/ martes 1 de septiembre de 2020

Hedonismo: La Felicidad a Través del Placer

El hedonismo (del griego hedoné: placer) es la doctrina que proclama, como fin supremo de la vida, la prosecución o búsqueda de placer. Es un tema antiguo y actual, tema de siempre, no sólo a nivel teórico, sino a nivel existencial, tanto en la vida humana individual como en la colectiva.

Es entonces que la búsqueda del placer por el placer, adquiere dimensiones sobresalientes, que hacen que el ser humano, busque el placer a través de una experiencia sensorial, Aristipo de Cirene, que es un exponente del hedonismo, lo refiere así: “El /bien y el /valor hay que buscarlo exclusivamente en el placer, concretamente en el placer que se percibe en la impresión sensible.” «Sólo lo expresado por nosotros como afección o pasión es evidente o manifiesto»; evidente, porque se trata ahí de una afección sensible presente.

Es entonces, que podemos pensar ¿Y qué decir respecto de nuestra época, de nuestros días?

Es la nuestra una sociedad hedonista, de vuelta en los placeres y que se deja arrastrar por ellos. Y el psiquiatra Enrique Rojas escribe: “Los retos y esfuerzos (del hombre actual)... apuntan... hacia la búsqueda del placer y del bienestar a toda costa, además del dinero”.

El hombre de hoy sólo vive para sí mismo y para el placer; por eso las dos notas más peculiares de nuestro tiempo son el hedonismo y la permisividad, ambas enhebradas por el materialismo.

Hedonismo significa, entonces, que la máxima del comportamiento es el placer por encima de todo, cueste lo que cueste, así como ir alcanzando progresivamente cotas más altas de bienestar. Además, su código es la permisividad, la búsqueda ávida del placer y el refinamiento, sin ningún otro planteamiento.

Así pues, hedonismo y permisividad son los dos nuevos pilares sobre los que se apoyan las vidas de aquellos hombres que quieren evadirse de sí mismos y sumergirse en el caleidoscopio de sensaciones cada vez más sofisticadas y narcisistas; es decir, contemplan la vida como un goce ilimitado.

El hedonista no conoce el compromiso, ni atiende a los vínculos con las personas y las cosas, ni asume responsabilidad alguna ni obligaciones frente a ellos.

En esa desvinculación con cosas y personas radica la negatividad de la actitud hedonista considerada en sí misma y en sus consecuencias, pues perdida la vinculación con cosas o personas, sólo queda la búsqueda de placer en un sujeto replegado sobre sí, encarcelado dentro de los muros de su subjetividad egoísta.

En efecto, el placer y la felicidad que le acompañan, es el resultado natural de una vida humana sana, y brota como consecuencia de una relación interpersonal, desde el vínculo del amor. La inmersión desinteresada, amorosa en lo real, descubre a las personas y las mismas cosas, y además es gozosa.

Pero cuando estamos bombardeados mediáticamente en un concepto en el que tener éxito, según este paradigma mercadotécnico y fetichista, no significa otra cosa que conseguir a cualquier precio y por cualquier medio esa anhelada tríada constituida por el dinero, la fama y el poder, productores de placer. Es entonces que el hedonismo, se proclama en su máxima expresión, y suena un tanto escandaloso, cuando es por todos aceptado y seguido por las masas.

No cabe duda, que los días van y vienen, y en pocas ocasiones nos proveemos de la oportunidad de percatarnos la forma en que la sociedad actual se encuentra envuelta, en oropeles que nublan su vista. El hedonismo, está más que vigente…

El hedonismo (del griego hedoné: placer) es la doctrina que proclama, como fin supremo de la vida, la prosecución o búsqueda de placer. Es un tema antiguo y actual, tema de siempre, no sólo a nivel teórico, sino a nivel existencial, tanto en la vida humana individual como en la colectiva.

Es entonces que la búsqueda del placer por el placer, adquiere dimensiones sobresalientes, que hacen que el ser humano, busque el placer a través de una experiencia sensorial, Aristipo de Cirene, que es un exponente del hedonismo, lo refiere así: “El /bien y el /valor hay que buscarlo exclusivamente en el placer, concretamente en el placer que se percibe en la impresión sensible.” «Sólo lo expresado por nosotros como afección o pasión es evidente o manifiesto»; evidente, porque se trata ahí de una afección sensible presente.

Es entonces, que podemos pensar ¿Y qué decir respecto de nuestra época, de nuestros días?

Es la nuestra una sociedad hedonista, de vuelta en los placeres y que se deja arrastrar por ellos. Y el psiquiatra Enrique Rojas escribe: “Los retos y esfuerzos (del hombre actual)... apuntan... hacia la búsqueda del placer y del bienestar a toda costa, además del dinero”.

El hombre de hoy sólo vive para sí mismo y para el placer; por eso las dos notas más peculiares de nuestro tiempo son el hedonismo y la permisividad, ambas enhebradas por el materialismo.

Hedonismo significa, entonces, que la máxima del comportamiento es el placer por encima de todo, cueste lo que cueste, así como ir alcanzando progresivamente cotas más altas de bienestar. Además, su código es la permisividad, la búsqueda ávida del placer y el refinamiento, sin ningún otro planteamiento.

Así pues, hedonismo y permisividad son los dos nuevos pilares sobre los que se apoyan las vidas de aquellos hombres que quieren evadirse de sí mismos y sumergirse en el caleidoscopio de sensaciones cada vez más sofisticadas y narcisistas; es decir, contemplan la vida como un goce ilimitado.

El hedonista no conoce el compromiso, ni atiende a los vínculos con las personas y las cosas, ni asume responsabilidad alguna ni obligaciones frente a ellos.

En esa desvinculación con cosas y personas radica la negatividad de la actitud hedonista considerada en sí misma y en sus consecuencias, pues perdida la vinculación con cosas o personas, sólo queda la búsqueda de placer en un sujeto replegado sobre sí, encarcelado dentro de los muros de su subjetividad egoísta.

En efecto, el placer y la felicidad que le acompañan, es el resultado natural de una vida humana sana, y brota como consecuencia de una relación interpersonal, desde el vínculo del amor. La inmersión desinteresada, amorosa en lo real, descubre a las personas y las mismas cosas, y además es gozosa.

Pero cuando estamos bombardeados mediáticamente en un concepto en el que tener éxito, según este paradigma mercadotécnico y fetichista, no significa otra cosa que conseguir a cualquier precio y por cualquier medio esa anhelada tríada constituida por el dinero, la fama y el poder, productores de placer. Es entonces que el hedonismo, se proclama en su máxima expresión, y suena un tanto escandaloso, cuando es por todos aceptado y seguido por las masas.

No cabe duda, que los días van y vienen, y en pocas ocasiones nos proveemos de la oportunidad de percatarnos la forma en que la sociedad actual se encuentra envuelta, en oropeles que nublan su vista. El hedonismo, está más que vigente…