/ martes 28 de enero de 2020

La misteriosa llegada de los recién nacidos


¿QUÉ OCULTA LA MIRADA DE LOS RECIEN NACIDOS?

Cuando nace un bebé, tiene todavía la sabiduría del lugar donde viene. Podemos vislumbrar en sus ojitos recién abiertos el polvo de estrellas de otras galaxias. Uno puede sospechar en sus miradas que guardan grandes misterios del más allá. Son un cúmulo de ternura y de pronto dan la impresión de una poderosa persona con secretos del cosmos y todas las galaxias que podemos habitar, como si no estuvieran apenas salidos de los vientres de sus madres, recién paridos por acá. Esos diminutos cuerpecitos tienen el poder de generar multitud de emociones inexploradas, de sentimientos infinitos. La misteriosa mirada de los recién nacidos ve todavía aquellos lugares de donde vienen y que tal vez sospechemos momentos antes de morir.

La bienvenida a una nueva vida es una experiencia mística, más allá de lo que somos capaces de comprender acerca del amor. Sus padres fácilmente pueden amarlos con fuerzas inimaginables acrecentando corazones, mentes y almas sorprendentemente. Son la esperanza de la supervivencia de la especie, y pueden darle sentido no solo a la vida si no a toda la eternidad.

Haré una confesión: a veces siento cierta incomodidad con los bebés como si fueran seres con una sabiduría que sobrepasa mis límites. Los sentimientos contradictorios me generan aún más curiosidad por los recién llegados. De unos 6 ó 7 años tuve sueños recurrentes donde tenía un bebé escondido bajo la cama, todavía puedo recordarlo. Borroso y raro. No sé si lo protegía y hasta creo haberlo golpeado, después de tantos años, ahora tengo la oportunidad de sacarlo, cuidarlo y aprender algo esencial de la vida. Sé que el mensaje más importante que he recibido en esta vida me lo dio la mirada de un bebé durante unos meses que estuvo con nosotros para luego regresar a aquellos lugares. Afanosamente intento descifrarlo cada día.

Me satisface combatir y despreciar con todas mis fuerzas todas las formas de maltrato infantil. Tal vez lo comprenda un poco por esa intimidante y fuerte mirada que penetra el alma, la alborota. Algo a lo que se referían las señoras de antes con el mal de ojo ¿Qué problemas, qué infortunios tendremos para ser capaces de ultrajarlos? Afortunadamente, después de sentir y superar esa cosita especie de ansia, miedo, celo, nausea, incomprensión… por fin tengo la oportunidad no sólo de enloquecer de amor hacia estos seres todopoderosos, también del descubrimiento. La ventana que se abre en sus primeras veces de abrir los ojos, sus miradas distantes se van acercando cada día a la nuestra. Se van ocultando los secretos que guardan, aunque sigan llenándonos de esperanza, de paz, de amor, pero el tiempo nos arrebata esos conocimientos misteriosos que tenemos que buscar la manera de recuperar, los bebés son una llave. Es una lástima olvidar los recuerdos de nuestros primeros días de vida, si mucho podemos recordar a partir de los tres años, vagas imágenes de quien creemos que somos. Me llena de paz ver que en la mirada de un recién nacido se ve la verdad de la existencia de un mundo más perfecto que éste.


¿QUÉ OCULTA LA MIRADA DE LOS RECIEN NACIDOS?

Cuando nace un bebé, tiene todavía la sabiduría del lugar donde viene. Podemos vislumbrar en sus ojitos recién abiertos el polvo de estrellas de otras galaxias. Uno puede sospechar en sus miradas que guardan grandes misterios del más allá. Son un cúmulo de ternura y de pronto dan la impresión de una poderosa persona con secretos del cosmos y todas las galaxias que podemos habitar, como si no estuvieran apenas salidos de los vientres de sus madres, recién paridos por acá. Esos diminutos cuerpecitos tienen el poder de generar multitud de emociones inexploradas, de sentimientos infinitos. La misteriosa mirada de los recién nacidos ve todavía aquellos lugares de donde vienen y que tal vez sospechemos momentos antes de morir.

La bienvenida a una nueva vida es una experiencia mística, más allá de lo que somos capaces de comprender acerca del amor. Sus padres fácilmente pueden amarlos con fuerzas inimaginables acrecentando corazones, mentes y almas sorprendentemente. Son la esperanza de la supervivencia de la especie, y pueden darle sentido no solo a la vida si no a toda la eternidad.

Haré una confesión: a veces siento cierta incomodidad con los bebés como si fueran seres con una sabiduría que sobrepasa mis límites. Los sentimientos contradictorios me generan aún más curiosidad por los recién llegados. De unos 6 ó 7 años tuve sueños recurrentes donde tenía un bebé escondido bajo la cama, todavía puedo recordarlo. Borroso y raro. No sé si lo protegía y hasta creo haberlo golpeado, después de tantos años, ahora tengo la oportunidad de sacarlo, cuidarlo y aprender algo esencial de la vida. Sé que el mensaje más importante que he recibido en esta vida me lo dio la mirada de un bebé durante unos meses que estuvo con nosotros para luego regresar a aquellos lugares. Afanosamente intento descifrarlo cada día.

Me satisface combatir y despreciar con todas mis fuerzas todas las formas de maltrato infantil. Tal vez lo comprenda un poco por esa intimidante y fuerte mirada que penetra el alma, la alborota. Algo a lo que se referían las señoras de antes con el mal de ojo ¿Qué problemas, qué infortunios tendremos para ser capaces de ultrajarlos? Afortunadamente, después de sentir y superar esa cosita especie de ansia, miedo, celo, nausea, incomprensión… por fin tengo la oportunidad no sólo de enloquecer de amor hacia estos seres todopoderosos, también del descubrimiento. La ventana que se abre en sus primeras veces de abrir los ojos, sus miradas distantes se van acercando cada día a la nuestra. Se van ocultando los secretos que guardan, aunque sigan llenándonos de esperanza, de paz, de amor, pero el tiempo nos arrebata esos conocimientos misteriosos que tenemos que buscar la manera de recuperar, los bebés son una llave. Es una lástima olvidar los recuerdos de nuestros primeros días de vida, si mucho podemos recordar a partir de los tres años, vagas imágenes de quien creemos que somos. Me llena de paz ver que en la mirada de un recién nacido se ve la verdad de la existencia de un mundo más perfecto que éste.