/ martes 28 de diciembre de 2021

Idealismo en una Realidad | El Niño que nació para ser Rey

Aquel niño, hijo adoptivo de José y que desde el vientre de su madre, la Virgen María, por los milagrosos acontecimientos en que se dio su concepción, nacería en Belén de Judea, como el mesías esperado, el hijo de Dios, a quien pusieron por nombre Jesús. Fue bautizado a los 30 años por su primo y padrino Juan el Bautista, que gozoso respondía en cada ocasión que lo interrogaban sobre si él sería el que debería venir o deberían esperar a otro: “No soy yo, sino será el que viene detrás de mí y será muy poderoso, a quien yo ni siquiera soy digno de abrochar las correas de sus sandalias”.

Todo rey nace lleno de poder y riquezas y en el caso de Jesús, quiso Dios que naciera pobre y humilde, en un modesto establo y acunado en un pesebre de piedra, sin más compañía que sus padres, José y María y pastores de la región. Recibió también la visita de los hombres sabios, los tres reyes magos, quienes siguiendo la estrella luminosa, llegaron para contemplar cómo la profecía del nacimiento del rey salvador era cumplida.

Su posterior niñez transcurrió siendo siempre obediente a sus padres terrenales, creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres; así lo relata San Lucas en sus escritos.

Un pasaje bíblico nos dice que sus padres, que peregrinaban a Jerusalén una vez al año para la Fiesta de la Pascua, en una ocasión en que llevaron al niño de 12 años, para su presentación y preparación a la adolescencia, se les extravió en el templo, lo cual les preocupó bastante, pero al encontrarlo días después, lo vieron reunido conversando con los doctores y ministros de la Ley, los cuales se quedaron maravillados de su sabiduría y conocimientos a tan corta edad.

La historia no cuenta mucho sobre su vida en la niñez y juventud; se sabe que salió de la casa de sus padres a la vida pública a la edad de 30 años y por el poder que poseía como hijo de Dios, empezó a hacer prodigios y sanaciones maravillosas, y devolviendo la vida en algunos casos a quienes habían muerto. Por todo esto fue que creó antipatías ante los dirigentes judíos y romanos que empezaron a temer que con estas acciones comprobadas le traerían muchos seguidores, principalmente entre los pobres, por lo que peligraba el poder que ostentaban y por todo ello fue creciendo la idea de descontento y odio hacia Jesús y empezaron a acusarlo de agitador en contra del régimen romano y, como no faltan traiciones en este mundo, fue que uno de sus discípulos, Judas Iscariote, como ya sabemos, lo entregó a los soldados a cambio de 30 monedas; lo llevaron ante un tribunal que ordenó su muerte y así, Jesús siendo rey y proclamándose hijo de Dios, le dieron muerte como a cualquier reo, sin embargo estaba escrito que él moriría para redimir al mundo de nuestros pecados. Su cuerpo nunca fue hallado porque resucitó al tercer día y subió al cielo en cuerpo y alma, para reunirse con su padre Dios, quien dispuso todos esos acontecimientos para cambiar a la humanidad hacia un verdadero cristianismo.

Como cada año, sentimos la presencia de Jesús, nuestro Salvador, que siendo rey nació y creció pobre y humilde aún con todo su poder y gloria.


C. José Félix Bueno | Político/ Activista social

Aquel niño, hijo adoptivo de José y que desde el vientre de su madre, la Virgen María, por los milagrosos acontecimientos en que se dio su concepción, nacería en Belén de Judea, como el mesías esperado, el hijo de Dios, a quien pusieron por nombre Jesús. Fue bautizado a los 30 años por su primo y padrino Juan el Bautista, que gozoso respondía en cada ocasión que lo interrogaban sobre si él sería el que debería venir o deberían esperar a otro: “No soy yo, sino será el que viene detrás de mí y será muy poderoso, a quien yo ni siquiera soy digno de abrochar las correas de sus sandalias”.

Todo rey nace lleno de poder y riquezas y en el caso de Jesús, quiso Dios que naciera pobre y humilde, en un modesto establo y acunado en un pesebre de piedra, sin más compañía que sus padres, José y María y pastores de la región. Recibió también la visita de los hombres sabios, los tres reyes magos, quienes siguiendo la estrella luminosa, llegaron para contemplar cómo la profecía del nacimiento del rey salvador era cumplida.

Su posterior niñez transcurrió siendo siempre obediente a sus padres terrenales, creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres; así lo relata San Lucas en sus escritos.

Un pasaje bíblico nos dice que sus padres, que peregrinaban a Jerusalén una vez al año para la Fiesta de la Pascua, en una ocasión en que llevaron al niño de 12 años, para su presentación y preparación a la adolescencia, se les extravió en el templo, lo cual les preocupó bastante, pero al encontrarlo días después, lo vieron reunido conversando con los doctores y ministros de la Ley, los cuales se quedaron maravillados de su sabiduría y conocimientos a tan corta edad.

La historia no cuenta mucho sobre su vida en la niñez y juventud; se sabe que salió de la casa de sus padres a la vida pública a la edad de 30 años y por el poder que poseía como hijo de Dios, empezó a hacer prodigios y sanaciones maravillosas, y devolviendo la vida en algunos casos a quienes habían muerto. Por todo esto fue que creó antipatías ante los dirigentes judíos y romanos que empezaron a temer que con estas acciones comprobadas le traerían muchos seguidores, principalmente entre los pobres, por lo que peligraba el poder que ostentaban y por todo ello fue creciendo la idea de descontento y odio hacia Jesús y empezaron a acusarlo de agitador en contra del régimen romano y, como no faltan traiciones en este mundo, fue que uno de sus discípulos, Judas Iscariote, como ya sabemos, lo entregó a los soldados a cambio de 30 monedas; lo llevaron ante un tribunal que ordenó su muerte y así, Jesús siendo rey y proclamándose hijo de Dios, le dieron muerte como a cualquier reo, sin embargo estaba escrito que él moriría para redimir al mundo de nuestros pecados. Su cuerpo nunca fue hallado porque resucitó al tercer día y subió al cielo en cuerpo y alma, para reunirse con su padre Dios, quien dispuso todos esos acontecimientos para cambiar a la humanidad hacia un verdadero cristianismo.

Como cada año, sentimos la presencia de Jesús, nuestro Salvador, que siendo rey nació y creció pobre y humilde aún con todo su poder y gloria.


C. José Félix Bueno | Político/ Activista social