/ viernes 19 de marzo de 2021

Mujer | Déjame que te cuente

Hoy voy a contarles un cuento especial, dijo la abuela a sus nietas.

− Quiero que se sienten a mi alrededor y pongan mucha atención.

En el inicio de todos los tiempos, emerge de entre la bruma un ser esplendoroso cuyo nombre era el “Bien”, poseía poderes mágicos y empezó a construir el mundo; primero, formó al hombre para que lo habitara, pero al verlo tan solo, le quitó una costilla y creó a la mujer. Un ser tan perfecto, no solamente en lo físico sino en lo emocional; tal creación, despertó la ira de un ser que habitaba en las tinieblas denominado el “Mal” y fue fraguando la manera de pervertirla y restarle hermosura.

Primeramente, la tentó, invitándole a probar la tesitura, aroma y sabor de una manzana del árbol prohibido; después, fue expulsada del paraíso y condenada a parir a sus hijos con el dolor y desgarramiento de sus entrañas; luego, ocultó su figura de la faz de la tierra, su silueta quedó desdibujada, como si solamente el varón existiera y fuera el único ser que podía estudiar, aprender, crecer y aportar a la humanidad.

No se le permitía que tuviese control sobre su cuerpo, su salud reproductiva, la selección de su pareja; no podía ocupar cargos públicos representativos; estaba confinada a los espacios privados, con todas las carencias de toma de decisiones; no podía elegir a sus gobernantes, ni educarse; pero, a pesar de todos los obstáculos puestos, la mujer lograba sobreponerse e iba sorteando uno a uno los impedimentos; emergiendo del silencio, del grito ahogado, de los atropellos que en su nombre se cometían.

Entonces, este ser malévolo, instituyó otras formas de hacerla sufrir. Sembró en el corazón de algunos hombres débiles de voluntad, trastornos de conductas; y es así como la mujer empezó a ser castrada, violada, prostituida, mancillando su cuerpo, pero dejando limpio su corazón y emociones.

Una vez más, el “Mal” le dijo: las adicciones quebrantarán tu voluntad, tu espíritu quedará flagelado y serás como un alma en pena vagando por el mundo.

Volvió a quedar defraudado, el amor se sobrepuso. De tal manera que procedió a insertar la violencia, la forma más cruel de maltrato verbal, emocional, físico y social.

De esta última calamidad impuesta, le ha costado más levantarse; pero afortunadamente, cada día hay más apoyo y ayuda; más conciencia individual y colectiva, más resiliencia y fomento a la autoestima para reconocerse y amarse a sí misma.

Siguen brotando rosas de los confines de la tierra; gritos que se reproducen como eco en las montañas: no más ablación en los países islámicos, no más mujeres maltratadas, no más feminicidios.

¡Alcemos la voz con acciones que alcancen a visualizarse y escucharse por todo el mundo! − ¡Finalizó emocionada la abuela!

Su mensaje, cargado de emotividad, cimbró el corazón de sus hermosas nietas, quienes siempre se habían visualizado como princesas y reinas, que estaban a la espera del príncipe que llegara a llevarlas hasta el castillo construido para ellas.

Autora: Cuquis Sandoval Olivas


Hoy voy a contarles un cuento especial, dijo la abuela a sus nietas.

− Quiero que se sienten a mi alrededor y pongan mucha atención.

En el inicio de todos los tiempos, emerge de entre la bruma un ser esplendoroso cuyo nombre era el “Bien”, poseía poderes mágicos y empezó a construir el mundo; primero, formó al hombre para que lo habitara, pero al verlo tan solo, le quitó una costilla y creó a la mujer. Un ser tan perfecto, no solamente en lo físico sino en lo emocional; tal creación, despertó la ira de un ser que habitaba en las tinieblas denominado el “Mal” y fue fraguando la manera de pervertirla y restarle hermosura.

Primeramente, la tentó, invitándole a probar la tesitura, aroma y sabor de una manzana del árbol prohibido; después, fue expulsada del paraíso y condenada a parir a sus hijos con el dolor y desgarramiento de sus entrañas; luego, ocultó su figura de la faz de la tierra, su silueta quedó desdibujada, como si solamente el varón existiera y fuera el único ser que podía estudiar, aprender, crecer y aportar a la humanidad.

No se le permitía que tuviese control sobre su cuerpo, su salud reproductiva, la selección de su pareja; no podía ocupar cargos públicos representativos; estaba confinada a los espacios privados, con todas las carencias de toma de decisiones; no podía elegir a sus gobernantes, ni educarse; pero, a pesar de todos los obstáculos puestos, la mujer lograba sobreponerse e iba sorteando uno a uno los impedimentos; emergiendo del silencio, del grito ahogado, de los atropellos que en su nombre se cometían.

Entonces, este ser malévolo, instituyó otras formas de hacerla sufrir. Sembró en el corazón de algunos hombres débiles de voluntad, trastornos de conductas; y es así como la mujer empezó a ser castrada, violada, prostituida, mancillando su cuerpo, pero dejando limpio su corazón y emociones.

Una vez más, el “Mal” le dijo: las adicciones quebrantarán tu voluntad, tu espíritu quedará flagelado y serás como un alma en pena vagando por el mundo.

Volvió a quedar defraudado, el amor se sobrepuso. De tal manera que procedió a insertar la violencia, la forma más cruel de maltrato verbal, emocional, físico y social.

De esta última calamidad impuesta, le ha costado más levantarse; pero afortunadamente, cada día hay más apoyo y ayuda; más conciencia individual y colectiva, más resiliencia y fomento a la autoestima para reconocerse y amarse a sí misma.

Siguen brotando rosas de los confines de la tierra; gritos que se reproducen como eco en las montañas: no más ablación en los países islámicos, no más mujeres maltratadas, no más feminicidios.

¡Alcemos la voz con acciones que alcancen a visualizarse y escucharse por todo el mundo! − ¡Finalizó emocionada la abuela!

Su mensaje, cargado de emotividad, cimbró el corazón de sus hermosas nietas, quienes siempre se habían visualizado como princesas y reinas, que estaban a la espera del príncipe que llegara a llevarlas hasta el castillo construido para ellas.

Autora: Cuquis Sandoval Olivas