/ viernes 15 de enero de 2021

Espejos de vida | Oda a la vida

En el recuento que se experimenta al cerrar un ciclo más con la culminación del año, las personas solemos repensar y revaluar acciones e impacto en nuestras vidas, de tal forma que el mes de enero se recibe como un libro con las hojas en blanco donde empezaremos a dejar las primeras impresiones.

Estrenamos año, tras haber aprendido a convivir en ambientes distintos, atemorizadores y amenazantes; sin embargo, así como el arcoíris tiñe el horizonte tras una tormenta, hemos ido reconstruyendo los fragmentos del alma que se han desmoronado tras la lamentable perdida de salud y atropello de la vida de familiares, amigos y conocidos.

Las acciones y palabras tienen nuevos significados; las cosas cotidianas que solían abrumarnos y llenar de pesadumbre nuestra existencia deben llegar a su fecha de caducidad; hoy más que nunca, la historia ha de enseñarnos los errores cometidos en la búsqueda del orden. No es necesario un largo viaje en el tiempo, basta recorrer el siglo XX y sus múltiples manifestaciones de intolerancia, supremacía, odio y violencia del hombre contra el hombre.

Se han utilizado distintos estandartes; las banderas izadas llevan ocultas las verdaderas intenciones de quienes ostentan el poder; no ha sido el diálogo, comunicación y comprensión los prevalecientes en la mente de quienes gobiernan el mundo. Basta recordar las injusticias cometidas en nombre de la esclavitud, la supremacía del hombre blanco al creerse dueño de otros seres humanos.

Reconocer el largo trayecto que la mujer ha tenido que recorrer en búsqueda de la igualdad y equidad; prevaleciendo hasta la fecha una violencia desmesurada contra el género; los estragos de la primera y segunda guerra mundial, el efecto devastador del uso de la bomba atómica; la causa que lideró una de las mentes más destructivas al llevar al genocidio y etnocidio a una gran parte de la población; el poder de convencimiento a las masas de actuar con alevosía, ventaja y crueldad desmesurada en nombre de la ley, contra quienes eran considerados inferiores.

Definitivamente, se necesitaría libros completos para analizar causas y consecuencias de la justicia social y el comportamiento humano; basta decir, que, gracias a la ambivalencia y prevalencia de la razón, han surgido grandes hombres, líderes y luchadores sociales que han privilegiado los cambios: Abraham Lincoln, Nelson Mandela, Martin Luther King, Madre Teresa de Calcuta, Gandhi, entre otros muchos.

Los caminos transitados no han sido fáciles, convencer y persuadir del cambio lleva tiempo, la tinta de la sangre es la encargada de escribir las nuevas leyes.

Los cambios pueden visualizarse en la medida que se analizan en su justa dimensión; las personas adultas somos los encargados de esa educación formal e informal que las nuevas generaciones requieren; debemos facilitar los lentes de aumento para que esas luchas y logros puedan penetrar a la conciencia colectiva.

La pandemia nos ha enseñado a transitar por los senderos de la virtualidad, la aldea global puede ser reconocida, reinterpretada y analizada desde nuestro hogar.

Los medios digitales van ganando un espacio privilegiado en todos los ámbitos; nos acerca a otras realidades, culturas y apreciaciones; podemos dialogar, discernir la información de acuerdo a los referentes teóricos, históricos y contextuales que poseemos.

Hoy en día enfrentamos una nueva guerra biológica, que nos ha llevado al borde de la desesperación individual, social y colectiva; ha paralizado al mundo, ha puesto en pausa todo lo que teníamos establecido y conocido; hemos tenido que reaprender a vivir de una manera diferente.

Este escrito tiene la finalidad de expresar esos pensamientos y discernimientos producto de la reflexión; invitando a todos los lectores a valorar y gozar el regalo de un nuevo día. Cito a la poetisa chilena Gabriela Mistral con un fragmento de su poema: “Yo canto lo que tú amabas”: “Yo canto lo que tú amabas, vida mía/ por si te acercas y escuchas vida mía/por si te acuerdas del mundo que viviste/ al atardecer yo canto, sombra mía/”.


En el recuento que se experimenta al cerrar un ciclo más con la culminación del año, las personas solemos repensar y revaluar acciones e impacto en nuestras vidas, de tal forma que el mes de enero se recibe como un libro con las hojas en blanco donde empezaremos a dejar las primeras impresiones.

Estrenamos año, tras haber aprendido a convivir en ambientes distintos, atemorizadores y amenazantes; sin embargo, así como el arcoíris tiñe el horizonte tras una tormenta, hemos ido reconstruyendo los fragmentos del alma que se han desmoronado tras la lamentable perdida de salud y atropello de la vida de familiares, amigos y conocidos.

Las acciones y palabras tienen nuevos significados; las cosas cotidianas que solían abrumarnos y llenar de pesadumbre nuestra existencia deben llegar a su fecha de caducidad; hoy más que nunca, la historia ha de enseñarnos los errores cometidos en la búsqueda del orden. No es necesario un largo viaje en el tiempo, basta recorrer el siglo XX y sus múltiples manifestaciones de intolerancia, supremacía, odio y violencia del hombre contra el hombre.

Se han utilizado distintos estandartes; las banderas izadas llevan ocultas las verdaderas intenciones de quienes ostentan el poder; no ha sido el diálogo, comunicación y comprensión los prevalecientes en la mente de quienes gobiernan el mundo. Basta recordar las injusticias cometidas en nombre de la esclavitud, la supremacía del hombre blanco al creerse dueño de otros seres humanos.

Reconocer el largo trayecto que la mujer ha tenido que recorrer en búsqueda de la igualdad y equidad; prevaleciendo hasta la fecha una violencia desmesurada contra el género; los estragos de la primera y segunda guerra mundial, el efecto devastador del uso de la bomba atómica; la causa que lideró una de las mentes más destructivas al llevar al genocidio y etnocidio a una gran parte de la población; el poder de convencimiento a las masas de actuar con alevosía, ventaja y crueldad desmesurada en nombre de la ley, contra quienes eran considerados inferiores.

Definitivamente, se necesitaría libros completos para analizar causas y consecuencias de la justicia social y el comportamiento humano; basta decir, que, gracias a la ambivalencia y prevalencia de la razón, han surgido grandes hombres, líderes y luchadores sociales que han privilegiado los cambios: Abraham Lincoln, Nelson Mandela, Martin Luther King, Madre Teresa de Calcuta, Gandhi, entre otros muchos.

Los caminos transitados no han sido fáciles, convencer y persuadir del cambio lleva tiempo, la tinta de la sangre es la encargada de escribir las nuevas leyes.

Los cambios pueden visualizarse en la medida que se analizan en su justa dimensión; las personas adultas somos los encargados de esa educación formal e informal que las nuevas generaciones requieren; debemos facilitar los lentes de aumento para que esas luchas y logros puedan penetrar a la conciencia colectiva.

La pandemia nos ha enseñado a transitar por los senderos de la virtualidad, la aldea global puede ser reconocida, reinterpretada y analizada desde nuestro hogar.

Los medios digitales van ganando un espacio privilegiado en todos los ámbitos; nos acerca a otras realidades, culturas y apreciaciones; podemos dialogar, discernir la información de acuerdo a los referentes teóricos, históricos y contextuales que poseemos.

Hoy en día enfrentamos una nueva guerra biológica, que nos ha llevado al borde de la desesperación individual, social y colectiva; ha paralizado al mundo, ha puesto en pausa todo lo que teníamos establecido y conocido; hemos tenido que reaprender a vivir de una manera diferente.

Este escrito tiene la finalidad de expresar esos pensamientos y discernimientos producto de la reflexión; invitando a todos los lectores a valorar y gozar el regalo de un nuevo día. Cito a la poetisa chilena Gabriela Mistral con un fragmento de su poema: “Yo canto lo que tú amabas”: “Yo canto lo que tú amabas, vida mía/ por si te acercas y escuchas vida mía/por si te acuerdas del mundo que viviste/ al atardecer yo canto, sombra mía/”.