/ viernes 1 de diciembre de 2023

Espejos de vida | Los burritos de Don Octavio

La historia de la vida de una persona, no solo puede visualizarse en una línea recta del tiempo, sino que, al enfocar la mirada, hacen presencia aristas que emergen en varias direcciones que giran en forma de espiral, marcando ciclos que van avanzando y que, al visualizarse desde otra perspectiva, pueden reconocerse algunos trazos y acontecimientos que van dejando huella del camino andado.

Hoy me permito precisar algunos lapsos de vida del señor Octavio Olivas O. (1935- 2023), porque dentro de estos, se cumplen varias funciones y roles específicos dentro de una familia y por supuesto, son parte inherente de una comunidad. Hijo de María de los Ángeles y Nemesio Olivas; hermano de Everardo, Mecho, Chano, Gerarda, María y Bertha. Él fue el último sobreviviente, le tocó dar sepultura a padres y hermanos. Nace, crece, se enamora y contrae matrimonio en Balleza, Chihuahua, con la señora Dora Quintana, unión que da cuatro frutos: Iracema, Carlota, José Ángel y Adriana, ramas que se extienden a doce nietos.

Para las generaciones que vivimos en este pueblo en el siglo XX, el solo hecho de mencionar su nombre, es remitir los recuerdos a ese puesto de comida instalado en la plaza principal, donde encontrábamos esos rostros sonrientes, siempre prestos a brindar el servicio requerido, con una conversación pronta y amena que hacía la espera más ágil.

El aroma del recuerdo, impregna los sentidos, porque el guiso de carne molida con papas finamente picadas, para la preparación de burritos con tortillas de harina, hechas por sus propias manos, el guiso de los tacos, el chirrido con su contacto en el aceite hirviendo, los colores añadidos de la verdura y el delicioso sabor de las salsas preparadas diariamente para añadir un extra a esa exquisita sazón.

Cierta ocasión fui de visita a su casa y quedé muy sorprendida al observar todo el procedimiento que lleva la preparación de los alimentos antes de llegar al puesto. Hice la analogía de una obra de teatro, donde los actores y actrices se presentan con las mejores galas ante el público, pero se desconoce lo que pasa afuera del telón. Con asombro noté la gran cantidad de papas cociendo en una olla inmensa de peltre, para el puré con el que preparaban los tacos, otras tantas finamente picadas estaban depositadas en baños inmensos, verdura preparada, además de estar extendiendo y cocinando las tortillas y al mismo tiempo, atendiendo las necesidades y requerimientos de su hogar e hijos.

La herencia generacional de su oficio es un legado que no queda extinto, desde hace unos ayeres, cuando los años empezaron a hacer mella en su cuerpo y el de su amada esposa, su hija Iracema y familia, primeramente se aprestaron como ayudantes, después, ella tomó las riendas del negocio e indudablemente lo han hecho crecer, pero las personas que tuvimos la suerte de conocerlo, siempre nos referimos como “Los burritos de Don Octavio” y tan pronto llegamos al pueblo, nos preparamos para ir al encuentro de esos platillos con aroma y sazón del recuerdo; y así, entre bocado y bocado, en la medida que degustamos y damos alimento al cuerpo, nos permitimos llegar hasta ese espacio donde se adormecen las memorias y pueden ser reactivadas con solo evocar y traer a colación los momentos del ayer.

Hablar de Don Octavio Olivas, es recordar al esposo, al padre, al abuelo, al hombre de negocios, a quien disfrutaba enormemente jugar al dominó, a la vinculación de su comida con los paseos por la plaza del pueblo, a las fechas emblemáticas y fines de semana, que nos sentábamos en las bancas de la plaza, disfrutando de una noche estrellada, de un cielo despejado y de un ambiente impregnado con la armonía del pueblo.

Maestra Cuquis Sandoval Olivas

La historia de la vida de una persona, no solo puede visualizarse en una línea recta del tiempo, sino que, al enfocar la mirada, hacen presencia aristas que emergen en varias direcciones que giran en forma de espiral, marcando ciclos que van avanzando y que, al visualizarse desde otra perspectiva, pueden reconocerse algunos trazos y acontecimientos que van dejando huella del camino andado.

Hoy me permito precisar algunos lapsos de vida del señor Octavio Olivas O. (1935- 2023), porque dentro de estos, se cumplen varias funciones y roles específicos dentro de una familia y por supuesto, son parte inherente de una comunidad. Hijo de María de los Ángeles y Nemesio Olivas; hermano de Everardo, Mecho, Chano, Gerarda, María y Bertha. Él fue el último sobreviviente, le tocó dar sepultura a padres y hermanos. Nace, crece, se enamora y contrae matrimonio en Balleza, Chihuahua, con la señora Dora Quintana, unión que da cuatro frutos: Iracema, Carlota, José Ángel y Adriana, ramas que se extienden a doce nietos.

Para las generaciones que vivimos en este pueblo en el siglo XX, el solo hecho de mencionar su nombre, es remitir los recuerdos a ese puesto de comida instalado en la plaza principal, donde encontrábamos esos rostros sonrientes, siempre prestos a brindar el servicio requerido, con una conversación pronta y amena que hacía la espera más ágil.

El aroma del recuerdo, impregna los sentidos, porque el guiso de carne molida con papas finamente picadas, para la preparación de burritos con tortillas de harina, hechas por sus propias manos, el guiso de los tacos, el chirrido con su contacto en el aceite hirviendo, los colores añadidos de la verdura y el delicioso sabor de las salsas preparadas diariamente para añadir un extra a esa exquisita sazón.

Cierta ocasión fui de visita a su casa y quedé muy sorprendida al observar todo el procedimiento que lleva la preparación de los alimentos antes de llegar al puesto. Hice la analogía de una obra de teatro, donde los actores y actrices se presentan con las mejores galas ante el público, pero se desconoce lo que pasa afuera del telón. Con asombro noté la gran cantidad de papas cociendo en una olla inmensa de peltre, para el puré con el que preparaban los tacos, otras tantas finamente picadas estaban depositadas en baños inmensos, verdura preparada, además de estar extendiendo y cocinando las tortillas y al mismo tiempo, atendiendo las necesidades y requerimientos de su hogar e hijos.

La herencia generacional de su oficio es un legado que no queda extinto, desde hace unos ayeres, cuando los años empezaron a hacer mella en su cuerpo y el de su amada esposa, su hija Iracema y familia, primeramente se aprestaron como ayudantes, después, ella tomó las riendas del negocio e indudablemente lo han hecho crecer, pero las personas que tuvimos la suerte de conocerlo, siempre nos referimos como “Los burritos de Don Octavio” y tan pronto llegamos al pueblo, nos preparamos para ir al encuentro de esos platillos con aroma y sazón del recuerdo; y así, entre bocado y bocado, en la medida que degustamos y damos alimento al cuerpo, nos permitimos llegar hasta ese espacio donde se adormecen las memorias y pueden ser reactivadas con solo evocar y traer a colación los momentos del ayer.

Hablar de Don Octavio Olivas, es recordar al esposo, al padre, al abuelo, al hombre de negocios, a quien disfrutaba enormemente jugar al dominó, a la vinculación de su comida con los paseos por la plaza del pueblo, a las fechas emblemáticas y fines de semana, que nos sentábamos en las bancas de la plaza, disfrutando de una noche estrellada, de un cielo despejado y de un ambiente impregnado con la armonía del pueblo.

Maestra Cuquis Sandoval Olivas