Como apunté en dos escritos anteriores, existen dos grandes visiones del mundo; la dogmática o trascendental y la naturalista o científica.
Sin duda ambas visiones del mundo han encontrado su espacio y con el tiempo han logrado entenderse mutuamente y segmentarse de manera favorable a la realidad, pero también han generado ya ciertos estados sociales en quietud y conciliación.
La religión se decanta hoy, como el espacio óptimo para la construcción de una vida espiritual y donde se apresan los grandes dogmas humanos, este terreno formula la moral y las actividades espirituales que le son tan íntimas a las personas.
Por su parte, la visión naturalista o material congenia con el quehacer científico.
Es importante apuntar que estos son dos sectores que en la vida cotidiana se tocan, pero también hoy tienen un lugar muy claro.
Ciencia y religión han encontrado su equilibrio y, tanto los prosélitos de uno y del otro comprenden que los niveles de explicación no son necesariamente antagónicos y que cada espacio se mueve en el justo medio.
La religión se ocupa de la espiritualidad, en tanto que la ciencia se ocupa del descubrimiento del mundo material. Y dicha condición pocas veces se tropiezan una con la otra.
Bajo esa visión general, hoy vivimos en un entorno en el que el fomento de una visión moral y una científica es de suma importancia para el crecimiento social y a sobre manera para definir habilidades claras en la ruta de comprensión del mundo.
Educar en la ciencia y orientar la moral son improntas necesarias para no permitir la caída social. Permanecer en la ignorancia sobre los descubrimientos actuales fomenta las malas decisiones y distanciarnos del nivel moral de existencia nos conduce, sin duda, al pragmatismo ramplón y asesino.
Las sociedades modernas, si quieren subsistir deben equilibrar los dos niveles humanos de realización.
Las personas necesitamos el conocimiento del mundo, pero también nos urge una visión sobre qué debemos hacer con ese conocimiento. En esos términos la formación humana debe tener una visión dual. Debemos incorporar en nuestro entorno información fehaciente, pero también valores claros sobre el lugar a donde nos dirigimos. Pues hoy sabemos que una visión reiterada y depositada toda en una u otra de las dos posiciones, son mortíferas para el individuo y la sociedad.
En suma, podemos decir que la actualidad nos pide el fomento de las dos visiones del mundo en un equilibrio armónico, pues debemos educar en la razón pero dirigir al mismo tiempo la espiritualidad.