/ viernes 22 de enero de 2021

Instancia de la Mujer Parral | Mi puerta, una frontera

Necesito muchas horas de silencio, soledad y lectura para conectar conmigo, pero esta cuarentena fragmenta y ralentiza el tiempo, tanto que apenas percibo la vida que sucede del otro lado de la ventana. Es como si mi eterno deseo de tener tiempo se hubiera vuelto realidad de una manera retorcida, porque este tiempo que ahora me sobra, tiene un número infinito de consecuencias indeseadas.

La avalancha espeluznante de noticias, conteos y estadísticas amenaza con tirar la puerta de mi casa y de lo único que dan ganas es de acogerse al efecto benefactor de las mentiras de quienes nos gobiernan.

Ni siquiera intento adivinar como será la nueva manera de caminar el mundo, desprovista de todo contacto físico, con los brazos caídos, secos de tan solos. Siempre fui amante de las palabras y hoy por hoy es lo único que permanece inamovible.

Mis pasos ya no van encaminados a la búsqueda de nada, están anclados en casa, en una diaria celebración del asombro de seguir con vida; invierto buena parte de mi tiempo en revisar las costuras de un mundo mal hecho.

Trato de inventarme, aunque sea en la imaginación, un lugar donde mis canas y mis ojos sigan siendo optimistas a pesar de estos meses infinitos pasados en tierra de nadie. Paso horas haciendo esfuerzos por atrapar los poemas suspendidos del abanico de la sala, comiendo sólo para llenar el requisito y durmiendo a retazos mal cortados.

Hoy todo es casa, mi puerta se ha transformado en frontera.
Reconozco que tengo miedo de perder amigos, familia, me horroriza pensar que cuando todo esto termine me falte alguien.

También me atemoriza perderme yo, por eso digo más seguido y con más fuerza cuanto quiero a los que quiero y cuan bendecida me siento por saberlos parte de mi vida.

Autora Ruby Myers.

Instancia de la Mujer

Necesito muchas horas de silencio, soledad y lectura para conectar conmigo, pero esta cuarentena fragmenta y ralentiza el tiempo, tanto que apenas percibo la vida que sucede del otro lado de la ventana. Es como si mi eterno deseo de tener tiempo se hubiera vuelto realidad de una manera retorcida, porque este tiempo que ahora me sobra, tiene un número infinito de consecuencias indeseadas.

La avalancha espeluznante de noticias, conteos y estadísticas amenaza con tirar la puerta de mi casa y de lo único que dan ganas es de acogerse al efecto benefactor de las mentiras de quienes nos gobiernan.

Ni siquiera intento adivinar como será la nueva manera de caminar el mundo, desprovista de todo contacto físico, con los brazos caídos, secos de tan solos. Siempre fui amante de las palabras y hoy por hoy es lo único que permanece inamovible.

Mis pasos ya no van encaminados a la búsqueda de nada, están anclados en casa, en una diaria celebración del asombro de seguir con vida; invierto buena parte de mi tiempo en revisar las costuras de un mundo mal hecho.

Trato de inventarme, aunque sea en la imaginación, un lugar donde mis canas y mis ojos sigan siendo optimistas a pesar de estos meses infinitos pasados en tierra de nadie. Paso horas haciendo esfuerzos por atrapar los poemas suspendidos del abanico de la sala, comiendo sólo para llenar el requisito y durmiendo a retazos mal cortados.

Hoy todo es casa, mi puerta se ha transformado en frontera.
Reconozco que tengo miedo de perder amigos, familia, me horroriza pensar que cuando todo esto termine me falte alguien.

También me atemoriza perderme yo, por eso digo más seguido y con más fuerza cuanto quiero a los que quiero y cuan bendecida me siento por saberlos parte de mi vida.

Autora Ruby Myers.

Instancia de la Mujer