/ viernes 3 de diciembre de 2021

Espejos de vida | Con equipaje de mujer

Mi vestido se ha tejido con el hilo de muchas generaciones, trae la colorimetría impresa de emociones, vivencias y patrones culturales que han prevalecido a través del tiempo, como si se hubiesen esculpido con la mano experta de la naturaleza, que ha tallado y petrificado con extrema paciencia la roca y las montañas, dejando suelos cobrizos, blanquecinos y con una gran diversidad que pasan de la visión ordinaria a la extraordinaria.

El telar de los patrones culturales es una herencia que se ha legado a mi feminidad; he tenido que emerger de las brumas para hacerme visible; surgir de las sombras buscando los hálitos de luz, bañarme en destellos luminosos para ir adquiriendo mi propio brillo; me he confeccionado un yelmo para enfrentar una y mil batallas; me he levantado de entre los caídos, curo mis heridas, remiendo mis despojos y empiezo a caminar con el orgullo reconstruido; levanto mirada y brazos y muestro al mundo el trofeo de mis victorias; la corona ceñida sobre mi cabeza, el cetro ganado a pulso y la capa que he arrastrado a lo largo del camino y que ha servido para borrar o mitigar esas huellas de lágrimas esparcidas por el sendero; de mendiga a reina, de esclava a princesa, demostrando la valía y el empoderamiento que se obtiene con el constante aprendizaje y seguridad de reconocerse y valorarse en toda la extensión que conlleva ser del sexo femenino.

He encontrado gigantes que se obstinan en entorpecer mi destino; pero he podido vislumbrar la manera de esquivarlos, adquiriendo conocimiento, discernimiento, empoderamiento, astucia y don de convencimiento interno y externo. Lo más difícil ha sido sortear mis propios miedos, ir eliminando los fantasmas que habitan en el interior de mi cuerpo y se convierten en los principales enemigos; tratan de apoderarse de mis pensamientos, de regir acciones y han intentado minimizar a mi consiente, dejando fluir esas sombras de oscuridad que fueron acompañantes de mis antecesoras y quieren manifestarse y apoderarse de mi raciocinio.

«Susurran a mi oído»: ― Soy el pasado, disfrazada de presente y una simple radiografía del futuro, me dicen, lentamente, permito que sus palabras lacónicas se pierdan en el viento, se difuminen en el firmamento y vuelvo a levantarme, lista para enfrentar nuevos retos.

Me reconozco mujer, con mis propias imposiciones, fruto del contexto cultural, éstas ya pesan demasiado sobre mis hombros; estoy consciente que no puedo cargar la herencia generacional del sufrimiento de mis antecesoras. Libero espacios interiores para que fluyan baños de luz y fuerza, que irradien dinamismo, creatividad, iniciativa y conciencia singular que pueda permear a la colectividad.

Proclamo mi emancipación, tengo un libro con hojas en blanco esperando ser escrito, con un borrador para eliminar errores y con una mirada diáfana de esperanza y claridad, clamando por que desaparezca la desigualdad, violencia e injusticias contra las féminas del mundo entero y podamos decir que existe la equidad de género.

Agradezco por este género distintivo que me permitió ser portadora de vida; por las emociones que fluyen en mi ser; por ser hermana, profesionista, esposa, madre, abuela, poeta, escritora y amiga.

Todos y cada uno de los títulos descritos tienen roles protagonistas que gustosa interpreto en el escenario de la obra cumbre de mi vida. Sigo escribiendo mis guiones; en algunos, yo tomo el control, decido, adecuo y acomodo, en otros, debo ajustarme al vaivén del universo, a las circunstancias que son dictadas por ese ser conocido como “destino”.

Me identifico como parte de la orquesta que ejecuta la sinfonía armoniosa del universo; sin embargo, estoy consciente que un día, mi sonido dejará de escucharse, mi silueta se desdibujará en las brumas del olvido, pero el eco de mi voz, quedará atrapado en mis letras, en el corazón y memoria de las generaciones que han pasado por mis aulas; he entregado la antorcha encendida, para que la luz siga propagándose a través del tiempo. ¡Soy mujer, soy única y excepcional!

María del Refugio Sandoval Olivas | Maestra

Mi vestido se ha tejido con el hilo de muchas generaciones, trae la colorimetría impresa de emociones, vivencias y patrones culturales que han prevalecido a través del tiempo, como si se hubiesen esculpido con la mano experta de la naturaleza, que ha tallado y petrificado con extrema paciencia la roca y las montañas, dejando suelos cobrizos, blanquecinos y con una gran diversidad que pasan de la visión ordinaria a la extraordinaria.

El telar de los patrones culturales es una herencia que se ha legado a mi feminidad; he tenido que emerger de las brumas para hacerme visible; surgir de las sombras buscando los hálitos de luz, bañarme en destellos luminosos para ir adquiriendo mi propio brillo; me he confeccionado un yelmo para enfrentar una y mil batallas; me he levantado de entre los caídos, curo mis heridas, remiendo mis despojos y empiezo a caminar con el orgullo reconstruido; levanto mirada y brazos y muestro al mundo el trofeo de mis victorias; la corona ceñida sobre mi cabeza, el cetro ganado a pulso y la capa que he arrastrado a lo largo del camino y que ha servido para borrar o mitigar esas huellas de lágrimas esparcidas por el sendero; de mendiga a reina, de esclava a princesa, demostrando la valía y el empoderamiento que se obtiene con el constante aprendizaje y seguridad de reconocerse y valorarse en toda la extensión que conlleva ser del sexo femenino.

He encontrado gigantes que se obstinan en entorpecer mi destino; pero he podido vislumbrar la manera de esquivarlos, adquiriendo conocimiento, discernimiento, empoderamiento, astucia y don de convencimiento interno y externo. Lo más difícil ha sido sortear mis propios miedos, ir eliminando los fantasmas que habitan en el interior de mi cuerpo y se convierten en los principales enemigos; tratan de apoderarse de mis pensamientos, de regir acciones y han intentado minimizar a mi consiente, dejando fluir esas sombras de oscuridad que fueron acompañantes de mis antecesoras y quieren manifestarse y apoderarse de mi raciocinio.

«Susurran a mi oído»: ― Soy el pasado, disfrazada de presente y una simple radiografía del futuro, me dicen, lentamente, permito que sus palabras lacónicas se pierdan en el viento, se difuminen en el firmamento y vuelvo a levantarme, lista para enfrentar nuevos retos.

Me reconozco mujer, con mis propias imposiciones, fruto del contexto cultural, éstas ya pesan demasiado sobre mis hombros; estoy consciente que no puedo cargar la herencia generacional del sufrimiento de mis antecesoras. Libero espacios interiores para que fluyan baños de luz y fuerza, que irradien dinamismo, creatividad, iniciativa y conciencia singular que pueda permear a la colectividad.

Proclamo mi emancipación, tengo un libro con hojas en blanco esperando ser escrito, con un borrador para eliminar errores y con una mirada diáfana de esperanza y claridad, clamando por que desaparezca la desigualdad, violencia e injusticias contra las féminas del mundo entero y podamos decir que existe la equidad de género.

Agradezco por este género distintivo que me permitió ser portadora de vida; por las emociones que fluyen en mi ser; por ser hermana, profesionista, esposa, madre, abuela, poeta, escritora y amiga.

Todos y cada uno de los títulos descritos tienen roles protagonistas que gustosa interpreto en el escenario de la obra cumbre de mi vida. Sigo escribiendo mis guiones; en algunos, yo tomo el control, decido, adecuo y acomodo, en otros, debo ajustarme al vaivén del universo, a las circunstancias que son dictadas por ese ser conocido como “destino”.

Me identifico como parte de la orquesta que ejecuta la sinfonía armoniosa del universo; sin embargo, estoy consciente que un día, mi sonido dejará de escucharse, mi silueta se desdibujará en las brumas del olvido, pero el eco de mi voz, quedará atrapado en mis letras, en el corazón y memoria de las generaciones que han pasado por mis aulas; he entregado la antorcha encendida, para que la luz siga propagándose a través del tiempo. ¡Soy mujer, soy única y excepcional!

María del Refugio Sandoval Olivas | Maestra