/ viernes 22 de julio de 2022

Espejos de Vida | De lo ordinario a lo extraordinario

“Lo cotidiano, lo ordinario, lo mundano es lo que mantiene el motor en marcha. Qué extraordinario es lo ordinario en realidad, una herramienta que todos usamos para seguir adelante, una pauta para la cordura “.

Cecilia Ahern

La cotidianidad nos presenta un abanico de oportunidades para que por medio de la percepción y las actitudes que adoptemos, logremos transformar lo ordinario en algo extraordinario. Dentro del libre albedrío que poseemos, tomamos decisiones desde el momento que nos levantamos, de nosotros depende el tinte de color que imprimamos a cada una de estas láminas que se nos presentan para colorear el día.

Con ese pensamiento positivo, podemos enfrentar y cubrirnos de resiliencia ante las embestidas que los vientos huracanados traen consigo. Nuestros pensamientos rigen las acciones, son motores de impulso que provocan sentimientos; mismos que se expresan en los estados de ánimo que adoptamos y manifestamos ante nosotros mismos y ante los demás, conocidas como emociones, cuál espejos que se reflejan en el rostro y comunican lo que se está experimentando; podemos mostrarnos taciturnos o alegres, tímidos o confiados, entre otros. Entonces, los sentimientos son el resultado de las emociones y pueden ser verbalizadas con gestos o palabras que comunican.

Pienso, siento y hago; frase que lleva a aquella pronunciada por el filósofo Descartes: “Pienso, luego existo”, que buscaba demostrar la existencia de otras cosas, a partir del reconocimiento propio.

Tras esa breve introducción, se reconoce la importancia de la educación emocional, que no es solo una tarea escolar, sino de la sociedad en general; el cómo las acciones ordinarias pueden ser captadas como extraordinarias, cuidando en primera instancia, los pensamientos, que se traducen en palabras que van formando ideas en nuestra mente, luego se convierten en esa brújula que lleva a las emociones y finalmente, son los vehículos que nos mueven a efectuar determinada acción.

Un transporte requiere de energía para su movimiento, siendo así, como los estímulos internos, han de ser provistos por nosotros mismos; como el ejercitarnos, reunirnos con gente que nos transmita energía positiva, efectuar actividades motivantes, en mi caso leer y escribir son medulares, así como el compartir y socializar con la familia y otras personas que giran a nuestro alrededor; cuidar los hábitos y la repercusión que puedan tener en nuestra salud física y mental; construir nuevos proyectos, forjarse metas, ser empáticos, entre otros muchos que ayudan a este fin.

Los estímulos externos pueden ser ambivalentes. Entre las situaciones que desequilibran la estabilidad, se encuentran primeramente la enfermedad y la muerte; ambas nos muestran la fragilidad humana, que a pesar de los avances científicos y tecnológicos, hay enfermedades que escapan a la comprensión médica o a su curación; a la impotencia de soltar, de dejar ir a las personas, porque en la mortalidad de los otros estamos conscientes de nuestra propia muerte; a estas se añaden otras tantas como la violencia, la corrupción, la mentira, la inestabilidad económica y pudiera seguir enumerando una serie de eventos y circunstancias fortuitas que cambian el panorama del cielo que cubre nuestra existencia, tambaleando además el piso que sostiene nuestros pasos y poniendo en riesgo la seguridad emocional.

Ante este paisaje incierto que la vida presenta, hay que aprender a conjugar los verbos en el presente, reconocer su pasado y proyectarnos hacia el futuro con la certeza de que somos seres finitos, pero que las huellas de nuestras acciones quedan impresas.

¡Háganos de cada día, algo extraordinario!


Refugio Sandoval | Maestra Jubilada

“Lo cotidiano, lo ordinario, lo mundano es lo que mantiene el motor en marcha. Qué extraordinario es lo ordinario en realidad, una herramienta que todos usamos para seguir adelante, una pauta para la cordura “.

Cecilia Ahern

La cotidianidad nos presenta un abanico de oportunidades para que por medio de la percepción y las actitudes que adoptemos, logremos transformar lo ordinario en algo extraordinario. Dentro del libre albedrío que poseemos, tomamos decisiones desde el momento que nos levantamos, de nosotros depende el tinte de color que imprimamos a cada una de estas láminas que se nos presentan para colorear el día.

Con ese pensamiento positivo, podemos enfrentar y cubrirnos de resiliencia ante las embestidas que los vientos huracanados traen consigo. Nuestros pensamientos rigen las acciones, son motores de impulso que provocan sentimientos; mismos que se expresan en los estados de ánimo que adoptamos y manifestamos ante nosotros mismos y ante los demás, conocidas como emociones, cuál espejos que se reflejan en el rostro y comunican lo que se está experimentando; podemos mostrarnos taciturnos o alegres, tímidos o confiados, entre otros. Entonces, los sentimientos son el resultado de las emociones y pueden ser verbalizadas con gestos o palabras que comunican.

Pienso, siento y hago; frase que lleva a aquella pronunciada por el filósofo Descartes: “Pienso, luego existo”, que buscaba demostrar la existencia de otras cosas, a partir del reconocimiento propio.

Tras esa breve introducción, se reconoce la importancia de la educación emocional, que no es solo una tarea escolar, sino de la sociedad en general; el cómo las acciones ordinarias pueden ser captadas como extraordinarias, cuidando en primera instancia, los pensamientos, que se traducen en palabras que van formando ideas en nuestra mente, luego se convierten en esa brújula que lleva a las emociones y finalmente, son los vehículos que nos mueven a efectuar determinada acción.

Un transporte requiere de energía para su movimiento, siendo así, como los estímulos internos, han de ser provistos por nosotros mismos; como el ejercitarnos, reunirnos con gente que nos transmita energía positiva, efectuar actividades motivantes, en mi caso leer y escribir son medulares, así como el compartir y socializar con la familia y otras personas que giran a nuestro alrededor; cuidar los hábitos y la repercusión que puedan tener en nuestra salud física y mental; construir nuevos proyectos, forjarse metas, ser empáticos, entre otros muchos que ayudan a este fin.

Los estímulos externos pueden ser ambivalentes. Entre las situaciones que desequilibran la estabilidad, se encuentran primeramente la enfermedad y la muerte; ambas nos muestran la fragilidad humana, que a pesar de los avances científicos y tecnológicos, hay enfermedades que escapan a la comprensión médica o a su curación; a la impotencia de soltar, de dejar ir a las personas, porque en la mortalidad de los otros estamos conscientes de nuestra propia muerte; a estas se añaden otras tantas como la violencia, la corrupción, la mentira, la inestabilidad económica y pudiera seguir enumerando una serie de eventos y circunstancias fortuitas que cambian el panorama del cielo que cubre nuestra existencia, tambaleando además el piso que sostiene nuestros pasos y poniendo en riesgo la seguridad emocional.

Ante este paisaje incierto que la vida presenta, hay que aprender a conjugar los verbos en el presente, reconocer su pasado y proyectarnos hacia el futuro con la certeza de que somos seres finitos, pero que las huellas de nuestras acciones quedan impresas.

¡Háganos de cada día, algo extraordinario!


Refugio Sandoval | Maestra Jubilada