/ viernes 29 de septiembre de 2023

Espejos de Vida | En memoria de Bochito

Desde el momento de nuestro nacimiento sabemos que somos seres finitos, que hay una línea imaginaria la cual hemos de transitar por las distintas etapas de la vida; sin embargo, los padres, solemos pensar que, por lógica, nuestros hijos serán los encargados de acompañarnos en esos últimos momentos terrenales; cuando estos papeles se invierten, se queda huérfano de hijos, como una barca que navega a la deriva en un mar impetuoso, con olas furiosas que arremeten y atentan contra el equilibrio de nuestra frágil embarcación.

De acuerdo a la percepción y observación desarrollada a lo largo de seis décadas de existencia, no he presenciado que exista una forma idónea para dejar nuestro cuerpo terrenal, todas y cada una de estas, conllevan las cargas emocionales de sufrimiento, dolor y desesperanza ante la irreparable pérdida de un ser querido.

Incredulidad, desconcierto y desasosiego, entre muchas otras emociones y sentimientos encontrados, se presentaron recientemente en la comunidad ballezana ante la noticia del sensible fallecimiento de Luis Ambrosio Villalobos Sánchez, joven que vimos nacer, crecer, prepararse académicamente y volver para servir al pueblo que lo vio nacer. Un chico que siempre brilló por su sonrisa franca, una chispa constante de alegría emanando de su ser, una mano amiga dispuesta para tender a familiares y conocidos, palabra afable y oportuna en su boca, abierto al diálogo e interacción, dispuesto a escuchar, ayudar y apoyar a quien lo necesitaba, pudiera seguir enumerando estas y otras tantas características positivas, así como el cariño incondicional que supo despertar en todas las personas que tuvimos la suerte de conocerlo.

Son tiempos difíciles los que está enfrentando la familia, hay tempestad, vientos huracanados, duelo, incertidumbre y soledad; no es fácil encontrar las palabras adecuadas que disminuyan o amortigüen el sufrimiento de su partida, aun así, me atrevo a escribir estas breves líneas, para recordar a ese niño inquieto, al joven y brillante alumno quien fue mi pupilo en la escuela secundaria de la localidad, al profesionista que puso su empeño, dedicación, estudio y preparación para plantar su semilla en el corazón y mente de varias generaciones de estudiantes; al docente entusiasta, emprendedor que conquistó el respeto y cariño de todos sus compañeros de faena; al hijo amoroso, servicial, atento, al hermano, sobrino y a todas y cada una de las distintas facetas desarrolladas, que servirán de espejo, donde se proyecte por siempre su recuerdo.

Vaya esta breve reseña de su vida, que lleva como objetivo rendir homenaje póstumo, a quien a pulso supo ganar y conservar el cariño de su gente, que llegue hasta el corazón maltrecho dolido de su madre y hermanos, como un reconocimiento de lo mucho que él entregó y dio en vida.

Sé por experiencia propia, que cuando se enfrenta el proceso de duelo, las palabras parecen trilladas, frases hechas y repetidas a lo largo del tiempo, pero también reconozco, que el abrazo sincero, la compañía presencial o aun en medio de la distancia, proporcionan aliento, un hombro donde una puede recargarse y llorar, compartir los suspiros, sentimientos y lágrimas, por medio de una carta, el mensaje, el arreglo floral, convirtiéndose en acciones necesarias que ayudan a sopesar esos momentos de dolor y mitigar la soledad.

Hago referencia a una cita de Elizabeth Kübler Ross, tanatóloga, psiquiatra y escritora suiza:

Es solo cuando realmente sabemos y entendemos que tenemos un tiempo limitado en la tierra y que no tenemos manera de saber cuándo se acabará, que comenzamos a vivir cada día al máximo, como si fuera el único que teníamos.

Maestra Cuquis Sandoval Olivas

Desde el momento de nuestro nacimiento sabemos que somos seres finitos, que hay una línea imaginaria la cual hemos de transitar por las distintas etapas de la vida; sin embargo, los padres, solemos pensar que, por lógica, nuestros hijos serán los encargados de acompañarnos en esos últimos momentos terrenales; cuando estos papeles se invierten, se queda huérfano de hijos, como una barca que navega a la deriva en un mar impetuoso, con olas furiosas que arremeten y atentan contra el equilibrio de nuestra frágil embarcación.

De acuerdo a la percepción y observación desarrollada a lo largo de seis décadas de existencia, no he presenciado que exista una forma idónea para dejar nuestro cuerpo terrenal, todas y cada una de estas, conllevan las cargas emocionales de sufrimiento, dolor y desesperanza ante la irreparable pérdida de un ser querido.

Incredulidad, desconcierto y desasosiego, entre muchas otras emociones y sentimientos encontrados, se presentaron recientemente en la comunidad ballezana ante la noticia del sensible fallecimiento de Luis Ambrosio Villalobos Sánchez, joven que vimos nacer, crecer, prepararse académicamente y volver para servir al pueblo que lo vio nacer. Un chico que siempre brilló por su sonrisa franca, una chispa constante de alegría emanando de su ser, una mano amiga dispuesta para tender a familiares y conocidos, palabra afable y oportuna en su boca, abierto al diálogo e interacción, dispuesto a escuchar, ayudar y apoyar a quien lo necesitaba, pudiera seguir enumerando estas y otras tantas características positivas, así como el cariño incondicional que supo despertar en todas las personas que tuvimos la suerte de conocerlo.

Son tiempos difíciles los que está enfrentando la familia, hay tempestad, vientos huracanados, duelo, incertidumbre y soledad; no es fácil encontrar las palabras adecuadas que disminuyan o amortigüen el sufrimiento de su partida, aun así, me atrevo a escribir estas breves líneas, para recordar a ese niño inquieto, al joven y brillante alumno quien fue mi pupilo en la escuela secundaria de la localidad, al profesionista que puso su empeño, dedicación, estudio y preparación para plantar su semilla en el corazón y mente de varias generaciones de estudiantes; al docente entusiasta, emprendedor que conquistó el respeto y cariño de todos sus compañeros de faena; al hijo amoroso, servicial, atento, al hermano, sobrino y a todas y cada una de las distintas facetas desarrolladas, que servirán de espejo, donde se proyecte por siempre su recuerdo.

Vaya esta breve reseña de su vida, que lleva como objetivo rendir homenaje póstumo, a quien a pulso supo ganar y conservar el cariño de su gente, que llegue hasta el corazón maltrecho dolido de su madre y hermanos, como un reconocimiento de lo mucho que él entregó y dio en vida.

Sé por experiencia propia, que cuando se enfrenta el proceso de duelo, las palabras parecen trilladas, frases hechas y repetidas a lo largo del tiempo, pero también reconozco, que el abrazo sincero, la compañía presencial o aun en medio de la distancia, proporcionan aliento, un hombro donde una puede recargarse y llorar, compartir los suspiros, sentimientos y lágrimas, por medio de una carta, el mensaje, el arreglo floral, convirtiéndose en acciones necesarias que ayudan a sopesar esos momentos de dolor y mitigar la soledad.

Hago referencia a una cita de Elizabeth Kübler Ross, tanatóloga, psiquiatra y escritora suiza:

Es solo cuando realmente sabemos y entendemos que tenemos un tiempo limitado en la tierra y que no tenemos manera de saber cuándo se acabará, que comenzamos a vivir cada día al máximo, como si fuera el único que teníamos.

Maestra Cuquis Sandoval Olivas