/ viernes 10 de diciembre de 2021

Espejos de vida | El otro y yo

Recientemente tuve el acierto de inscribirme en un taller virtual propuesto por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), cuyos requisitos eran que los destinatarios contáramos con más de cinco décadas en nuestro haber, que estuviéramos apasionados por la lectura y escritura y nos comprometiéramos a la asistencia de diez sesiones, con una duración de dos horas cada semana, además de cumplir con las tareas encomendadas.

Desde la primera sesión, quedé gratamente sorprendida por la entrega, profesionalismo y conocimientos literarios de la persona a cargo del taller, Doctor Alejandro Acevedo Zapata y por las aportaciones de gran valía de los compañeros talleristas.

Así como la portada de un libro, se fija la atención en el título: “Rostros autobiográficos”, se revisan cuidadosamente los objetivos y contenidos a abordar, reconociendo la profundidad, calidad y calidez del mismo.

Un taller se enriquece por la conducción acertada, el diseño y selección del material, las referencias bibliográficas, pero especialmente por la interacción y compromiso de los participantes.

De tal forma, que cada miércoles nos dábamos cita de las 19:00 a las 21:00 hrs, para analizar la parte teórica y conjuntarla con la práctica y experiencias personales que cada tarea llevaba implícita.

Nuestras voces, daban vida a los textos enviados, se recrearon momentos, sucesos, personajes y escenarios, llegando a rescatar eventos fortuitos que estaban almacenados en la memoria y emergieron a la luz y escrutinio del pensamiento, abriendo la puerta a una serie de emociones que se presentaron ataviadas de lágrimas y risas.

Pudo constatarse la diversidad de pensamiento, los distintos estilos de redacción y la similitud de vivencias familiares y contextuales descritas magistralmente y detalladas con la precisión artística literaria del escritor.

De esta forma, se precisa como la vida nos abre distintas oportunidades y está en nuestro libre albedrío el tomarlas o rechazarlas, claro está que ante cada derecho adquirimos obligaciones, mismas que al ser efectuadas con compromiso, entrega y cariño, más que carga se convierten en fuente inagotable de aprendizaje.

La situación pandémica que estamos atravesando, ha abierto otros canales de interacción y comunicación, aprovechando los medios digitales al alcance de la mayoría de la población; se han derribado fronteras, acercado pensamientos y utilizando las distintas expresiones y géneros literarias, como pretexto para seguir aprendiendo y hacer visible nuestro rostro, en primera instancia, ante nosotros mismos, que al reconocernos como seres con infinitas posibilidades, podemos permear en la otredad, al compartir y convivir por medio de la virtualidad.

Todo lo que inicia tiene un final, cerramos este ciclo, quedando altamente satisfechos del tiempo invertido y de las experiencias adquiridas. Sírvanse estas letras para felicitar y agradecer a las instituciones educativas que hacen posible estos eventos, privilegiando la oportunidad de educar más que lucrar y por la selección meticulosa de los encargados de darle vida a estos talleres, en este caso, vaya el reconocimiento para el Doctor Luis Alejandro Acevedo Zapata, quien, para orgullo nuestro, radica en la cercana ciudad de Jiménez, Chihuahua.

Quedamos en espera de la conformación de una antología que concentra el sentir y aportaciones desde distintas partes de nuestra hermosa república mexicana: Texcoco, Tonatico, Azcapotzalco, Mérida, Ciudad Juárez, Jiménez e Hidalgo del Parral, Chihuahua.

Aunado a las experiencias de escritura, se rescatan las múltiples interacciones y sugerencias de textos. Cierro esta pequeña disertación, parafraseando algunos fragmentos escuchados: “Reconocer la otredad, es reconocer alguien ajeno a sí mismo”. “Escribir sobre mí, me ayudó a despojarme de la cobija de la timidez”.

María del Refugio Sandoval Olivas | Maestra

Recientemente tuve el acierto de inscribirme en un taller virtual propuesto por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), cuyos requisitos eran que los destinatarios contáramos con más de cinco décadas en nuestro haber, que estuviéramos apasionados por la lectura y escritura y nos comprometiéramos a la asistencia de diez sesiones, con una duración de dos horas cada semana, además de cumplir con las tareas encomendadas.

Desde la primera sesión, quedé gratamente sorprendida por la entrega, profesionalismo y conocimientos literarios de la persona a cargo del taller, Doctor Alejandro Acevedo Zapata y por las aportaciones de gran valía de los compañeros talleristas.

Así como la portada de un libro, se fija la atención en el título: “Rostros autobiográficos”, se revisan cuidadosamente los objetivos y contenidos a abordar, reconociendo la profundidad, calidad y calidez del mismo.

Un taller se enriquece por la conducción acertada, el diseño y selección del material, las referencias bibliográficas, pero especialmente por la interacción y compromiso de los participantes.

De tal forma, que cada miércoles nos dábamos cita de las 19:00 a las 21:00 hrs, para analizar la parte teórica y conjuntarla con la práctica y experiencias personales que cada tarea llevaba implícita.

Nuestras voces, daban vida a los textos enviados, se recrearon momentos, sucesos, personajes y escenarios, llegando a rescatar eventos fortuitos que estaban almacenados en la memoria y emergieron a la luz y escrutinio del pensamiento, abriendo la puerta a una serie de emociones que se presentaron ataviadas de lágrimas y risas.

Pudo constatarse la diversidad de pensamiento, los distintos estilos de redacción y la similitud de vivencias familiares y contextuales descritas magistralmente y detalladas con la precisión artística literaria del escritor.

De esta forma, se precisa como la vida nos abre distintas oportunidades y está en nuestro libre albedrío el tomarlas o rechazarlas, claro está que ante cada derecho adquirimos obligaciones, mismas que al ser efectuadas con compromiso, entrega y cariño, más que carga se convierten en fuente inagotable de aprendizaje.

La situación pandémica que estamos atravesando, ha abierto otros canales de interacción y comunicación, aprovechando los medios digitales al alcance de la mayoría de la población; se han derribado fronteras, acercado pensamientos y utilizando las distintas expresiones y géneros literarias, como pretexto para seguir aprendiendo y hacer visible nuestro rostro, en primera instancia, ante nosotros mismos, que al reconocernos como seres con infinitas posibilidades, podemos permear en la otredad, al compartir y convivir por medio de la virtualidad.

Todo lo que inicia tiene un final, cerramos este ciclo, quedando altamente satisfechos del tiempo invertido y de las experiencias adquiridas. Sírvanse estas letras para felicitar y agradecer a las instituciones educativas que hacen posible estos eventos, privilegiando la oportunidad de educar más que lucrar y por la selección meticulosa de los encargados de darle vida a estos talleres, en este caso, vaya el reconocimiento para el Doctor Luis Alejandro Acevedo Zapata, quien, para orgullo nuestro, radica en la cercana ciudad de Jiménez, Chihuahua.

Quedamos en espera de la conformación de una antología que concentra el sentir y aportaciones desde distintas partes de nuestra hermosa república mexicana: Texcoco, Tonatico, Azcapotzalco, Mérida, Ciudad Juárez, Jiménez e Hidalgo del Parral, Chihuahua.

Aunado a las experiencias de escritura, se rescatan las múltiples interacciones y sugerencias de textos. Cierro esta pequeña disertación, parafraseando algunos fragmentos escuchados: “Reconocer la otredad, es reconocer alguien ajeno a sí mismo”. “Escribir sobre mí, me ayudó a despojarme de la cobija de la timidez”.

María del Refugio Sandoval Olivas | Maestra