/ viernes 11 de febrero de 2022

Espejos de Vida | Hermanos

De acuerdo a la etimología, hermandad, representan los lazos de sangre, parentesco directo por ambos padres o solo uno; sin embargo, estos conceptos suelen utilizarse en distintos escenarios con significados disímbolos, por ejemplo, con relación a los nexos de unión y fraternidad que se van tejiendo en diversos grupos, ya sean religiosos, políticos, sociales o comunitarios que comparten metas, objetivos y sueños en común.

En esta ocasión, hago referencia al significado personal que he ido construyendo a lo largo de mi existencia. No existe la necesidad de usar un diccionario, ni acudir a lecciones o explicaciones al respecto; basta con hurgar en lo recóndito de los recuerdos e ir permitiendo que emerjan a la superficie, ataviados con ese halo distintivo y condimentados con el aroma del hogar; ahí, se compartió techo, alimento y educación familiar, esa que no necesita libros ni palabras, solo acciones cotidianas que, aun careciendo de explicación lógica y escrutinio de razón, nacen, crecen, se experimentan, fluyen por los poros y se traducen en miradas, gestos y acciones que dicen más que las palabras y se convierten en plataforma de desarrollo del carácter y personalidad de quien las experimenta.

Un hermano es esa persona que crece al lado, con quien se comparten secretos, aventuras, ilusiones y también dolores y desengaños; es el hombro en el que se puede recargar y aligerar las penas, angustias, miedos; es el oído confidente que escucha con empatía buscando retroalimentar con la palabra justa y el consejo preciso; el abrazo que abre el ángulo perfecto y necesario para recibir y confortar, cerrando con las manos sobre la espalda, con la aprensión suficiente para infundir confianza y seguridad, trasmitiendo calor, energía y fuerza, además de sincronizar con los latidos del corazón.

Es la persona que trabaja por el bienestar común, dejando a un lado la individualidad y egocentrismo, con quien se comparten fragmentos de vida entremezclados con lágrimas y risas, sazonados con el perfume de historias generacionales que brotaron de los labios de la abuela y de mamá, y que hoy, se reconocen como raíces que siguen dando sustento y savia al árbol de la vida.

Los hermanos son regalos que llegan en el momento y cantidad precisa, los hay mayores y menores, todos y cada uno contribuyen con su aportación; son generadores de protección mutua, de complicidad y despliegue de valores, que aportan a la calidad de vida personal, familiar y comunitaria.

Mis hermanos son arte, traducidos a imágenes que un pintor puede plasmar en el más bello lienzo y arcoíris de color; son poesía, versos inconclusos que escribimos en conjunto cada día; son la melodía, que busca incansable el ritmo y armonía; son historia, producto de lazos generacionales que han aportado para escribir y reconstruir el libro de nuestra vida; son sueños, esperanzas compartidas, ideales esparcidos en el horizonte en búsqueda de la utopía. Son ramas del mismo árbol que se expanden con alegría y aun en tiempos adversos, vuelven a florecer esparciendo su semilla.

Ellos son cimientos, fortaleza, puertos seguros donde se puede anclar y descansar cuando la tempestad y nubes negras asechan nuestro caminar; se representan por el sol y la luna que a veces brillan con intensidad, otras, esconden su presencia, pero están presentes en el transitar; son guías, mano firme, sonrisa que alienta y cautiva; representan ese cordón umbilical que no se corta con el nacimiento, sino que sigue uniendo y alimentando sin cesar.

Gracias por y a mis hermanos, todos y cada uno son parte inherente de mi personalidad; son música sonora, alegría y amor, agradecida por su presencia hasta la eternidad.


María del Refugio Sandoval | Maestra

De acuerdo a la etimología, hermandad, representan los lazos de sangre, parentesco directo por ambos padres o solo uno; sin embargo, estos conceptos suelen utilizarse en distintos escenarios con significados disímbolos, por ejemplo, con relación a los nexos de unión y fraternidad que se van tejiendo en diversos grupos, ya sean religiosos, políticos, sociales o comunitarios que comparten metas, objetivos y sueños en común.

En esta ocasión, hago referencia al significado personal que he ido construyendo a lo largo de mi existencia. No existe la necesidad de usar un diccionario, ni acudir a lecciones o explicaciones al respecto; basta con hurgar en lo recóndito de los recuerdos e ir permitiendo que emerjan a la superficie, ataviados con ese halo distintivo y condimentados con el aroma del hogar; ahí, se compartió techo, alimento y educación familiar, esa que no necesita libros ni palabras, solo acciones cotidianas que, aun careciendo de explicación lógica y escrutinio de razón, nacen, crecen, se experimentan, fluyen por los poros y se traducen en miradas, gestos y acciones que dicen más que las palabras y se convierten en plataforma de desarrollo del carácter y personalidad de quien las experimenta.

Un hermano es esa persona que crece al lado, con quien se comparten secretos, aventuras, ilusiones y también dolores y desengaños; es el hombro en el que se puede recargar y aligerar las penas, angustias, miedos; es el oído confidente que escucha con empatía buscando retroalimentar con la palabra justa y el consejo preciso; el abrazo que abre el ángulo perfecto y necesario para recibir y confortar, cerrando con las manos sobre la espalda, con la aprensión suficiente para infundir confianza y seguridad, trasmitiendo calor, energía y fuerza, además de sincronizar con los latidos del corazón.

Es la persona que trabaja por el bienestar común, dejando a un lado la individualidad y egocentrismo, con quien se comparten fragmentos de vida entremezclados con lágrimas y risas, sazonados con el perfume de historias generacionales que brotaron de los labios de la abuela y de mamá, y que hoy, se reconocen como raíces que siguen dando sustento y savia al árbol de la vida.

Los hermanos son regalos que llegan en el momento y cantidad precisa, los hay mayores y menores, todos y cada uno contribuyen con su aportación; son generadores de protección mutua, de complicidad y despliegue de valores, que aportan a la calidad de vida personal, familiar y comunitaria.

Mis hermanos son arte, traducidos a imágenes que un pintor puede plasmar en el más bello lienzo y arcoíris de color; son poesía, versos inconclusos que escribimos en conjunto cada día; son la melodía, que busca incansable el ritmo y armonía; son historia, producto de lazos generacionales que han aportado para escribir y reconstruir el libro de nuestra vida; son sueños, esperanzas compartidas, ideales esparcidos en el horizonte en búsqueda de la utopía. Son ramas del mismo árbol que se expanden con alegría y aun en tiempos adversos, vuelven a florecer esparciendo su semilla.

Ellos son cimientos, fortaleza, puertos seguros donde se puede anclar y descansar cuando la tempestad y nubes negras asechan nuestro caminar; se representan por el sol y la luna que a veces brillan con intensidad, otras, esconden su presencia, pero están presentes en el transitar; son guías, mano firme, sonrisa que alienta y cautiva; representan ese cordón umbilical que no se corta con el nacimiento, sino que sigue uniendo y alimentando sin cesar.

Gracias por y a mis hermanos, todos y cada uno son parte inherente de mi personalidad; son música sonora, alegría y amor, agradecida por su presencia hasta la eternidad.


María del Refugio Sandoval | Maestra