/ jueves 14 de julio de 2022

Fuera de Agenda | Litempo 8 y los militares

La muerte del ex presidente Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), ¿dejará sin efecto el impedimento legal para que el gobierno estadounidense abra los expedientes sobre su papel al servicio de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en el programa Litempo?

Como piezas dispersas de un rompecabezas que aún tiene vacíos por llenar, han surgido episodios en las últimas cuatro décadas sobre uno de los operativos más ambiciosos de la CIA en México durante la Guerra Fría, en el que se reclutó a la élite política –y algunos militares—con al menos tres presidentes de la república en la nómina de la agencia.

El programa Litempo—como se le llamó—fue operado por Winston Scott, jefe de la estación en México de la CIA, e incluía a figuras como los presidentes Adolfo López Mateos identificado como Litensor; Gustavo Díaz Ordaz conocido como Litempo 2, y Luis Echeverría llamado Litempo 8, de acuerdo a la investigación en los archivos nacionales estadounidenses del periodista Jefferson Morley plasmada en su libro “Nuestro hombre en México. Winston Scott y la historia de la CIA” (2010).

Echeverría fue reclutado por Scott por lo menos desde que era subsecretario de Gobernación en el sexenio de López Mateos. Después como titular del despacho de Bucareli ya con Díaz Ordaz en la presidencia, estuvo muy activo como “agente de enlace”. Las operaciones de enlace incluían actividades de apoyo operativo a las fuerzas de seguridad civil (como la DFS) para intercambio de inteligencia, operaciones conjuntas como las que desarrollaban de vigilancia y seguimiento a los diplomáticos y a la Embajada de la Unión Soviética en México. “En las operaciones conjuntas con fuerzas de seguridad mexicanas se incluían el control de viajes, escuchas telefónicas y acciones represivas”.

En 1968 Echeverría fue identificado en documentos estadounidenses como el artífice detrás de un “comité estratégico” que en sigilo alentó los disturbios estudiantiles por medio de “infiltrados”. El secretario de Gobernación estuvo apoyado por “altos funcionarios del gobierno” como el coronel Luis Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial (EMP), quien tenía un grupo de oficiales comisionados en el entonces Departamento del Distrito Federal (DDF), quienes recibieron entrenamiento especial irrumpiendo en las calles por vez primera en marzo de aquel año. Tiempo después serían conocidos como “los Halcones”, artífices de la matanza estudiantil del 10 de junio de 1971.

Lo que no pude corroborar con documentos durante la investigación de mi libro “Jinetes de Tlatelolco. Marcelino García Barragán y otros retratos del Ejército Mexicano (2017)”, fue hasta dónde la cúpula militar de entonces sabía del vínculo de Echeverría con la CIA. Y de la colaboración de Gutiérrez Oropeza con la agencia a través del envío de oficiales del EMP para ser entrenados y después intervenir en el movimiento estudiantil.

García Barragán, secretario de la Defensa Nacional con Díaz Ordaz, “veía en Echeverría la personificación de la traición, de la mentira como herramienta de vida y la cobardía como referente para asumir su responsabilidad en Tlatelolco”.

Generales como Salvador Rangel Medina y Mario Ballesteros Prieto, lo consideraron “un manipulador nato”.

@velediaz424

La muerte del ex presidente Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), ¿dejará sin efecto el impedimento legal para que el gobierno estadounidense abra los expedientes sobre su papel al servicio de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en el programa Litempo?

Como piezas dispersas de un rompecabezas que aún tiene vacíos por llenar, han surgido episodios en las últimas cuatro décadas sobre uno de los operativos más ambiciosos de la CIA en México durante la Guerra Fría, en el que se reclutó a la élite política –y algunos militares—con al menos tres presidentes de la república en la nómina de la agencia.

El programa Litempo—como se le llamó—fue operado por Winston Scott, jefe de la estación en México de la CIA, e incluía a figuras como los presidentes Adolfo López Mateos identificado como Litensor; Gustavo Díaz Ordaz conocido como Litempo 2, y Luis Echeverría llamado Litempo 8, de acuerdo a la investigación en los archivos nacionales estadounidenses del periodista Jefferson Morley plasmada en su libro “Nuestro hombre en México. Winston Scott y la historia de la CIA” (2010).

Echeverría fue reclutado por Scott por lo menos desde que era subsecretario de Gobernación en el sexenio de López Mateos. Después como titular del despacho de Bucareli ya con Díaz Ordaz en la presidencia, estuvo muy activo como “agente de enlace”. Las operaciones de enlace incluían actividades de apoyo operativo a las fuerzas de seguridad civil (como la DFS) para intercambio de inteligencia, operaciones conjuntas como las que desarrollaban de vigilancia y seguimiento a los diplomáticos y a la Embajada de la Unión Soviética en México. “En las operaciones conjuntas con fuerzas de seguridad mexicanas se incluían el control de viajes, escuchas telefónicas y acciones represivas”.

En 1968 Echeverría fue identificado en documentos estadounidenses como el artífice detrás de un “comité estratégico” que en sigilo alentó los disturbios estudiantiles por medio de “infiltrados”. El secretario de Gobernación estuvo apoyado por “altos funcionarios del gobierno” como el coronel Luis Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial (EMP), quien tenía un grupo de oficiales comisionados en el entonces Departamento del Distrito Federal (DDF), quienes recibieron entrenamiento especial irrumpiendo en las calles por vez primera en marzo de aquel año. Tiempo después serían conocidos como “los Halcones”, artífices de la matanza estudiantil del 10 de junio de 1971.

Lo que no pude corroborar con documentos durante la investigación de mi libro “Jinetes de Tlatelolco. Marcelino García Barragán y otros retratos del Ejército Mexicano (2017)”, fue hasta dónde la cúpula militar de entonces sabía del vínculo de Echeverría con la CIA. Y de la colaboración de Gutiérrez Oropeza con la agencia a través del envío de oficiales del EMP para ser entrenados y después intervenir en el movimiento estudiantil.

García Barragán, secretario de la Defensa Nacional con Díaz Ordaz, “veía en Echeverría la personificación de la traición, de la mentira como herramienta de vida y la cobardía como referente para asumir su responsabilidad en Tlatelolco”.

Generales como Salvador Rangel Medina y Mario Ballesteros Prieto, lo consideraron “un manipulador nato”.

@velediaz424