/ viernes 21 de agosto de 2020

Hagámonos fuertes practicando la solidaridad

Degustando la vida


Hagámonos conscientes de nuestra fragilidad como seres humanos, nuestra vida física como individuos es transitoria y ninguno de nosotros la puede comprar y dominar, la naturaleza nos demuestra en algunas ocasiones nuestra vulnerabilidad y la igualdad entre todas las personas; cuando a veces estamos muy orgullosos y seguros de nuestros progresos y de los logros alcanzados, nos llega un aviso que nos hace ver otra realidad, esto constituye una invitación a valorarnos en lo que realmente somos, nos hace falta que apuntemos a lo que es más importante en nuestra vida, muchas veces andamos tan ocupados en nuestras actividades y preocupaciones diarias que nos vamos perdiendo en medio de muchas cosas y no prestamos atención a lo que, en definitiva, es esencial en la existencia, una tragedia nos debe despertar para que no perdamos el tiempo en cosas insignificantes y no permitamos que la vanidad, la rutina y la superficialidad hagan influencia nuestra vida, procuremos que no colapsen cosas esenciales en nuestras familias y en nuestra sociedad, debemos adquirir la virtud de la fortaleza, pues los problemas y dificultades no dejan de tocar a nuestra puerta, nunca podemos permitir que nos postre la frustración y la angustia, la falta de solidaridad denota indiferencia, egoísmo, estrechez de miras en cuanto a los seres humanos, el que se niega a colaborar de manera entusiasta y desinteresada con quienes lo rodean en el logro de un objetivo común, renuncia a la posibilidad de unirse a algo mucho más grande y más fuerte que él mismo, en donde puede encontrar seguridad y apoyo, pues cuenta con el respaldo de sus compañeros, lo mismo que ellos con el suyo, el individualismo exagerado conduce a la insensibilidad, a la ausencia de grandeza humana, y resta méritos y alegría a cualquier logro por grande que sea, pues no hay con quien compartirlo.

Otro tanto les sucede a quienes, contando con los medios para ayudar desinteresadamente a sus semejantes (mediante oportunidades de trabajo, por ejemplo), no se conmueven en absoluto por sus penalidades, ni hacen nada en absoluto para aliviarlas, estas personas nunca serán admiradas, ni queridas con sinceridad, ni sus posesiones y dinero tendrán valor humano alguno, hay muchos obstáculos para la solidaridad en el afán de destacarse pisoteando a los demás, con el convencimiento de que el mundo está hecho de ganadores y perdedores, la inclinación a creer que todo lo que no nos afecta de manera directa y personal, no es de nuestra incumbencia, nuestro espíritu humano exige sin demora la solidaridad y la unión entre pueblos y naciones, más allá de las diferencias que podrían separarlos, el mejor camino hacia la solidaridad humana es la búsqueda y el respeto de la dignidad individual, la solidaridad es la fuerza de la gente débil, la solidaridad no es un sentimiento superficial, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, el bien de todos y cada uno para que todos seamos realmente responsables de todos, es impresionante ver cuando cada vez que un suceso que pone en peligro la vida o la integridad de un grupo de personas, ya sea grande o pequeño, los demás se vuelcan en su ayuda

¡Cuánto valoramos una mano amiga ante las necesidades! ¡Qué bien nos hemos sentido cuando alguien nos ha ayudado o hemos ayudado a alguien en momentos de dificultad! En ambos momentos hemos percibido el valor de la Solidaridad.

Degustando la vida


Hagámonos conscientes de nuestra fragilidad como seres humanos, nuestra vida física como individuos es transitoria y ninguno de nosotros la puede comprar y dominar, la naturaleza nos demuestra en algunas ocasiones nuestra vulnerabilidad y la igualdad entre todas las personas; cuando a veces estamos muy orgullosos y seguros de nuestros progresos y de los logros alcanzados, nos llega un aviso que nos hace ver otra realidad, esto constituye una invitación a valorarnos en lo que realmente somos, nos hace falta que apuntemos a lo que es más importante en nuestra vida, muchas veces andamos tan ocupados en nuestras actividades y preocupaciones diarias que nos vamos perdiendo en medio de muchas cosas y no prestamos atención a lo que, en definitiva, es esencial en la existencia, una tragedia nos debe despertar para que no perdamos el tiempo en cosas insignificantes y no permitamos que la vanidad, la rutina y la superficialidad hagan influencia nuestra vida, procuremos que no colapsen cosas esenciales en nuestras familias y en nuestra sociedad, debemos adquirir la virtud de la fortaleza, pues los problemas y dificultades no dejan de tocar a nuestra puerta, nunca podemos permitir que nos postre la frustración y la angustia, la falta de solidaridad denota indiferencia, egoísmo, estrechez de miras en cuanto a los seres humanos, el que se niega a colaborar de manera entusiasta y desinteresada con quienes lo rodean en el logro de un objetivo común, renuncia a la posibilidad de unirse a algo mucho más grande y más fuerte que él mismo, en donde puede encontrar seguridad y apoyo, pues cuenta con el respaldo de sus compañeros, lo mismo que ellos con el suyo, el individualismo exagerado conduce a la insensibilidad, a la ausencia de grandeza humana, y resta méritos y alegría a cualquier logro por grande que sea, pues no hay con quien compartirlo.

Otro tanto les sucede a quienes, contando con los medios para ayudar desinteresadamente a sus semejantes (mediante oportunidades de trabajo, por ejemplo), no se conmueven en absoluto por sus penalidades, ni hacen nada en absoluto para aliviarlas, estas personas nunca serán admiradas, ni queridas con sinceridad, ni sus posesiones y dinero tendrán valor humano alguno, hay muchos obstáculos para la solidaridad en el afán de destacarse pisoteando a los demás, con el convencimiento de que el mundo está hecho de ganadores y perdedores, la inclinación a creer que todo lo que no nos afecta de manera directa y personal, no es de nuestra incumbencia, nuestro espíritu humano exige sin demora la solidaridad y la unión entre pueblos y naciones, más allá de las diferencias que podrían separarlos, el mejor camino hacia la solidaridad humana es la búsqueda y el respeto de la dignidad individual, la solidaridad es la fuerza de la gente débil, la solidaridad no es un sentimiento superficial, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, el bien de todos y cada uno para que todos seamos realmente responsables de todos, es impresionante ver cuando cada vez que un suceso que pone en peligro la vida o la integridad de un grupo de personas, ya sea grande o pequeño, los demás se vuelcan en su ayuda

¡Cuánto valoramos una mano amiga ante las necesidades! ¡Qué bien nos hemos sentido cuando alguien nos ha ayudado o hemos ayudado a alguien en momentos de dificultad! En ambos momentos hemos percibido el valor de la Solidaridad.