/ viernes 24 de diciembre de 2021

Espejos de vida | Mensaje Navideño

Escuchemos, hay ángeles a nuestro alrededor, basta concentrarse, sumirse en el silencio y empiezan a brotar las voces; se perciben claras diáfanas y transparentes, sin necesidad de buscar códigos que interpreten los mensajes escondidos, porque brotan de las entrañas, de la conciencia interior de cada individuo, que particularmente en estas fechas, va despojándose de los antivalores que fueron ganando terreno durante los días con que cuenta el año; fueron gestándose en la sociedad y permearon en la colectividad e individualidad; quizá, producto del estrés, del encarecimiento de la vida, de la violencia y de las múltiples problemáticas que nos aquejan en la cotidianidad; pero, el mes de diciembre se asocia con el renacimiento, con olvidar los sinsabores y enfocar la vista y acciones en lo que podamos cambiar, en atrapar los sueños de ese yo interior, ese niño que aún mora en cada persona con la inocencia propia de la edad, el brillo de la bondad y el color de la esperanza dibujado en su mirar.

Atendamos el repiquetear de campanas, el constante toque que llega a nuestros oídos, en búsqueda de captar y atrapar nuestra atención, porque tienen una relación directa con el llamado a un tiempo de gozo; repican para ahuyentar los malos pensamientos, las acciones indebidas, para despertar la conciencia aletargada por el ruido y velocidad del mundo actual.

Agucemos el oído a través de la música, porque esta se transforma en complemento de alegría y jolgorio navideño; el ritmo, cadencia y armonía penetra a las fibras más íntimas del ser, llegando hasta las emociones somnolientas; hacen patente su sentir y se expresan por medio de coros y estribillos populares.

Oigamos el sonido del silencio, permitámosle tomar el protagonismo en el ruidoso ajetreo de la vida; prevaleciendo el diálogo consigo mismo, el perdón, la conciliación, el tiempo de orar y reconstruir relaciones, descargar las tormentas que nos aquejan y convertirlas en suaves arroyos que lavan y hacen visibles las ilusiones y esperanzas.

Sintamos desde lo más profundo de nuestro corazón, a esos seres amados que partieron de este mundo terrenal, no como un hueco imposible de llenar o una ausencia que incentiva la tristeza, desazón e infortunio de pérdida, sino como un raudal de recuerdos y memorias compartidas que se tejieron mientras se gozó de su presencia, ensalzando esos instantes que deben prevalecer en las memorias de las nuevas generaciones, ya que su recuerdo, es el único vínculo posible de reconocimiento y unión entre ellos.

Practiquemos la conjugación y puesta en práctica de los verbos, porque estos, de acuerdo a la gramática, son los que dan pauta a la existencia. Dar amor a manos llenas, o como aseveró la madre Teresa de Calcuta, dar hasta que duela; ayudar a quien menos tiene, gozar de la presencia de familiares, amigos y conocidos que nos acompañan en este caminar; disfrutar la comida que llevemos a la mesa, prodigar palabras de aliento y el mensaje de paz; agradecer por quienes somos y lo que poseemos, acrecentar la fe, porque es el alimento del espíritu, reír, creer y soñar, porque como dijo el escritor argentino Jorge Luis Borges, al reconocer nuestra existencia efímera y fugaz:” Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar, como si fuera piedra la arena”.

Amables lectores, les deseo un cúmulo de bendiciones, una cascada de parabienes, salud, amor y paz.

María del Refugio Sandoval | Maestra Jubilada

Escuchemos, hay ángeles a nuestro alrededor, basta concentrarse, sumirse en el silencio y empiezan a brotar las voces; se perciben claras diáfanas y transparentes, sin necesidad de buscar códigos que interpreten los mensajes escondidos, porque brotan de las entrañas, de la conciencia interior de cada individuo, que particularmente en estas fechas, va despojándose de los antivalores que fueron ganando terreno durante los días con que cuenta el año; fueron gestándose en la sociedad y permearon en la colectividad e individualidad; quizá, producto del estrés, del encarecimiento de la vida, de la violencia y de las múltiples problemáticas que nos aquejan en la cotidianidad; pero, el mes de diciembre se asocia con el renacimiento, con olvidar los sinsabores y enfocar la vista y acciones en lo que podamos cambiar, en atrapar los sueños de ese yo interior, ese niño que aún mora en cada persona con la inocencia propia de la edad, el brillo de la bondad y el color de la esperanza dibujado en su mirar.

Atendamos el repiquetear de campanas, el constante toque que llega a nuestros oídos, en búsqueda de captar y atrapar nuestra atención, porque tienen una relación directa con el llamado a un tiempo de gozo; repican para ahuyentar los malos pensamientos, las acciones indebidas, para despertar la conciencia aletargada por el ruido y velocidad del mundo actual.

Agucemos el oído a través de la música, porque esta se transforma en complemento de alegría y jolgorio navideño; el ritmo, cadencia y armonía penetra a las fibras más íntimas del ser, llegando hasta las emociones somnolientas; hacen patente su sentir y se expresan por medio de coros y estribillos populares.

Oigamos el sonido del silencio, permitámosle tomar el protagonismo en el ruidoso ajetreo de la vida; prevaleciendo el diálogo consigo mismo, el perdón, la conciliación, el tiempo de orar y reconstruir relaciones, descargar las tormentas que nos aquejan y convertirlas en suaves arroyos que lavan y hacen visibles las ilusiones y esperanzas.

Sintamos desde lo más profundo de nuestro corazón, a esos seres amados que partieron de este mundo terrenal, no como un hueco imposible de llenar o una ausencia que incentiva la tristeza, desazón e infortunio de pérdida, sino como un raudal de recuerdos y memorias compartidas que se tejieron mientras se gozó de su presencia, ensalzando esos instantes que deben prevalecer en las memorias de las nuevas generaciones, ya que su recuerdo, es el único vínculo posible de reconocimiento y unión entre ellos.

Practiquemos la conjugación y puesta en práctica de los verbos, porque estos, de acuerdo a la gramática, son los que dan pauta a la existencia. Dar amor a manos llenas, o como aseveró la madre Teresa de Calcuta, dar hasta que duela; ayudar a quien menos tiene, gozar de la presencia de familiares, amigos y conocidos que nos acompañan en este caminar; disfrutar la comida que llevemos a la mesa, prodigar palabras de aliento y el mensaje de paz; agradecer por quienes somos y lo que poseemos, acrecentar la fe, porque es el alimento del espíritu, reír, creer y soñar, porque como dijo el escritor argentino Jorge Luis Borges, al reconocer nuestra existencia efímera y fugaz:” Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar, como si fuera piedra la arena”.

Amables lectores, les deseo un cúmulo de bendiciones, una cascada de parabienes, salud, amor y paz.

María del Refugio Sandoval | Maestra Jubilada