/ jueves 26 de diciembre de 2019

La trascendencia aniquilada

Ser una persona que realizara proezas que trascendieran el tiempo y el espacio, era el anhelo de los espíritus libres del pasado. Las personas creían −verdaderamente lo creían− que con sus actos podían ganar un espacio celestial. Las grandes acciones de alguno modo asegurarían la inmortalidad fuera de este plano material. Con el tiempo esa idea feneció y fue remplazada por la inmediatez y la riqueza.

A nadie importa ya el segundo plano. Lo importante es subsistir en este plano de vida que ya conocemos y que nuestra estancia sea buena (regularmente haciendo alusión a los materiales y a veces lujos), en una visión unitaria, más bien egoísta.

Los valores de nuestro tiempo son los valores materiales y personales, hemos olvidado por completo el amor a nuestra raza, incluso la odiamos, pero también hemos desparecido el anhelo de las grandes acciones, la proclividad para arreglar los problemas de todos.

Invariablemente la condición de olvidar la capacidad humana para transformar para bien nos ha sumido en la desesperanza y en un profundo sentimiento de abandono e inutilidad, no confiamos ya en la humanidad, ni siquiera en nuestra propia humanidad, claro estoy que mis palabras, estas que construyo en este espacio serán leídas a la luz de la inocencia y la inviabilidad.

Personalmente creo que aún es posible recuperar un poco de humanidad. Entiendo que las necesidades más fisiológicas son importantes y si no se les sacia no es posible pensar en cuestiones más elevadas, pero no estoy de acuerdo en que toda nuestra vida deba ser la de un animal primitivo sin aspiraciones, ni incapaz de trascender en sus actos.

Lejos de la santidad, pero también de la animalidad es donde debe aspirar el humano moderno. Nuestro conocimiento de nosotros mismos y el esclarecimiento de la psicología humana, nos permitirá escapar de una visión completamente idealista pero también de la animalidad y el materialismo extremo.

¿A que debemos aspirar? A ser un grupo animal cooperativo, capaz de mantener el equilibrio de este planeta, pero también la equidad entre nuestros congéneres.

Como humanos, somos y seremos capaces de sobre ponernos a la extinción, pero también de construir las condiciones necesarias para vivir en sociedades más equilibradas, donde todos tengan acceso a la felicidad.

Esa es la aspiración de nuestro tiempo, es el valor que deberá suplantar nuevamente al materialismo exagerado, es un nuevo humanismo, uno más sobrio, un humanismo que entiende a la trascendencia como el actuar diario en beneficio de un planeta y sus razas.

El nuevo humanismo es un cambio de ideas, que atrae consigo a un cambio de conductas y con ello un cambio de cultura, un cambio de humanidad.

Ser una persona que realizara proezas que trascendieran el tiempo y el espacio, era el anhelo de los espíritus libres del pasado. Las personas creían −verdaderamente lo creían− que con sus actos podían ganar un espacio celestial. Las grandes acciones de alguno modo asegurarían la inmortalidad fuera de este plano material. Con el tiempo esa idea feneció y fue remplazada por la inmediatez y la riqueza.

A nadie importa ya el segundo plano. Lo importante es subsistir en este plano de vida que ya conocemos y que nuestra estancia sea buena (regularmente haciendo alusión a los materiales y a veces lujos), en una visión unitaria, más bien egoísta.

Los valores de nuestro tiempo son los valores materiales y personales, hemos olvidado por completo el amor a nuestra raza, incluso la odiamos, pero también hemos desparecido el anhelo de las grandes acciones, la proclividad para arreglar los problemas de todos.

Invariablemente la condición de olvidar la capacidad humana para transformar para bien nos ha sumido en la desesperanza y en un profundo sentimiento de abandono e inutilidad, no confiamos ya en la humanidad, ni siquiera en nuestra propia humanidad, claro estoy que mis palabras, estas que construyo en este espacio serán leídas a la luz de la inocencia y la inviabilidad.

Personalmente creo que aún es posible recuperar un poco de humanidad. Entiendo que las necesidades más fisiológicas son importantes y si no se les sacia no es posible pensar en cuestiones más elevadas, pero no estoy de acuerdo en que toda nuestra vida deba ser la de un animal primitivo sin aspiraciones, ni incapaz de trascender en sus actos.

Lejos de la santidad, pero también de la animalidad es donde debe aspirar el humano moderno. Nuestro conocimiento de nosotros mismos y el esclarecimiento de la psicología humana, nos permitirá escapar de una visión completamente idealista pero también de la animalidad y el materialismo extremo.

¿A que debemos aspirar? A ser un grupo animal cooperativo, capaz de mantener el equilibrio de este planeta, pero también la equidad entre nuestros congéneres.

Como humanos, somos y seremos capaces de sobre ponernos a la extinción, pero también de construir las condiciones necesarias para vivir en sociedades más equilibradas, donde todos tengan acceso a la felicidad.

Esa es la aspiración de nuestro tiempo, es el valor que deberá suplantar nuevamente al materialismo exagerado, es un nuevo humanismo, uno más sobrio, un humanismo que entiende a la trascendencia como el actuar diario en beneficio de un planeta y sus razas.

El nuevo humanismo es un cambio de ideas, que atrae consigo a un cambio de conductas y con ello un cambio de cultura, un cambio de humanidad.