/ viernes 8 de diciembre de 2023

Espejos de vida | Sus huellas en el río

Sin pretender ocupar el lugar que ocupa una persona que escribe obituarios, pero sí, enfocando el contenido, sobre las referencias biográficas del fallecido, con la intención de que, mis letras lleguen a cobijar a deudos y amistades, y de alguna manera, acercar a quienes están lejos; porque la fuerza de las palabras, llegan al lector en forma de imágenes vivas, que permiten recrear escenarios, paisajes y acciones.

Hago referencia al señor Alberto Casas Loya (1955-2023), quien falleció el primer día del mes en curso, tras una penosa enfermedad que fue mermando sus fuerzas hasta arrancar el último soplo de vida.

El duelo de perder a una persona cercana, es un llamado a reconocer la fragilidad de nuestra propia existencia, a saber, que, con su pérdida, se van momentos, recuerdos, diálogos, encuentros, intercambios y todas las acciones que vamos tejiendo en el diario vivir. Es desprenderse de aquello que veíamos tan cotidiano, a sabiendas, que solo podremos recrearlo con los recuerdos.

Él nació, vivió y murió en Balleza Chihuahua, el barrio del Chamizal cobijó las distintas etapas de su vida; contrajo matrimonio con la señora María Luisa Salinas (+) procreando tres hijos: Victorino (+), Ramón y Yuri. Como la gran mayoría de los habitantes de pueblo, aprendió un oficio que le permitiera dar el sostenimiento a su familia y un servicio a la comunidad, convirtiéndose en pionero en la elaboración de bloques de cemento para la construcción de casas y en acarreo de materiales, como piedra, arena, grava, entre otros; este trabajo le permitió dar empleo a otros miembros de la familia, además de ganarse el respeto de la comunidad, por su entrega oportuna y calidad del servicio.

Mi querido compadre, Beto Casas, vivió entre las aguas de ambos ríos que corren por las orillas del pueblo, su pasatiempo favorito era la pesca, y lo mismo utilizaba maya, anzuelo con caña, vara, jarilla o bote y sin importar las inclemencias o temperaturas del agua, las cuatro estaciones eran ideales para pescar. Su casa siempre estaba abierta para recibir visitas y su mesa puesta para compartir los alimentos, porque además preparaba un caldo delicioso y los pescados fritos eran su especialidad.

Era común observarlo muy temprano sentado sobre una piedra en la esquina del callejón Emiliano Zapata y Calle Independencia, cerca de su casa, con una taza de café humeante en sus manos y un cigarro encendido; siempre listo para iniciar conversación y ser punta de lanza para invitar a otros transeúntes a reunirse al diálogo matutino o vespertino, en su caso.

Le sobreviven sus hermanos: Manuel, Andrés y Lidia, sus dos hijos: Ramón y Yuri Casas y sus nietos, para quienes va especialmente dedicado este homenaje, para que, a través del tiempo, recuerden al hermano, padre, abuelo, amigo y vecino de la comunidad de Balleza, Chihuahua, donde quedaron sepultados sus restos, pero su recuerdo, ha quedado impregnado en las corrientes del río, en las calles del pueblo y en el alma y corazón de todos los que tuvimos la suerte de conocerlo y convivir con él.

Cierro con un poema que mi hermano Juan Eugenio Carrillo escribió en su honor:

Cantaban los gallos tristes/y cantaban tan seguido/anunciando la partida /del mejor de los amigos.

Apenas pisó diciembre/su salud no pudo más/aunque iluminen el pueblo/aunque adornen el barrio/ ¡ay!, que triste navidad.

De una cadenita de oro/ se ha perdido un eslabón/ a todos nos ha dejado/ lastimado el corazón.

Se oye el murmullo del agua/y a lo lejos un tildío/es el que cuida las huellas/que dejó Beto en el río.

Maestra Cuquis Sandoval Olivas

Sin pretender ocupar el lugar que ocupa una persona que escribe obituarios, pero sí, enfocando el contenido, sobre las referencias biográficas del fallecido, con la intención de que, mis letras lleguen a cobijar a deudos y amistades, y de alguna manera, acercar a quienes están lejos; porque la fuerza de las palabras, llegan al lector en forma de imágenes vivas, que permiten recrear escenarios, paisajes y acciones.

Hago referencia al señor Alberto Casas Loya (1955-2023), quien falleció el primer día del mes en curso, tras una penosa enfermedad que fue mermando sus fuerzas hasta arrancar el último soplo de vida.

El duelo de perder a una persona cercana, es un llamado a reconocer la fragilidad de nuestra propia existencia, a saber, que, con su pérdida, se van momentos, recuerdos, diálogos, encuentros, intercambios y todas las acciones que vamos tejiendo en el diario vivir. Es desprenderse de aquello que veíamos tan cotidiano, a sabiendas, que solo podremos recrearlo con los recuerdos.

Él nació, vivió y murió en Balleza Chihuahua, el barrio del Chamizal cobijó las distintas etapas de su vida; contrajo matrimonio con la señora María Luisa Salinas (+) procreando tres hijos: Victorino (+), Ramón y Yuri. Como la gran mayoría de los habitantes de pueblo, aprendió un oficio que le permitiera dar el sostenimiento a su familia y un servicio a la comunidad, convirtiéndose en pionero en la elaboración de bloques de cemento para la construcción de casas y en acarreo de materiales, como piedra, arena, grava, entre otros; este trabajo le permitió dar empleo a otros miembros de la familia, además de ganarse el respeto de la comunidad, por su entrega oportuna y calidad del servicio.

Mi querido compadre, Beto Casas, vivió entre las aguas de ambos ríos que corren por las orillas del pueblo, su pasatiempo favorito era la pesca, y lo mismo utilizaba maya, anzuelo con caña, vara, jarilla o bote y sin importar las inclemencias o temperaturas del agua, las cuatro estaciones eran ideales para pescar. Su casa siempre estaba abierta para recibir visitas y su mesa puesta para compartir los alimentos, porque además preparaba un caldo delicioso y los pescados fritos eran su especialidad.

Era común observarlo muy temprano sentado sobre una piedra en la esquina del callejón Emiliano Zapata y Calle Independencia, cerca de su casa, con una taza de café humeante en sus manos y un cigarro encendido; siempre listo para iniciar conversación y ser punta de lanza para invitar a otros transeúntes a reunirse al diálogo matutino o vespertino, en su caso.

Le sobreviven sus hermanos: Manuel, Andrés y Lidia, sus dos hijos: Ramón y Yuri Casas y sus nietos, para quienes va especialmente dedicado este homenaje, para que, a través del tiempo, recuerden al hermano, padre, abuelo, amigo y vecino de la comunidad de Balleza, Chihuahua, donde quedaron sepultados sus restos, pero su recuerdo, ha quedado impregnado en las corrientes del río, en las calles del pueblo y en el alma y corazón de todos los que tuvimos la suerte de conocerlo y convivir con él.

Cierro con un poema que mi hermano Juan Eugenio Carrillo escribió en su honor:

Cantaban los gallos tristes/y cantaban tan seguido/anunciando la partida /del mejor de los amigos.

Apenas pisó diciembre/su salud no pudo más/aunque iluminen el pueblo/aunque adornen el barrio/ ¡ay!, que triste navidad.

De una cadenita de oro/ se ha perdido un eslabón/ a todos nos ha dejado/ lastimado el corazón.

Se oye el murmullo del agua/y a lo lejos un tildío/es el que cuida las huellas/que dejó Beto en el río.

Maestra Cuquis Sandoval Olivas