/ viernes 5 de junio de 2020

Luego lo hago

Se ha equiparado constantemente al tiempo con el dinero. Políticos e ideólogos (marxistas), hacen una comparación del dinero con el tiempo de trabajo, o tiempo de vida. Pero existe una diferencia tan sustancial que los vuelve a ambos, tiempo y dinero, completamente disimiles e in equiparables; el tiempo a diferencia del dinero es intangible e incuantificable, es un enigma.

El tiempo humano a diferencia del dinero no puede ser estimado. No sabemos cuánto tiempo tenemos ni cuanto nos queda. El dinero puede ser contado al echar un vistazo al bolsillo, pero el tiempo de nuestra vida no puede ser calculado con exactitud nunca. De esta gran diferencia, se desprende una consecuencia inexorable; la vulnerabilidad humana y la primacía de sus decisiones.

Es un error de cálculo estimar que siempre habrá una nueva oportunidad mañana. Abusamos sobre la confianza en el tiempo, de nuestro tiempo. Debe existir en el corazón la esperanza en el día siguiente para mantener viva la flama que nutre nuestro deseo, pero no la omisión de postergar lo importante para el siguiente instante.

Uno de los aprendizajes más nobles de la vida es entender la caducidad y fugacidad de nuestra presencia y la de aquellos que amamos, por ello, es vital comenzar a apreciar el momento presente, la oportunidad presente de hacer hoy lo que nuestra voluntad dicta y con ello impregnar los instantes de nuestra fragancia.

“Luego lo hago” es la expresión que aniquila nuestra presencia en este mundo, que mata nuestra voluntad personal pues en nuestra ignorancia e inocencia creemos que siempre podremos hacer después lo que dota a nuestra vida de sentido y que probablemente es el objetivo o la razón del porqué de nuestra presencia en este mundo.

Remplazar en nuestro pensamiento la impronta del “luego”, por el “ahora” debe ser prioridad, pues con ello aseguramos los momentos más felices de nuestro periodo sobre esta tierra. Realizar mis deseos sobre el mundo es la expresión del hacer, del existir, sólo existí cuando tuve la capacidad de plasmar la huella de mi presencia en este mundo. Orientar mi pensamiento hacia el construir, el transformar la realidad, eso es lo que nos da condición de humanos. Nuestro tiempo es poco si lo comparamos con la eternidad, pero es maravilloso si lo comparamos con la nada.

Dejar para luego es entonces una expresión de aniquilación de la propia existencia, vivir postergando es negar la propia vida. Por eso, hoy que tienes la oportunidad transforma tu entorno, propón, crea, pues probablemente el tiempo de no existir es infinito, pero el tiempo de tu existencia tiene principio y fin, ¿Cuál es ese inicio y fin? El que tú decidas y la vida te permita.

Se ha equiparado constantemente al tiempo con el dinero. Políticos e ideólogos (marxistas), hacen una comparación del dinero con el tiempo de trabajo, o tiempo de vida. Pero existe una diferencia tan sustancial que los vuelve a ambos, tiempo y dinero, completamente disimiles e in equiparables; el tiempo a diferencia del dinero es intangible e incuantificable, es un enigma.

El tiempo humano a diferencia del dinero no puede ser estimado. No sabemos cuánto tiempo tenemos ni cuanto nos queda. El dinero puede ser contado al echar un vistazo al bolsillo, pero el tiempo de nuestra vida no puede ser calculado con exactitud nunca. De esta gran diferencia, se desprende una consecuencia inexorable; la vulnerabilidad humana y la primacía de sus decisiones.

Es un error de cálculo estimar que siempre habrá una nueva oportunidad mañana. Abusamos sobre la confianza en el tiempo, de nuestro tiempo. Debe existir en el corazón la esperanza en el día siguiente para mantener viva la flama que nutre nuestro deseo, pero no la omisión de postergar lo importante para el siguiente instante.

Uno de los aprendizajes más nobles de la vida es entender la caducidad y fugacidad de nuestra presencia y la de aquellos que amamos, por ello, es vital comenzar a apreciar el momento presente, la oportunidad presente de hacer hoy lo que nuestra voluntad dicta y con ello impregnar los instantes de nuestra fragancia.

“Luego lo hago” es la expresión que aniquila nuestra presencia en este mundo, que mata nuestra voluntad personal pues en nuestra ignorancia e inocencia creemos que siempre podremos hacer después lo que dota a nuestra vida de sentido y que probablemente es el objetivo o la razón del porqué de nuestra presencia en este mundo.

Remplazar en nuestro pensamiento la impronta del “luego”, por el “ahora” debe ser prioridad, pues con ello aseguramos los momentos más felices de nuestro periodo sobre esta tierra. Realizar mis deseos sobre el mundo es la expresión del hacer, del existir, sólo existí cuando tuve la capacidad de plasmar la huella de mi presencia en este mundo. Orientar mi pensamiento hacia el construir, el transformar la realidad, eso es lo que nos da condición de humanos. Nuestro tiempo es poco si lo comparamos con la eternidad, pero es maravilloso si lo comparamos con la nada.

Dejar para luego es entonces una expresión de aniquilación de la propia existencia, vivir postergando es negar la propia vida. Por eso, hoy que tienes la oportunidad transforma tu entorno, propón, crea, pues probablemente el tiempo de no existir es infinito, pero el tiempo de tu existencia tiene principio y fin, ¿Cuál es ese inicio y fin? El que tú decidas y la vida te permita.