/ sábado 28 de julio de 2018

La esperanza

La esperanza es un bien común de todos los hombres. Reside en los sueños y  en la imaginación;  se apoya en la fe y  en el coraje para  alcanzar nuestro ideal.

La esperanza es desear que algo suceda, sólo que  siguiendo el camino que debemos de seguir, y este es el de aprender a  esperar.  Esta espera es el reto a vencer,  ineludiblemente la  debemos de cumplir puesto  que   engendra  fortaleza,  pureza y cambio.

Dios nos pide amor y fe,  creer para  así poder después   ver.  No hay que  desesperar, él  sabe en qué tiempo nos entregará cada cosa que  le pedimos.  El ser humano  necesita   dejarse guiar por él  para  así poder luego triunfar. Ahora bien, recordemos que  si el camino es difícil es porque vamos en la correcta dirección, así  irá saliendo  todo a la perfección.

Hay que  tener  en cuenta  que el  enemigo actuará  sutil y poderosamente en ese esperar y, tal vez,  seamos señalados de soñadores o ingenuos; sin embargo hay que  recordar que quien inculca los sueños y patrocina la esperanza, así como el que  nos da el  coraje para lograrlo, es precisamente el gran Señor quien  misteriosamente actúa en nuestro existir.

Observemos a uno de los grandes hombres  del pueblo de Dios, al  salmista de todos los tiempos y  tal vez uno de los mayores hombres de fe en la historia de la humanidad: al rey David; su fe traspasaba las montañas y realidades;  siempre soñó porque siempre confió, sabía que lo  humanamente  imposible, era plenamente posible en compañía de Dios. 

Mantengamos la esperanza y observemos bien lo que las Sagradas Escrituras establecen al respecto, diciendo que: “La esperanza a nadie defrauda”. Ésta concepción posee tan espléndida belleza que hasta nombre de mujer se le adaptó. Además, es un camino de  perfección; con ella, conquistaremos nuestras metas, por más tardadas que así tengan   que  ser.

La esperanza es un bien común de todos los hombres. Reside en los sueños y  en la imaginación;  se apoya en la fe y  en el coraje para  alcanzar nuestro ideal.

La esperanza es desear que algo suceda, sólo que  siguiendo el camino que debemos de seguir, y este es el de aprender a  esperar.  Esta espera es el reto a vencer,  ineludiblemente la  debemos de cumplir puesto  que   engendra  fortaleza,  pureza y cambio.

Dios nos pide amor y fe,  creer para  así poder después   ver.  No hay que  desesperar, él  sabe en qué tiempo nos entregará cada cosa que  le pedimos.  El ser humano  necesita   dejarse guiar por él  para  así poder luego triunfar. Ahora bien, recordemos que  si el camino es difícil es porque vamos en la correcta dirección, así  irá saliendo  todo a la perfección.

Hay que  tener  en cuenta  que el  enemigo actuará  sutil y poderosamente en ese esperar y, tal vez,  seamos señalados de soñadores o ingenuos; sin embargo hay que  recordar que quien inculca los sueños y patrocina la esperanza, así como el que  nos da el  coraje para lograrlo, es precisamente el gran Señor quien  misteriosamente actúa en nuestro existir.

Observemos a uno de los grandes hombres  del pueblo de Dios, al  salmista de todos los tiempos y  tal vez uno de los mayores hombres de fe en la historia de la humanidad: al rey David; su fe traspasaba las montañas y realidades;  siempre soñó porque siempre confió, sabía que lo  humanamente  imposible, era plenamente posible en compañía de Dios. 

Mantengamos la esperanza y observemos bien lo que las Sagradas Escrituras establecen al respecto, diciendo que: “La esperanza a nadie defrauda”. Ésta concepción posee tan espléndida belleza que hasta nombre de mujer se le adaptó. Además, es un camino de  perfección; con ella, conquistaremos nuestras metas, por más tardadas que así tengan   que  ser.