/ viernes 12 de marzo de 2021

Espejos de vida | La fuerza de las palabras

A lo largo del tiempo, hemos escuchado frases que se quedan fluctuando en el inconsciente de la memoria, y que, en momentos específicos, emergen, brotan cual manantial en búsqueda de cauce; es ahí, donde el raciocinio, reflexión y escrutinio del pensamiento, las debe hacer pasar por una revisión especial; a este respecto, se hace mención sobre el texto de los tres filtros: la verdad, la bondad y lo necesario; donde el sabio monje invita a su interlocutor a hacer pasar sus comentarios por estos filtros para reconocer su pertinencia.

Escuchar, hablar, leer y escribir, son las macro habilidades que desarrollamos de acuerdo a nuestro contexto inmediato y mediato; cada una de estas, se encuentra en constante reconstrucción y tiene un enlace directo con el desarrollo del pensamiento y por ende del lenguaje; en la medida que aprendemos a escuchar, se expande la capacidad de argumentar, opinar y razonar sobre una temática específica; de igual manera, la lectura y escritura; son ventanas al mundo exterior que permiten estar en constante reconstrucción de los esquemas mentales, su uso constante propicia insertar nuevos códigos y el desarrollo de las competencias necesarias para interactuar en un mundo que está en constante cambio.

Las palabras son el vehículo del pensamiento, pero también el espejo del alma de quien las pronuncia; su capacidad creadora es infinita, sus múltiples combinaciones han dado lugar a la retención de las huellas del pasado; han mostrado personajes, contextos y sus historias; han dibujado sueños y horizontes tejiendo el futuro; nos han permitido adentrarnos y reconocer los distintos géneros literarios, pero más que todo, son parte de nuestro diario vivir, reflejan lo que somos, sentimos y vivimos como individuo y como participante de una colectividad.

Las palabras se encuentran por doquier, las escuchamos en la radio, en la televisión, en los aparatos electrónicos por medio de mensajes de distinta índole; bullen incansables en nuestra memoria, son trasmisoras de emociones, sentimientos y circunstancias que nos aquejan; sirven para conocernos, aprender y contribuir en el andamiaje inacabado del ser humano.

Palabras que por sí solas, pueden aparentar debilidad y poco impacto, pero en la medida que van agrupándose en frases, oraciones y párrafos, van llenando espacios en blanco, dejando impresa su huella, significado y trascendencia.

Palabras que cual pájaro, despliegan sus alas y vuelan por el firmamento.

Les invito a utilizar sus palabras, a vestirlas de gala y llevarlas al desfile del lenguaje y la comunicación; a expresar nuestro sentir, engalanando el discurso; a disfrutar el momento con la armonía y acompañamiento.

Usemos las palabras conocidas, estrenemos nuevas, hagamos una excursión a la Real Academia Española e invitemos nuevas palabras a formar parte de nuestro vocabulario.

Termino con una frase escuchada en el devenir del tiempo y que hoy le concedo el honor de ser invitada especial: “no abras los labios si no estás seguro de que lo que vas a decir es más hermoso que el silencio”.

María del Refugio Sandoval


A lo largo del tiempo, hemos escuchado frases que se quedan fluctuando en el inconsciente de la memoria, y que, en momentos específicos, emergen, brotan cual manantial en búsqueda de cauce; es ahí, donde el raciocinio, reflexión y escrutinio del pensamiento, las debe hacer pasar por una revisión especial; a este respecto, se hace mención sobre el texto de los tres filtros: la verdad, la bondad y lo necesario; donde el sabio monje invita a su interlocutor a hacer pasar sus comentarios por estos filtros para reconocer su pertinencia.

Escuchar, hablar, leer y escribir, son las macro habilidades que desarrollamos de acuerdo a nuestro contexto inmediato y mediato; cada una de estas, se encuentra en constante reconstrucción y tiene un enlace directo con el desarrollo del pensamiento y por ende del lenguaje; en la medida que aprendemos a escuchar, se expande la capacidad de argumentar, opinar y razonar sobre una temática específica; de igual manera, la lectura y escritura; son ventanas al mundo exterior que permiten estar en constante reconstrucción de los esquemas mentales, su uso constante propicia insertar nuevos códigos y el desarrollo de las competencias necesarias para interactuar en un mundo que está en constante cambio.

Las palabras son el vehículo del pensamiento, pero también el espejo del alma de quien las pronuncia; su capacidad creadora es infinita, sus múltiples combinaciones han dado lugar a la retención de las huellas del pasado; han mostrado personajes, contextos y sus historias; han dibujado sueños y horizontes tejiendo el futuro; nos han permitido adentrarnos y reconocer los distintos géneros literarios, pero más que todo, son parte de nuestro diario vivir, reflejan lo que somos, sentimos y vivimos como individuo y como participante de una colectividad.

Las palabras se encuentran por doquier, las escuchamos en la radio, en la televisión, en los aparatos electrónicos por medio de mensajes de distinta índole; bullen incansables en nuestra memoria, son trasmisoras de emociones, sentimientos y circunstancias que nos aquejan; sirven para conocernos, aprender y contribuir en el andamiaje inacabado del ser humano.

Palabras que por sí solas, pueden aparentar debilidad y poco impacto, pero en la medida que van agrupándose en frases, oraciones y párrafos, van llenando espacios en blanco, dejando impresa su huella, significado y trascendencia.

Palabras que cual pájaro, despliegan sus alas y vuelan por el firmamento.

Les invito a utilizar sus palabras, a vestirlas de gala y llevarlas al desfile del lenguaje y la comunicación; a expresar nuestro sentir, engalanando el discurso; a disfrutar el momento con la armonía y acompañamiento.

Usemos las palabras conocidas, estrenemos nuevas, hagamos una excursión a la Real Academia Española e invitemos nuevas palabras a formar parte de nuestro vocabulario.

Termino con una frase escuchada en el devenir del tiempo y que hoy le concedo el honor de ser invitada especial: “no abras los labios si no estás seguro de que lo que vas a decir es más hermoso que el silencio”.

María del Refugio Sandoval