/ viernes 29 de julio de 2022

Espejos de vida | Querida Isabel:

Escribo esta carta porque hay tantas cosas que quiero decirte y, a la hora de estar frente a ti, no encuentro las palabras adecuadas, para expresar el enorme agradecimiento y la alegría de formar parte de tu entorno.

Siempre me ha gustado como suena tu nombre, lo escuché tantas veces en labios de mi abuela y mamá al referirse a tu persona; al indagar sobre su significado encuentro que es: “Promesa de Dios”, y precisamente ese es el papel principal que has desempeñado en nuestra familia.

Eres el único vínculo directo de la generación Olivas Sotelo; un árbol fuerte que ha resistido las tormentas y adversidades, que soportaste al observar cómo se iban arrancando las raíces de perder a tus padres, hermanos, cuñados, tu pareja y a tu querida nuera; sufriendo y llorando su ausencia, pero levantándose como una muralla para proteger a tus hijos, nietos y al resto de la familia. Porque desde que tengo memoria, has sido para cada uno de nosotros, una fuente de apoyo, generadora de confianza, de consejo y amor maternal.

De pequeña, disfrutaba enormemente pasar unos días con tu familia, ayudarte en las labores propias del hogar, en el molino de nixtamal y en atender el pequeño comercio de abarrotes que poseían, además de que podía comer dulces y frutas que ahí se vendían; me encantaba saborear la riqueza de platillos que cocinabas y pasearme en el carrito de mulas en el que transportaban la mercancía, pero más que todo, el sentirme cobijada por ese cariño incondicional con el que siempre has sabido arropar.

Otro de los recuerdos que persisten en mi mente, son esos días de campo familiares, esperaba con ansia a que nos ofrecieras las delicias que habías preparado para compartir; esas noches que se reunían en casa de mamá a platicar, las fiestas y cumpleaños donde siempre estabas presente y entonabas hermosas melodías acompañando a mi hermana.

Cuando mamá me reprendía por alguna razón más que justificada, acudía a tu lado en busca de apoyo, sabía que podía contar contigo, porque tu amor y comprensión es algo que me ha acompañado a lo largo de mi vida.

Tu relación conyugal fue una plataforma en la que senté mis ideales al buscar pareja, eran un matrimonio tan sólido, respetuoso y ambos tenían una forma de dirigirse uno al otro, donde siempre se privilegiaron las palabras y miradas cariñosas, con una entrega y compromiso total de velar por la felicidad de su hogar; jamás observé discusión o pleito alguno, y eso, es una lección invaluable, que procuro poner en práctica en mi hogar.

Mi confianza en ti ha sido tal, que, aun siendo una adolescente, te confié mis sueños de querer ser escritora, siempre me dabas la palabra oportuna, el aliento para no desistir y alcanzar quimeras. Cuando me decidí a contraer matrimonio, acudí a tu regazo, buscando el consejo y aligerar la angustia provocada por dejar el nido maternal.

Salí del pueblo, pero siempre que regreso de visita, tu casa ha sido una parada esencial, tomar café a tu lado o simplemente escuchar tu plática y preocupaciones que te agobian, es una manera de compartir y hacerte saber cuan importante eres en nuestras vidas.

Gracias por tanto amor, porque como bien lo dijo tu nieta Deirani Javalera: “Ese corazón que tienes en el pecho, se ha engrandecido por tanto amor que has sabido prodigar”, has jugado todos los roles a la perfección: hija, hermana, madre, abuela, tía, suegra, cuñada…

¡Te quiero!

María del Refugio Sandoval Olivas | Maestra, escritora, poeta.

Escribo esta carta porque hay tantas cosas que quiero decirte y, a la hora de estar frente a ti, no encuentro las palabras adecuadas, para expresar el enorme agradecimiento y la alegría de formar parte de tu entorno.

Siempre me ha gustado como suena tu nombre, lo escuché tantas veces en labios de mi abuela y mamá al referirse a tu persona; al indagar sobre su significado encuentro que es: “Promesa de Dios”, y precisamente ese es el papel principal que has desempeñado en nuestra familia.

Eres el único vínculo directo de la generación Olivas Sotelo; un árbol fuerte que ha resistido las tormentas y adversidades, que soportaste al observar cómo se iban arrancando las raíces de perder a tus padres, hermanos, cuñados, tu pareja y a tu querida nuera; sufriendo y llorando su ausencia, pero levantándose como una muralla para proteger a tus hijos, nietos y al resto de la familia. Porque desde que tengo memoria, has sido para cada uno de nosotros, una fuente de apoyo, generadora de confianza, de consejo y amor maternal.

De pequeña, disfrutaba enormemente pasar unos días con tu familia, ayudarte en las labores propias del hogar, en el molino de nixtamal y en atender el pequeño comercio de abarrotes que poseían, además de que podía comer dulces y frutas que ahí se vendían; me encantaba saborear la riqueza de platillos que cocinabas y pasearme en el carrito de mulas en el que transportaban la mercancía, pero más que todo, el sentirme cobijada por ese cariño incondicional con el que siempre has sabido arropar.

Otro de los recuerdos que persisten en mi mente, son esos días de campo familiares, esperaba con ansia a que nos ofrecieras las delicias que habías preparado para compartir; esas noches que se reunían en casa de mamá a platicar, las fiestas y cumpleaños donde siempre estabas presente y entonabas hermosas melodías acompañando a mi hermana.

Cuando mamá me reprendía por alguna razón más que justificada, acudía a tu lado en busca de apoyo, sabía que podía contar contigo, porque tu amor y comprensión es algo que me ha acompañado a lo largo de mi vida.

Tu relación conyugal fue una plataforma en la que senté mis ideales al buscar pareja, eran un matrimonio tan sólido, respetuoso y ambos tenían una forma de dirigirse uno al otro, donde siempre se privilegiaron las palabras y miradas cariñosas, con una entrega y compromiso total de velar por la felicidad de su hogar; jamás observé discusión o pleito alguno, y eso, es una lección invaluable, que procuro poner en práctica en mi hogar.

Mi confianza en ti ha sido tal, que, aun siendo una adolescente, te confié mis sueños de querer ser escritora, siempre me dabas la palabra oportuna, el aliento para no desistir y alcanzar quimeras. Cuando me decidí a contraer matrimonio, acudí a tu regazo, buscando el consejo y aligerar la angustia provocada por dejar el nido maternal.

Salí del pueblo, pero siempre que regreso de visita, tu casa ha sido una parada esencial, tomar café a tu lado o simplemente escuchar tu plática y preocupaciones que te agobian, es una manera de compartir y hacerte saber cuan importante eres en nuestras vidas.

Gracias por tanto amor, porque como bien lo dijo tu nieta Deirani Javalera: “Ese corazón que tienes en el pecho, se ha engrandecido por tanto amor que has sabido prodigar”, has jugado todos los roles a la perfección: hija, hermana, madre, abuela, tía, suegra, cuñada…

¡Te quiero!

María del Refugio Sandoval Olivas | Maestra, escritora, poeta.