/ viernes 28 de agosto de 2020

La educación como laberinto y salida

Entre más conozco a mi México, más seguro estoy en que la salida de los grandes problemas no está en los políticos, sino que está en los ciudadanos, en la creación de ciudadanía.

Estamos imbuidos en el profundo laberinto de la corrupción y la traición, de la nula participación y las escasas ideas para las soluciones viables, pero estamos ahí perdidos por nuestra profunda ignorancia y falsa confianza. Nuestros problemas no vienen de fuera, están adentro. No hemos podido vencer los males que nos aquejan, no porque sean más grandes que nosotros, sino porque somos débiles.

Nuestra debilidad no es física, es mental. Fuera de todas nuestras inseguridades y nuestro sentimiento de minusvalía, nuestra ignorancia e indiferencia por el conocimiento es lo que nos postra como una sociedad de sirvientes. Estamos muy alejado de la producción científica y la educación sólida. Estamos entregados como sociedad a las apariencias.

Nuestra educación ha caído en la alta simulación, ya no se lee, ya no se piensa y ya no se escribe-atendiendo a las más importantes tareas de la educación- y por supuesto que pareciera que la educación debe estar vinculada solo a la productividad económica. Ya no estamos educados, estamos adiestrados para producir y ganar dinero.

Si verdaderamente queremos romper con el lastre de los malos gobiernos y la vida sin sentido, ese logró vendrá desde la educación, la adquisición del pensamiento científico y filosófico. El día que nos volvamos investigadores y filósofos de corazón dejaremos de caer en las cadenas del deseo de poder y por su puesto de la indefensión aprendida.

Necesitamos retomar a la educación como un camino para la humanización y no como el recorrido de fábrica para obtener buenos trabajadores.

Los esquemas administrativos se superponen a los valores y a la sustancia del conocimiento, nos importa más evidenciar la clase que vivir la clase y por su puesto tenemos alumnos que se convierten en ciudadanos que luchan por la nota o la aprobación. Hemos matado el deseo de saber, de aprender y superar las vicisitudes, hemos matado el ansia humana de la curiosidad en pos de un esquema de gobierno y fabrica.

Si queremos una vida humana, hay que ser humanos, si queremos ser humanos debemos educar y educarnos.


Entre más conozco a mi México, más seguro estoy en que la salida de los grandes problemas no está en los políticos, sino que está en los ciudadanos, en la creación de ciudadanía.

Estamos imbuidos en el profundo laberinto de la corrupción y la traición, de la nula participación y las escasas ideas para las soluciones viables, pero estamos ahí perdidos por nuestra profunda ignorancia y falsa confianza. Nuestros problemas no vienen de fuera, están adentro. No hemos podido vencer los males que nos aquejan, no porque sean más grandes que nosotros, sino porque somos débiles.

Nuestra debilidad no es física, es mental. Fuera de todas nuestras inseguridades y nuestro sentimiento de minusvalía, nuestra ignorancia e indiferencia por el conocimiento es lo que nos postra como una sociedad de sirvientes. Estamos muy alejado de la producción científica y la educación sólida. Estamos entregados como sociedad a las apariencias.

Nuestra educación ha caído en la alta simulación, ya no se lee, ya no se piensa y ya no se escribe-atendiendo a las más importantes tareas de la educación- y por supuesto que pareciera que la educación debe estar vinculada solo a la productividad económica. Ya no estamos educados, estamos adiestrados para producir y ganar dinero.

Si verdaderamente queremos romper con el lastre de los malos gobiernos y la vida sin sentido, ese logró vendrá desde la educación, la adquisición del pensamiento científico y filosófico. El día que nos volvamos investigadores y filósofos de corazón dejaremos de caer en las cadenas del deseo de poder y por su puesto de la indefensión aprendida.

Necesitamos retomar a la educación como un camino para la humanización y no como el recorrido de fábrica para obtener buenos trabajadores.

Los esquemas administrativos se superponen a los valores y a la sustancia del conocimiento, nos importa más evidenciar la clase que vivir la clase y por su puesto tenemos alumnos que se convierten en ciudadanos que luchan por la nota o la aprobación. Hemos matado el deseo de saber, de aprender y superar las vicisitudes, hemos matado el ansia humana de la curiosidad en pos de un esquema de gobierno y fabrica.

Si queremos una vida humana, hay que ser humanos, si queremos ser humanos debemos educar y educarnos.