sin haberla posicionado en primer lugar en nuestra vida.

Todos los días tenemos una segunda oportunidad de recomenzar, sin preguntarnos si lo que estamos viviendo es justo, difícil, merecido. Sin embargo, si preguntamos; ¿Hacia dónde vamos?, ¿Qué va a pasar en un futuro? La cautela, el cuidado, la solidaridad deben de ser una fuente de motivación diaria, para no regresar a la misma rutina de siempre y seguir como si nada hubiera pasado. Indudablemente esta enfermedad marcara la historia de nuestra década, de nuestras vidas, que servirá como un relato a nuestros futuros descendientes, recordando todo aquello que tuvimos que hacer para sobrevivir, sin la presencia física de las personas que nos rodean, ahogando las penas en soledad, en la oscuridad de la incertidumbre, con el deseo de que esto pase pronto, que se aleje, que la vida no se detenga, caminar sin miedo, respirar y sentir los abrazos, los besos, las miradas, las palabras, entrenados en fe y esperanza, superación.

Y una vez que este año haya terminado agradecer una y otra vez a Dios por su bendición de salvarnos de esta enfermedad inesperada.

Autora: Cecilia Hayde Díaz Núñez.