/ miércoles 26 de junio de 2019

GRADUACIONES  

La algarabía abandona el salón de clases, se escabulle al igual que el verdugo infalible lo hace en los anaqueles del calendario, los cuadernos en el mejor de los casos se han cerrado repletos de notas, tareas, dibujos y hasta rayones, evidencia que permanecerá muda en algún cajón si bien, o que abordara el camión que al ritmo de la pequeña campana recorre las calles muy de madrugada.

Los afanosos instructores han dictado su veredicto final y con la frialdad de un número, indican el grado de aprovechamiento de sus inquietos pupilos, con nostalgia o quizá con un dejo de liberación hacen sus reportes finales y se disponen a entregar un nuevo ramillete de muy diversos matices, listo para florecer en otro jardín.

Los inquietos pupilos danzan al ritmo de la confusión, por un lado, escuchan el canto de la sirena que les confirma el cumplimiento de una meta más en su preparación para ser los caudillos de su propia vida y por el otro costado, se asoman por la ventana del futuro tratando de adivinar cuál es el camino que los llevará al cumplimiento de sus confusos sueños.

La familia y en espacial los capitanes del barco navegan con banderas desplegadas de satisfacción, se sienten orgullosos del vástago que ha logrado llegar a buen puerto, a pesar de las fuertes rachas que por momentos ofreció el mal tiempo, son conscientes que la travesía debe continuar y que aún faltan muchas adversidades que superar antes de aventar el ancla, sin embargo hoy es momento para levantar la mano, sonreír y brindar por el objetivo cumplido.

Es la época de graduaciones, las ceremonias siguen un protocolo, algunas sencillas pero con un contenido humano, otras más rimbombantes pero frías y parcas, todas tienen el mismo objetivo, hacerle saber a los presentes y a los ausentes, que han cumplido con su misión de instruir, formar y educar a un grupo de ciudadanos.

Los discursos son el elemento infaltable en estas ceremonias académicas, es el director que agradece e invita a los graduados a soñar despiertos y les pide que en la mochila invisible de sus recuerdos, tengan siempre un lugar para la casa de instrucción que hoy abandonan, es el maestro que con nostalgia ve partir a sus alumnos, es el alumno que hace un recuento de las vivencias para luego agradecer a sus compañeros, mentores, directivos y a los padres de familia por el apoyo recibido y en ocasiones es hasta el discurso de alguna autoridad civil, militar o educativa quien contribuye al festín de parabienes. ¿Los padres de familia deberían tener la oportunidad de decir algo?

En la configuración de esta ceremonia permea la satisfacción del deber cumplido, es el tiempo y solo el tiempo quien se convertirá en el juez que dicte el veredicto irrevocable del cumplimiento de cada uno de los deberes, la felicidad del momento opaca cualquier defecto.

Atrás quedarán para cada graduado las experiencias vividas, solo ellos serán capaces de abrazar en el recuerdo los mejores momentos, de dejar en el desierto del olvido aquellos puntos obscuros y de utilizar como herramienta de vida el conocimiento, la sabiduría y la experiencia que al calor de la fragua formaron con cada golpe de esfuerzo y dedicación.

Felicidades a quienes por su esfuerzo son dignos merecedores de recibir un reconocimiento, un certificado, un título, que los acredita como personas con un mayor conocimiento, como expertos en un tema o simplemente como seres humanos con más herramientas para pensar, ser y hacer aquello que su libertad les permita.

leon7dg@hotmail.com

La algarabía abandona el salón de clases, se escabulle al igual que el verdugo infalible lo hace en los anaqueles del calendario, los cuadernos en el mejor de los casos se han cerrado repletos de notas, tareas, dibujos y hasta rayones, evidencia que permanecerá muda en algún cajón si bien, o que abordara el camión que al ritmo de la pequeña campana recorre las calles muy de madrugada.

Los afanosos instructores han dictado su veredicto final y con la frialdad de un número, indican el grado de aprovechamiento de sus inquietos pupilos, con nostalgia o quizá con un dejo de liberación hacen sus reportes finales y se disponen a entregar un nuevo ramillete de muy diversos matices, listo para florecer en otro jardín.

Los inquietos pupilos danzan al ritmo de la confusión, por un lado, escuchan el canto de la sirena que les confirma el cumplimiento de una meta más en su preparación para ser los caudillos de su propia vida y por el otro costado, se asoman por la ventana del futuro tratando de adivinar cuál es el camino que los llevará al cumplimiento de sus confusos sueños.

La familia y en espacial los capitanes del barco navegan con banderas desplegadas de satisfacción, se sienten orgullosos del vástago que ha logrado llegar a buen puerto, a pesar de las fuertes rachas que por momentos ofreció el mal tiempo, son conscientes que la travesía debe continuar y que aún faltan muchas adversidades que superar antes de aventar el ancla, sin embargo hoy es momento para levantar la mano, sonreír y brindar por el objetivo cumplido.

Es la época de graduaciones, las ceremonias siguen un protocolo, algunas sencillas pero con un contenido humano, otras más rimbombantes pero frías y parcas, todas tienen el mismo objetivo, hacerle saber a los presentes y a los ausentes, que han cumplido con su misión de instruir, formar y educar a un grupo de ciudadanos.

Los discursos son el elemento infaltable en estas ceremonias académicas, es el director que agradece e invita a los graduados a soñar despiertos y les pide que en la mochila invisible de sus recuerdos, tengan siempre un lugar para la casa de instrucción que hoy abandonan, es el maestro que con nostalgia ve partir a sus alumnos, es el alumno que hace un recuento de las vivencias para luego agradecer a sus compañeros, mentores, directivos y a los padres de familia por el apoyo recibido y en ocasiones es hasta el discurso de alguna autoridad civil, militar o educativa quien contribuye al festín de parabienes. ¿Los padres de familia deberían tener la oportunidad de decir algo?

En la configuración de esta ceremonia permea la satisfacción del deber cumplido, es el tiempo y solo el tiempo quien se convertirá en el juez que dicte el veredicto irrevocable del cumplimiento de cada uno de los deberes, la felicidad del momento opaca cualquier defecto.

Atrás quedarán para cada graduado las experiencias vividas, solo ellos serán capaces de abrazar en el recuerdo los mejores momentos, de dejar en el desierto del olvido aquellos puntos obscuros y de utilizar como herramienta de vida el conocimiento, la sabiduría y la experiencia que al calor de la fragua formaron con cada golpe de esfuerzo y dedicación.

Felicidades a quienes por su esfuerzo son dignos merecedores de recibir un reconocimiento, un certificado, un título, que los acredita como personas con un mayor conocimiento, como expertos en un tema o simplemente como seres humanos con más herramientas para pensar, ser y hacer aquello que su libertad les permita.

leon7dg@hotmail.com