/ viernes 19 de mayo de 2023

Espejos de Vida | Prosa poética

Una hoja en blanco, miles de ideas rondando por la cabeza, las neuronas buscando sinopsis con los recuerdos y aprendizajes obtenidos, enlace y vinculación de conceptos y frases, buscando el foco tonal para cargar energía y escuchar los ecos de voces diseminadas a través del tiempo.

El proceso de la creación literaria es extraordinario, nace de la recreación de eventos y sucesos cotidianos y ordinarios que, al ser revestidos por el lenguaje literario, se transforman, adquieren otra proyección y visión que se expanden según la pluma y tinta del artista que la toma entre sus manos.

Las temáticas son tan variadas y profundas, como el mismo universo que nos circunda, por ello, es necesario delimitar el campo abordado, rescatar conceptos que aludan al mismo, utilizar categorías y luego incursionar en un género literario específico y determinado.

En este caso, quiero hacer mención especial a la magia y poder que tiene la prosa poética; según el diccionario de etimología, de la palabra prosa se obtiene el término prosaico, que significa “lugar común”, porque la prosa poética nace de la escritura ordinaria.

Esta, al igual que la poesía, utiliza un lenguaje lírico que se apoya en las figuras literarias y estilísticas que embellecen el texto, mismo que no lleva la finalidad de narrar, sino de transmitir emociones y sentimientos a la vez que pretende ser un despertador con una alarma que suene en el inconsciente de quien los lee.

Las palabras se adornan, se visten de gala para acudir a la fiesta de la comunicación, buscan los atuendos necesarios para realzar su belleza; caminan salerosas por el sendero que simboliza una alfombra roja, donde transitan orgullosas de su porte, tienen paso seguro, denotan la confianza con las que han sido creadas, se reconocen sabedoras de su belleza y del impacto que provocan en el receptor.

De esa manera, trascienden del yo individual, para llegar al nosotros colectivo, inundan los sentidos, su olor se expande, cuál si fuera rocío mañanero o brisa de estelas; como flores que abren sus pétalos a la vida, impregnando el ambiente con sus fragancias distintivas.

\u0009La prosa poética puede saborearse, como si fuera un manjar que se disfruta en las papilas gustativas, cada palabra y frase poseen sus propios órganos sensoriales para llegar a ser captados por la vista o el oído de quien los acoge.

Estas, no son egoístas, más bien son fáciles de pillar, de enamorar, pueden expandir sus amores y seguir reproduciéndose sin parar; son humildes, sumisas, saben esperar el tiempo propicio para conquistar corazones, prodigan sus amores por doquier, acrecentando su poder.

Se valen de esos recursos, licencias y permisos discursivos, para externar, desde las profundidades del pensamiento, los temas que brotan del manantial del alma, de la razón y discernimiento, del corazón y pensamiento; esos, que con urgencia reclaman ser expresados, para que no se desborde la presa de las emociones en que son contenidas.

Son mensajes, cuyas características les confieren ser portátiles y volátiles, tienen la capacidad de gatear, caminar, correr o volar, según el tamaño y ocasión del nicho concebido; llegan, se anidan, nacen, crecen y se comparten; el milagro de la creación se repite una y otra vez; son imperecederas, porque, aunque cambien los contextos, aluden a captar instantes, que quedan retratadas con palabras que contienen imágenes, conceptos y significados, para ir dejando huellas impresas e imborrables en el caminar del tiempo.

La prosa contundente y el aliento poético forman un binomio perfecto para atrapar al lector en sus redes, son ejercicios derivados de la observación profunda, de la escucha activa, se traduce en emociones y sensaciones de sentimientos complejos hasta tender puentes de comunicación asertiva entre emisor y receptor.

Cuquis Sandoval Olivas | Maestra

Una hoja en blanco, miles de ideas rondando por la cabeza, las neuronas buscando sinopsis con los recuerdos y aprendizajes obtenidos, enlace y vinculación de conceptos y frases, buscando el foco tonal para cargar energía y escuchar los ecos de voces diseminadas a través del tiempo.

El proceso de la creación literaria es extraordinario, nace de la recreación de eventos y sucesos cotidianos y ordinarios que, al ser revestidos por el lenguaje literario, se transforman, adquieren otra proyección y visión que se expanden según la pluma y tinta del artista que la toma entre sus manos.

Las temáticas son tan variadas y profundas, como el mismo universo que nos circunda, por ello, es necesario delimitar el campo abordado, rescatar conceptos que aludan al mismo, utilizar categorías y luego incursionar en un género literario específico y determinado.

En este caso, quiero hacer mención especial a la magia y poder que tiene la prosa poética; según el diccionario de etimología, de la palabra prosa se obtiene el término prosaico, que significa “lugar común”, porque la prosa poética nace de la escritura ordinaria.

Esta, al igual que la poesía, utiliza un lenguaje lírico que se apoya en las figuras literarias y estilísticas que embellecen el texto, mismo que no lleva la finalidad de narrar, sino de transmitir emociones y sentimientos a la vez que pretende ser un despertador con una alarma que suene en el inconsciente de quien los lee.

Las palabras se adornan, se visten de gala para acudir a la fiesta de la comunicación, buscan los atuendos necesarios para realzar su belleza; caminan salerosas por el sendero que simboliza una alfombra roja, donde transitan orgullosas de su porte, tienen paso seguro, denotan la confianza con las que han sido creadas, se reconocen sabedoras de su belleza y del impacto que provocan en el receptor.

De esa manera, trascienden del yo individual, para llegar al nosotros colectivo, inundan los sentidos, su olor se expande, cuál si fuera rocío mañanero o brisa de estelas; como flores que abren sus pétalos a la vida, impregnando el ambiente con sus fragancias distintivas.

\u0009La prosa poética puede saborearse, como si fuera un manjar que se disfruta en las papilas gustativas, cada palabra y frase poseen sus propios órganos sensoriales para llegar a ser captados por la vista o el oído de quien los acoge.

Estas, no son egoístas, más bien son fáciles de pillar, de enamorar, pueden expandir sus amores y seguir reproduciéndose sin parar; son humildes, sumisas, saben esperar el tiempo propicio para conquistar corazones, prodigan sus amores por doquier, acrecentando su poder.

Se valen de esos recursos, licencias y permisos discursivos, para externar, desde las profundidades del pensamiento, los temas que brotan del manantial del alma, de la razón y discernimiento, del corazón y pensamiento; esos, que con urgencia reclaman ser expresados, para que no se desborde la presa de las emociones en que son contenidas.

Son mensajes, cuyas características les confieren ser portátiles y volátiles, tienen la capacidad de gatear, caminar, correr o volar, según el tamaño y ocasión del nicho concebido; llegan, se anidan, nacen, crecen y se comparten; el milagro de la creación se repite una y otra vez; son imperecederas, porque, aunque cambien los contextos, aluden a captar instantes, que quedan retratadas con palabras que contienen imágenes, conceptos y significados, para ir dejando huellas impresas e imborrables en el caminar del tiempo.

La prosa contundente y el aliento poético forman un binomio perfecto para atrapar al lector en sus redes, son ejercicios derivados de la observación profunda, de la escucha activa, se traduce en emociones y sensaciones de sentimientos complejos hasta tender puentes de comunicación asertiva entre emisor y receptor.

Cuquis Sandoval Olivas | Maestra