/ miércoles 1 de julio de 2020

La esperanza como regulador de estrés

Van en aumento tanto los estudios sobre la relación entre estrés y salud como las personas estresadas. El estrés es un sentimiento de tensión física o emocional. Puede provenir de cualquier situación o pensamiento que lo haga sentir a uno frustrado, furioso o nervioso. En pequeños episodios el estrés puede ser positivo, como cuando le ayuda a evitar el peligro o cumplir con una fecha límite. Pero cuando el estrés dura mucho tiempo, o cuando ya se pasó la situación estresante y se continúa con este sentimiento; daña la salud. Sin embargo sentimientos como la esperanza pueden ser un gran soporte a la hora de lidiar con el estrés.

Ante una amenaza percibida, una parte del sistema nervioso se activa y otra parte se inhibe. La parte que se activa es el sistema nervioso simpático. Su origen está en el cerebro, pero sus proyecciones irradian desde la médula espinal y contactan casi todos los órganos, vasos sanguíneos y glándulas sudoríparas del cuerpo. Este sistema se activa durante lo que nuestro cerebro considera una emergencia. Modula nuestra activación, como un sistema de emergencia. Su activación aumenta: la vigilancia, motivación y una estimulación general, que además involucran al sistema endocrino liberando hormonas como catecolaminas: adrenalina y noradrenalina, que juegan un papel importante como neurotransmisores.

La otra mitad del sistema nervioso autónomo, el sistema nervioso parasimpático, que en este proceso de alarma, para coadyuvar al correcto funcionamiento del primeo, se ve inhibida. El sistema parasimpático le gusta estar relajado para hacer uno de sus principales trabajos que es mantener regulada la bomba de nuestro corazón, para que no suba ni baje la presión arterial, y otra de sus importantes funciones es llevar a cabo el proceso digestivo. Es sencillo deducir que al mantener alterado nuestro sistema nervioso autónomo perdemos equilibrio. Al tener inhibido o reprimido por más tiempo de lo habitual al sistema parasimpático afectamos en primera instancia al corazón y la digestión saludable.

En cuanto a las hormonas que liberamos en exceso afectamos la química de nuestro organismo, nuestro sistema endócrino al igual que el nervioso empiezan a trabajar demás reparando baches en nuestro organismo y pueden llegar al límite de ya no poder mantener el equilibrio de nuestro cuerpo y enfermarlo.

Al ser conscientes de cómo nosotros mismos somos los principales verdugos de nuestro cuerpo, por eso cada quien cava su propia tumba.

El estrés causa reacciones en cadena en nuestro organismo. Por ejemplo, dentro de nuestro sistema nerviosos autónomo tenemos dos divisiones el sistema simpático y parasimpático que trabajan de manera contraria, uno abre, otro cierra. Tenemos estrés y paz, estrés y supervivencia, estrés y esperanza. Y ante situaciones de enfermedad, pandemias, guerras, y todo tipo de crisis que nos aqueja día a día, podemos respirar con conciencia, por lo general respiramos de manera autónoma, gracias a nuestro sistema parasimpático que se encarga de mantenernos respirando sin que nos demos cuenta, pero podemos tomar conciencia, de nuestro acto de respirar y hacerlo con la misma conciencia de la esperanza de que días buenos y malos vienen y van y somos muchos más que una acumulación de alegrías y tristezas. La clave está en la homeostasis, el equilibrio para no tener una esperanza desmedida y sin sentido pero si una consciente y equilibrada que nos ayude a controlar el estrés.

Van en aumento tanto los estudios sobre la relación entre estrés y salud como las personas estresadas. El estrés es un sentimiento de tensión física o emocional. Puede provenir de cualquier situación o pensamiento que lo haga sentir a uno frustrado, furioso o nervioso. En pequeños episodios el estrés puede ser positivo, como cuando le ayuda a evitar el peligro o cumplir con una fecha límite. Pero cuando el estrés dura mucho tiempo, o cuando ya se pasó la situación estresante y se continúa con este sentimiento; daña la salud. Sin embargo sentimientos como la esperanza pueden ser un gran soporte a la hora de lidiar con el estrés.

Ante una amenaza percibida, una parte del sistema nervioso se activa y otra parte se inhibe. La parte que se activa es el sistema nervioso simpático. Su origen está en el cerebro, pero sus proyecciones irradian desde la médula espinal y contactan casi todos los órganos, vasos sanguíneos y glándulas sudoríparas del cuerpo. Este sistema se activa durante lo que nuestro cerebro considera una emergencia. Modula nuestra activación, como un sistema de emergencia. Su activación aumenta: la vigilancia, motivación y una estimulación general, que además involucran al sistema endocrino liberando hormonas como catecolaminas: adrenalina y noradrenalina, que juegan un papel importante como neurotransmisores.

La otra mitad del sistema nervioso autónomo, el sistema nervioso parasimpático, que en este proceso de alarma, para coadyuvar al correcto funcionamiento del primeo, se ve inhibida. El sistema parasimpático le gusta estar relajado para hacer uno de sus principales trabajos que es mantener regulada la bomba de nuestro corazón, para que no suba ni baje la presión arterial, y otra de sus importantes funciones es llevar a cabo el proceso digestivo. Es sencillo deducir que al mantener alterado nuestro sistema nervioso autónomo perdemos equilibrio. Al tener inhibido o reprimido por más tiempo de lo habitual al sistema parasimpático afectamos en primera instancia al corazón y la digestión saludable.

En cuanto a las hormonas que liberamos en exceso afectamos la química de nuestro organismo, nuestro sistema endócrino al igual que el nervioso empiezan a trabajar demás reparando baches en nuestro organismo y pueden llegar al límite de ya no poder mantener el equilibrio de nuestro cuerpo y enfermarlo.

Al ser conscientes de cómo nosotros mismos somos los principales verdugos de nuestro cuerpo, por eso cada quien cava su propia tumba.

El estrés causa reacciones en cadena en nuestro organismo. Por ejemplo, dentro de nuestro sistema nerviosos autónomo tenemos dos divisiones el sistema simpático y parasimpático que trabajan de manera contraria, uno abre, otro cierra. Tenemos estrés y paz, estrés y supervivencia, estrés y esperanza. Y ante situaciones de enfermedad, pandemias, guerras, y todo tipo de crisis que nos aqueja día a día, podemos respirar con conciencia, por lo general respiramos de manera autónoma, gracias a nuestro sistema parasimpático que se encarga de mantenernos respirando sin que nos demos cuenta, pero podemos tomar conciencia, de nuestro acto de respirar y hacerlo con la misma conciencia de la esperanza de que días buenos y malos vienen y van y somos muchos más que una acumulación de alegrías y tristezas. La clave está en la homeostasis, el equilibrio para no tener una esperanza desmedida y sin sentido pero si una consciente y equilibrada que nos ayude a controlar el estrés.