/ viernes 24 de septiembre de 2021

Espejos de vida | Otoño

Cada estación tiene su propia belleza y singularidad; usa ropajes propios de colores; ambiente climático que se adecua a las festividades calendarizadas a deportes, convivencias y crecimiento espiritual comunitario y cultural. Así mismo, son musas de inspiración que despiertan emociones y sentimientos de quien fija su mirada en los esplendores que emiten; son captadas por el ojo de la cámara, por el pincel del pintor, por el verso del poeta que utiliza imágenes y símbolos que permiten recrear y dar sentido a sus palabras, por la composición e interpretación musical, por el escritor, quien enlaza ideas, frases, párrafos hasta convertir su obra en un entramado de comunicación que lleva a vivenciar la ambientación descrita y detallada con minuciosidad; las estaciones incluso, son comparadas con la vida del hombre dividida en etapas: la niñez es atribuida a la primavera, porque desde el nacimiento se está floreciendo en franco crecimiento y desarrollo, se asocia con la renovación constante de cuerpo, alma y espíritu; la juventud al verano, por la plenitud, con el clima propicio para ir sentando las bases en la familia y el trabajo; la madurez al otoño, empieza a perderse la lozanía y resplandor de la vida; además de la adhesión a las hojas del árbol genealógico que van cayendo al suelo; pero también es tiempo de soltar y sembrar las semillas que dará fruto el próximo año; la vejez al invierno, por el color blanquecino de las canas, por la soledad y aislamiento, frío, que conlleva la pérdida de las capacidades físicas y a veces mentales.

El 22 de septiembre inició el equinoccio otoñal, «fenómeno que ocurre cuando el centro del sol está directamente sobre el ecuador de la tierra» su etimología alude a que día y la noche tienen la misma duración y que posteriormente a este, las noches se irán alargando, el clima soleado y caluroso da entrada paulatina a un ambiente templado durante las horas del día y frío por las noches y al amanecer; este termina con el solsticio de invierno, el 21 de diciembre.

El solo nombre de la estación lleva a la mente a conceptualizar por medio de imágenes; la frescura de las plantas va adquiriendo un matiz diferido entre verde, amarillo, naranja y rojo, primando los colores marrones; el cielo asemeja arder en llamas en los atardeceres regalándonos un festival a la vista. Al recibir menos luz solar, se bajan los niveles de serotonina «neurotransmisor del sistema nervioso central» por lo que se experimenta la melancolía e introspección, se está más consciente del paso del tiempo, además se refleja directamente en la naturaleza porque a menos luz, se reduce la cantidad de clorofila en las hojas y éstas empiezan a caer, el suelo entonces se viste de gala, es cubierto por distintas tonalidades; el viento se encarga de mecer las hojas y cambiarlas de lugar, ya que se convertirán en fértil humus donde volverá a brotar la vida.

Las interpretaciones dadas a estos eventos varían según el enfoque, se dice que es la estación propia para el amor, para despojarse de las cargas negativas que vamos almacenando al paso del tiempo, para soltar dudas, penas y temores y aprender a danzar al ritmo y compás del viento, nos invita a reflexionar, a la intuición, a interiorizar y al desapego, a desprenderse de lo que no es esencial, porque como dijo el poeta argentino Leopoldo Lugones: “Aunque caiga la flor, queda la rama”.

Maestra María del Refugio Sandoval Olivas

Cada estación tiene su propia belleza y singularidad; usa ropajes propios de colores; ambiente climático que se adecua a las festividades calendarizadas a deportes, convivencias y crecimiento espiritual comunitario y cultural. Así mismo, son musas de inspiración que despiertan emociones y sentimientos de quien fija su mirada en los esplendores que emiten; son captadas por el ojo de la cámara, por el pincel del pintor, por el verso del poeta que utiliza imágenes y símbolos que permiten recrear y dar sentido a sus palabras, por la composición e interpretación musical, por el escritor, quien enlaza ideas, frases, párrafos hasta convertir su obra en un entramado de comunicación que lleva a vivenciar la ambientación descrita y detallada con minuciosidad; las estaciones incluso, son comparadas con la vida del hombre dividida en etapas: la niñez es atribuida a la primavera, porque desde el nacimiento se está floreciendo en franco crecimiento y desarrollo, se asocia con la renovación constante de cuerpo, alma y espíritu; la juventud al verano, por la plenitud, con el clima propicio para ir sentando las bases en la familia y el trabajo; la madurez al otoño, empieza a perderse la lozanía y resplandor de la vida; además de la adhesión a las hojas del árbol genealógico que van cayendo al suelo; pero también es tiempo de soltar y sembrar las semillas que dará fruto el próximo año; la vejez al invierno, por el color blanquecino de las canas, por la soledad y aislamiento, frío, que conlleva la pérdida de las capacidades físicas y a veces mentales.

El 22 de septiembre inició el equinoccio otoñal, «fenómeno que ocurre cuando el centro del sol está directamente sobre el ecuador de la tierra» su etimología alude a que día y la noche tienen la misma duración y que posteriormente a este, las noches se irán alargando, el clima soleado y caluroso da entrada paulatina a un ambiente templado durante las horas del día y frío por las noches y al amanecer; este termina con el solsticio de invierno, el 21 de diciembre.

El solo nombre de la estación lleva a la mente a conceptualizar por medio de imágenes; la frescura de las plantas va adquiriendo un matiz diferido entre verde, amarillo, naranja y rojo, primando los colores marrones; el cielo asemeja arder en llamas en los atardeceres regalándonos un festival a la vista. Al recibir menos luz solar, se bajan los niveles de serotonina «neurotransmisor del sistema nervioso central» por lo que se experimenta la melancolía e introspección, se está más consciente del paso del tiempo, además se refleja directamente en la naturaleza porque a menos luz, se reduce la cantidad de clorofila en las hojas y éstas empiezan a caer, el suelo entonces se viste de gala, es cubierto por distintas tonalidades; el viento se encarga de mecer las hojas y cambiarlas de lugar, ya que se convertirán en fértil humus donde volverá a brotar la vida.

Las interpretaciones dadas a estos eventos varían según el enfoque, se dice que es la estación propia para el amor, para despojarse de las cargas negativas que vamos almacenando al paso del tiempo, para soltar dudas, penas y temores y aprender a danzar al ritmo y compás del viento, nos invita a reflexionar, a la intuición, a interiorizar y al desapego, a desprenderse de lo que no es esencial, porque como dijo el poeta argentino Leopoldo Lugones: “Aunque caiga la flor, queda la rama”.

Maestra María del Refugio Sandoval Olivas