/ miércoles 23 de septiembre de 2020

La creación frente a mis ojos

Me gusta caminar. Pasé frente a una iglesia y pensé: necesito a Dios. Crucé la calle y vi un concierto urbano, sentado en la puerta del recinto un rarámuri con su traje tradicional tocaba su violín esperando una retribución. Me aproximé, grabé un video para las redes sociales, deposité un billete en un bote.

No entré al templo. Recordé mi paso por la sierra tarahumara, como maestra rural. La temporada de lluvias y mi salón con goteras. La inmensidad del bosque, el silencio y el anochecer de la vida. La que fui y la que soy. Tengo preguntas para Dios. Creo que él no tiene respuestas. Por eso este mundo en siete días. Prefiere que descubramos la realidad a través de nuestros ojos. La creación una perfecta estampa del caos primigenio. La vida es un perfecto retrato captado por nuestras pupilas.

No hay palabras para describir la belleza. La belleza solo existe. La permanencia es una quimera que perseguimos. El cambio ocurre frente a nuestros ojos. Del verano al otoño, solo hay colores mezclados con la nostalgia del pasado. Es el invierno una pausa. Las raíces buscan el agua en el suelo. He buscado mis raíces, miro mis pies que avanzan fugitivos del presente. Un querer no estar es mi constante sensación con la que vivo. Si fuera un árbol sería feliz. Sabría que estoy destinada a seguir las estaciones, a que hojas caigan y abonen el suelo. Conocería que mi tronco me sostiene y las ramas me permiten expandirme.

Pero soy una mujer. Me cuesta asumir la fragilidad del cuerpo. El cansancio que se alberga en los huesos. La intranquilidad que hace que mi corazón se acelere. Descanso en una cama, mientras mi mente inquieta busca pensamientos volátiles y flamables. Una explosión en mi cabeza no me permite continuar el sueño. Se incendia mi pasado y el presente se hace cenizas, que se esparcen y nublan mi vista para impedirme ver el futuro.

Siete días le bastaron a Dios, para crear el mundo. Al hombre se le otorga una vida para descubrir las maravillas del universo. Se le dota de un corazón para asumir la maldad, solo dos manos para trabajar con ahínco. Dios debió darme más de una vida, para poder responder mis preguntas. Me dio esta vida, muchas preguntas que se acumulan, una ira contenida y un lápiz para escribir. Me gusta caminar para no permanecer en el mismo lugar mucho tiempo. Excepto cuando escribo.

Me gusta caminar. Pasé frente a una iglesia y pensé: necesito a Dios. Crucé la calle y vi un concierto urbano, sentado en la puerta del recinto un rarámuri con su traje tradicional tocaba su violín esperando una retribución. Me aproximé, grabé un video para las redes sociales, deposité un billete en un bote.

No entré al templo. Recordé mi paso por la sierra tarahumara, como maestra rural. La temporada de lluvias y mi salón con goteras. La inmensidad del bosque, el silencio y el anochecer de la vida. La que fui y la que soy. Tengo preguntas para Dios. Creo que él no tiene respuestas. Por eso este mundo en siete días. Prefiere que descubramos la realidad a través de nuestros ojos. La creación una perfecta estampa del caos primigenio. La vida es un perfecto retrato captado por nuestras pupilas.

No hay palabras para describir la belleza. La belleza solo existe. La permanencia es una quimera que perseguimos. El cambio ocurre frente a nuestros ojos. Del verano al otoño, solo hay colores mezclados con la nostalgia del pasado. Es el invierno una pausa. Las raíces buscan el agua en el suelo. He buscado mis raíces, miro mis pies que avanzan fugitivos del presente. Un querer no estar es mi constante sensación con la que vivo. Si fuera un árbol sería feliz. Sabría que estoy destinada a seguir las estaciones, a que hojas caigan y abonen el suelo. Conocería que mi tronco me sostiene y las ramas me permiten expandirme.

Pero soy una mujer. Me cuesta asumir la fragilidad del cuerpo. El cansancio que se alberga en los huesos. La intranquilidad que hace que mi corazón se acelere. Descanso en una cama, mientras mi mente inquieta busca pensamientos volátiles y flamables. Una explosión en mi cabeza no me permite continuar el sueño. Se incendia mi pasado y el presente se hace cenizas, que se esparcen y nublan mi vista para impedirme ver el futuro.

Siete días le bastaron a Dios, para crear el mundo. Al hombre se le otorga una vida para descubrir las maravillas del universo. Se le dota de un corazón para asumir la maldad, solo dos manos para trabajar con ahínco. Dios debió darme más de una vida, para poder responder mis preguntas. Me dio esta vida, muchas preguntas que se acumulan, una ira contenida y un lápiz para escribir. Me gusta caminar para no permanecer en el mismo lugar mucho tiempo. Excepto cuando escribo.